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'LA SEÑORA SIEMPRE TIENE RAZÓN '

Agosto de lujurioso luxury en Valencia

13/08/2016 - 

¿Mediterráneos? ¿Nosotros?

Las terrazas, los patios y los balcones desaparecieron en las casas de nuestras familias provincianas —el provincianismo existe en nuestra metrópolis porque no está en el mapa, sino en el alma— cuando nuestras viviendas dejaron de ser unifamiliares.

Son rincones de los edificios que suelen darse en ciudades soleadas porque permiten tener un espacio al aire libre, plantas y alguna conversación agradable. En Madrid, cuyo clima es frío comparado al nuestro, proliferan y son veneradas por una razón: permiten salir de la vulgaridad del cemento y el asfalto.

En Valencia las terrazas son, en comparación, muy escasas: enloquecidos durante los últimos años por ganar diez metros cuadrados a los edificios hemos cerrado los balcones, construido en los patios y ganado un piso en las azoteas por querer vivir en un entorno futurista, esterilizado y aséptico. Y es que, por mucho que nos guste llamarnos mediterráneos, meridionales, sostenibles y bicicleteros, desde que hemos perdido el pequeño lazo visual que se establecía con las vecinas al tender la ropa en las ventanas traseras y el espacio donde jugábamos con sus hijos, hemos perdido parte de nuestra esencia.

El Principio de Le Chatelier

Reconozcámoslo, antes de que tengamos que acudir todos juntos al psiquiatra: los valencianos nos hemos mirado y aún nos miramos unos a otros con desagrado, recelos y soberbia en un emporio de vanidades inalcanzable. En un ambiente donde todo pareció ser grandor se entretejieron calumnias y difamaciones, insinuaciones y sobrentendidos, reticencias e intrigas; aún se ejercita aquí el bello deporte de hacer fracasar noviazgos y demoler reputaciones, de insinuar dudas sobre los hijos, sobre la constancia de los maridos, sobre los antecedentes de las señoritas, sobre la autenticidad de una joya o del pigmento de la melanina. El espíritu de los Borgia de polígono nos persigue.

Valencia el lugar donde más he oído excusar la indiferencia de los maleducados con la frase “no; es que es muy tímido”, como si a los cincuenta años se pudiera ser algo más que reservado; donde a decir tonterías sobre una película se le llama “cinefilia”, exclamar “¡así es la vida!” se le llama filosofar o el refrán qui estiga bé que no se meneje se confunde con el principio de Le Chatelier.

Virtudes y vicios

Afortunadamente, las cosas y su natural evolución tienen más inteligencia que los hombres, y los calurosos apretones en los bares de las calles están recuperando poco a poco las terrazas. A ello también ha contribuido las incomodísimas sillas de propaganda de la cerveza Ambar: si han tropezado con sus anchas patas o escuchado a su lado el ruido que hacen al arrastrarlas ya saben a cuáles me refiero.

Así que esta semana de agosto, para contarles qué ocurre por las alturas, me he paseado por varias terrazas valencianas, algunas públicas, otras privadas, como nuestras virtudes y nuestros vicios.

Carmen Polo, una señora terraza

La primera que visité, abierta todo el mes de agosto, fue la Carmen Polo Terrace, curioso nombre que remite a la señora de Meirás por sentido del humor y por coincidencia del nombre del barrio del Carmen con el club 55 Polo de la calle Polo y Peyrolón que también gestionan sus encargados.

Está situada en la calle Blanquerías 11, en lo alto del Hotel del Carmen, con entrada por su recepción y subida al quinto piso por su ascensor.  Se trata de un restaurante y un lugar tranquilo o chill out, con jacuzzi, abierto desde el mediodía a la 1.30h de la madrugada, decorado con sillones y mesas de varios estilos.

Tiene unas vistas espectaculares sobre el jardín del Turia, las Torres de Serranos y los edificios del Barrio del Carmen, ese lugar que ha sido huerta, arrabal, refugio musulmán, mancebía o burdel, asentamiento gremial, hogar de la aristocracia medieval, zona de conventos, barrio proletario-marginal durante la Revolución industrial y espacio de ocio de la población juvenil y el turismo de la ciudad.

Como no fui invitado a comer para hablar bien de ellos sino que pagué todo de mi bolsillo, puedo decir que es uno de los más agradables sitios de no-postureo de la ciudad. Los camareros son amables y poseen el raro brillo de la inteligencia en sus ojos. Ellos te ayudan a todo y te responden a cualquier pregunta. En la carta no se echa nada en falta y tienen muy buena cocina. La clientela es variada y te puedes encontrar desde una funcionaria de alguna oficina cercana, turistas del hotel, gente del mundo del arte o a la mítica presentadora de televisión Cristina Tárrega. Las vistas, mientras atardece, son espectaculares y se está fresquito. Gracias a la intervención de la clásica vecina que denuncia si escucha música, la terraza es agradablemente silenciosa, algo imposible de encontrar en otro punto de la ciudad y que hace que los clientes hablen en un todo respetuosamente europeo. Para los melómanos: si cenas allí durante este mes de agosto, te regalan un CD con la música que solían pinchar, a modo de promoción y de pequeña venganza humorística.

