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BREVE ENCUENTRO (VII) 

Cărtărescu vs. Auster, el amanecer de la ambición

28/12/2017 - 

ALICANTE. Reconociendo de inicio no haber visto el blockbuster que sirve de elemento origen para esta analogía, este año literario de 2017 ha sido el año de la ambición para dos de las figuras más representativas de dos universos narrativos que son como esas dos escuderías comiqueras antagónicas, DC y MARVEL. La escudería norteamericana y la europea han ofrecido al mercado editorial una lucha de titanes, “Superman” Auster vs. “Batman” Cărtărescu, en un tour de force de cada uno de ellos con sus propio demonios, y de esos demonios identificables, obsesivos, cíclicos,  con los lectores de todo el mundo.

Un mundo de brevedades e inmediateces, en el que Paul [Auster, Newark, 1947] y Mircea [Cărtărescu, Bucarest, 1956],  han cogido el testigo de Thomas Mann y han pergueñado su “Montaña Mágica” cada uno, sus 1133 páginas mecanografiadas de mundo disecado poblado por los autómatas austerianos y cartarescos respectivamente, han recuperado a los arquetipos de su literatura y los han sublimado para hacerlos definitivos, imprescindibles. Auster con espíritu de cartógrafo, dibujando a escala milimétrica el desarrollo de sus personajes, emoción a emoción, granularizando el desarrollo del azar para acometer una espiral de bildungsroman enlazadas por una memoria que intenta ser memoria colectiva; Cărtărescu con la precisión del forense que disecciona el aura más cercana a la conciencia, pegada a la piel y los sentidos, a la fisicidad de la mugre que se deposita entre las uñas y la carne de la punta de los dedos.

Este lector en particular ha tenido que luchar contra sus propios demonios interiores para poder avanzar en la lectura de ambos libros, ya que tanto uno como otro han disparado al centro de la diana de sus obsesiones: la adolescencia y los ombligos. El hastío y la angustia. 

En 4321, editado en castellano por Seix Barral y en catalán por Edicions62, Paul Auster retoma su idilio con la música del azar y la extrañeza, elevando de manera exponencial la apuesta realizada desde finales de los 80 hasta inicios de los 90, desde la Trilogía de Nueva York hasta Leviatán, recuperándose de la larga pesadilla incierta que ha supuesto el nuevo siglo en su obra. Se le podría achacar que su descripción detallada, minuciosa, acertada, de la evolución de la adolescencia, la pubertad, los primeros años de la edad adulta, difícilmente serán leídos por el público que lo podría aprovechar como “manual de instrucciones”, ya que muy pocos adolescentes se acercan ahora mismo a la literatura como herramienta para conocer el mundo, incluso su mundo, y en los adultos no deja de provocar esa sensación incómoda, como de vergüenza ajena, respecto del tiempo en que los pelos aparecieron en zonas incómodas. ¿Realmente a alguien le gustan las comidas reencuentro de antiguos alumnos del colegio?. Y si en A salto de mata su amor por el béisbol rezuma por los márgenes de la página, consiguiendo que su idolatría de la infancia coleccionista sea excusa suficiente para entrar en ese mundo privado, las páginas y páginas dedicadas a la descripción del juego o a la mitología de la intrahistoria beisbolística, esta vez en una proyección sobre esos Ferguson-Rockefeller-Reznikoff que habitan 4321 como una metáfora de la clase media norteamericana en la pérdida de la inocencia que supuso el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, requieren un compromiso inquebrantable con el resultado final. “La situación había mejorado desde entonces, tanto el centro [deportivo] como en el estudio [de fotografía] iban bien y generaban suficientes ingresos como para que se pudieran permitir algunos lujos como el nuevo Buick de su padre, una mano de pintura en casa, una capa de visón para la su madre y dos veranos consecutivos de campamentos para Ferguson, pero aunque ahora las circunstáncias eran más cómodas, Ferguson era consciente de que sus padres trabajaban mucho para mantener esa comodidad”. En un párrafo resumida la filosofía  del capitalismo en la época de la guerra fría. En Auster la nostalgia es un mecanismo que atrapa a sus lectores, un anzuelo que los traerá de vuelta entre las páginas de Mr. Paul Benjamin. A ese espectro lector se unirá, también, un gran número de lectores y lectoras, atraidos por la figura pública, por la promoción de 4321 como best seller de qualité, cuando de qualité, si hay algo, es reencontrarse con un Auster “canónico” en muy buena forma.

Nostalgia es el título bajo el que se englobaban algunas de las mejores prosas del rumano Mircea Cărtărescu, hasta este 2017 en que Editorial Impedimenta, manteniendo su apoyo incondicional a la figura emergente de la literatura europea, ha editado Solenoide, publicada originariamente en 2015. Un escritor frustrado, una casa con forma de barco, un sillón de dentista con un tablero de mandos, un generador de campo magnético que implosiona el ego del autor, un diario del fracaso y la descripción minuciosa de la miseria, “De todos los episodios de mi más que anodina vida, el matrimonio es el que más me ha asustado. Tal vez porque es el único que no debería haber existido, el que no tiene nada que ver con el eje de mi existencia”, y la desesperación, como ese grito de auxilio que se arrastra durante diez páginas consecutivas.

Si Auster es un escritor profundamente norteamericano, a pesar de sus flirteos con la cultura francesa, Cărtărescu es fundamentalmente europeo, en tanto que heredero, en la tradición rumana, del crisol literario del Imperio Austro-Húngaro en descomposición y de sus fractalidades posteriores. Kraus, Von Rezzori, Kusniewicz, Hrabal, Lem, Sebastian o Roth se pueden rastrear en la prosa de Cărtărescu, y una pizca de simbolismo y las vanguardias francesas que caen en Cortázar o en el siempre citado Borges, un autor que es una biblioteca universal en sí mismo.

Tanto Paul Auster como Mircea Cărtărescu han escrito dos poéticas, dos libros sobre la ficción, dos narraciones sobre el ser mismo de la fabulación. Y ambos, presentes en las quinielas del Premio Nobel de Literatura desde hace ya unos cuantos años, son conscientes de que la ecuación que utiliza la academia sueca para la concesión, difícilmente dará sus nombres, justo coincidiendo con la publicación de sus (posibles) obras maestras.


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