La idea de este recomendable lugar, que lleva ya dos años abierto y con vistas a abrir terraza de invierno, fue de Carlos Romero, su gerente, y Santi Martínez, histórico DJ de Distrito 10, quien comparte otros proyectos de hostelería con los empresarios Miguel de Vicente y los hermanos Fernando e Ignacio Aliño, del grupo de catering El Alto. Es uno de esos lugares que cuando vas una vez, quieres volver.


Fiesta en 3 D

“¿Te gustaría cenar un auténtico asado argentino en el Ático de Carlos y Natalia? Carlos festeja su cumpleaños y me dijo que si ponemos 3 euros y una bebida cada uno, él se encarga de comprar la carne y asarla. Irán los compañeros donde trabajan en la animación de una película. Gente interesante. ¿Te apetece?”  Por supuesto que dije que sí a este mensaje, y allí me llevé —de paisano— a la fotógrafa Eva Máñez.

La calle de Pepita Samper, nuestra Señorita España de 1929, está a caballo entre el barrio de Ruzafa, Zapadores y Monteolivete. Es quizá una de las zonas menos conocidas de la ciudad y que a mí me parece más viva porque reúne muchas nuevos y fascinantes tipos sociales implantados recientemente. Quizá es el barrio donde más se habla de todo y más de verdad. El ático del octavo piso donde nos recibe Carlos Álvarez y su familia de Bahía Blanca es alucinante: se divisa toda el sur de la ciudad, con sus abigarradas construcciones desarrollistas, sus grúas todavía en marcha y las ventanas de una ciudad que bulle y resiste. La fiesta se ha arreglado con todos los detalles: velas, una barra de cócteles con sombrillas de papel y todo tipo de bebidas, espacio de conversación con almohadones el suelo, guirnaldas de papel, flores, una parrilla para asar chorizos criollos, entraña, tira de asado.  Entre los invitados, el romano Lorenzo Basurto, responsable por ejemplo de muchas de las dinámicas de la película Avatar, como el movimiento de los collares o los plumas de los Na-Vi y uno de los supervisores de render en la película o del famoso anuncio de Coca-Cola de los osos polares. Ahora está en marcha con la dirección técnica o como pipeline de la comedia familiar de animación Animal Crackers, largometraje donde un padre de familia, a punto de perder todo, hereda un circo ambulante donde descubre una caja de galletas mágicas. Es una de las producciones internacionales made in Valencia, concretamente en el Parque Tecnológico de Paterna, más esperadas y que más trabajo está dando al castigado sector del audiovisual.

Entre otros invitados, la actriz argentina Hebe Pássero Mastrovincenzo, hermana del actor y director de la Escuela de Teatro de Denia Mario Pássero, la exótica it girl oriolana Angie Sáez Roca, el multifacético Robi Bertasi, padre de la cantante María del Plata, y Fernando Javier Quiroz, del espacio cultural Jarité Espai Obert y que estuvo a los mandos de la parrilla.

También importante gente de la animación española y de la siempre bulliciosa comunidad italo-argentina en Valencia: Carlos Álvarez, Martín Scalzotto, Laia Farre, Chelo Andreu, Laura Vicent, Emi Calero, Nico Lebon, animadores; Juan Gargallo, concept artist y color Script; Mario García, modelado; Natalia Marín, Maud Muratore, texturizadoras; José Zea, Otto Brando, iluminadores; Agustín Pássero en informática; Fernando Marañón, de previs y layout y Zoraida Pascual de recursos humanos.

La Petit Bistro Terrace

Pasando por la Plaza de la Virgen están las terrazas a pie de calle donde te puedes encontrar a turistas tomando jamón serrano con Fanta de Naranja, excelente receta mediterránea. Pero entre la Catedral de Valencia y el Miguelete se encuentra Petit Bistró Terrace, en el cuarto piso del Hotel Cathedral Suites del Grupo Valencia Luxury, coordinado por una de las parejas más guapas y elegantes de la ciudad, Maite Ferrer y Javier Montesinos y decorado por la interiorista de luxe Eva Rubio.

Tampoco me han pagado por ir, qué le vamos a hacer, pero hay que decir que la terraza ofrece una carta, unos servicios de piscina, jacuzzi, solarium, zona lounge, un esmerado servicio de camareros. Hay muchas parejas cenando, tomando un aperitivo o aprovechando el decorado para darse el beso de la noche. Ante ellos, un extenso menú donde hay absolutamente de todo —han cambiado varias veces la carta para adaptarse al turismo— y bajo las mesas, bastantes mocasines de piel vuelta.

A mí me atendió muy profesionalmente Antonio Crespo, y una chica con ese acento típico de quien puede sonreír al menos en cuatro idiomas. Espero que sean también sus anfitriones.

Otras terrazas son posibles

Otras terrazas, estas particulares, como las de la diseñadora en sedas Inma Mañes de Isedas o el empresario Carlos Villaplana, son lugares entre humildes, exuberantes y exóticos donde se reúne lo más granado de los artistas y gentes influyentes de la ciudad. Los intelectuales y bohemios siempre hacen resurgir las terrazas de la ciudad huyendo de los cafés y bares donde reina esa inteligencia descrita en Les précieuses ridicules hecha de normas alimentarias, teorías sobre la modernidad, bajas adulaciones y tatuajes en la pantorrilla. Por cierto: si tienes algún defecto o particularidad al caminar como pie equinovaro, pieriostitis tibial o torsión testicular, no te hagas el tatuaje ahí a no ser que quieras que todo el mundo se fije en tus dismetrías.

A la terraza de Carlos Villaplana, conocido por su intelectualmente promiscua librería-cafetería Cavallers de Neu de cuando no te dejaban entran en deportivas en las discotecas, van todo tipo de artistas: de pincel y de peluca. No en vano es dueño de uno de los bares de la zona gay QU-BO (pronúnciese “cubo”) de Quart-Botanic que este mes parece que se van a poner de acuerdo para atraer e intercambiar público con  nuevas promociones y fiestas aptas para todos los públicos con animaciones didácticas. Por cierto, que Carlos cultiva en su terraza unas colocasias de competición que causan asombro.

Achili pu, Apú apú

Cuando un artista muere, las noticias suelen lanzar un muy doloroso gemido informativo hecho de teletipos donde se repite lo mismo en uno y en otro diario. Desde esta triste semana descansa ya en paz en Xirivella, Dolores Castellón Vargas, conocida como “La Terremoto” por ser una adelantada a su época. Su carrera fue meteórica: duró lo que duró su matrimonio con su primo hermano, Pepe Castellón, porque las costumbres gitanas son muy estrictas con los lutos, especialmente en las viudas, y Dolores era mujer de una pieza. Cuando Pepe se fue, dejó la alegría, el surrealismo, de bailar y cantar y le sobrevino una enfermedad que no pudo con ella hasta una avanzada edad. La familia de Dolores, con su famoso hermano, el Príncipe Gitano, tenían gran influencia en los núcleos de familias gitanas tradicionales de Barcelona. Familias que vivían en el barrio de Gracia, de Hostafranchs y de la calle de la Cera. Pero fue acogida por la familia valenciana y residió en una casa modesta, de las antiguas de protección oficial, con su patio y sus macetas.

De Dolores podemos aprender algo muy importante: que se pueden romper las reglas de un mundo telúrico y que su indescifrable Achilipú forma parte de una gran familia de conceptos que, como el flamenco, están en evolución constante a pesar de la ortodoxia. Y que la alegría de vivir, aunque no es eterna, queda para siempre en las personas que queremos cuando nos acordamos de ellas. Ahí queda eso, y sea un mensaje para los políticos, de los que hablaremos ahora para terminar.


Vacaciones Políticas

Agosto es para todos. Xàvia ha sido el destino de incógnito elegido por nuestro president del Consell, Ximo Puig. Como no lo conocía como turista, ha montado en barco, ha ido a la playa, ha comido cosas sanas y saludables, ha escuchado música de jazz y ha inaugurado un consultorio auxiliar sanitario. Luego no faltará a las fiestas de Sant Roc de su ciudad, Morella, que son mañana día 14.

Casi todos nuestros políticos harán país y se resguardarán con sus familias en los pueblos de montaña y playa de sus infancias, como Burriana (en castellano en el original) y Tavernes de la Valldigna. El único que hará un exceso, para eso es concejal de festejos, es Pere Fuset, que viajará a Nueva York, donde esperamos que haga nuevos e interesantes descubrimientos. No sabemos si Rita Barberá habrá salido ya de la cama o si Ribó habrá vuelto a la naturaleza salvaje de la montaña o del trópico, porque nuestros alcaldes son -por algo será- muy celosos de su intimidad. Lo que sí sabemos es que Joan Calabuig deja la abnegación y el Ajuntament y se va a Europa, dejando a Cipriano Císcar en el Congreso de los Diputados, algo que a nadie le hacía ninguna ilusión en las últimas elecciones pero, ante tanta tenacidad borgiana y cálculo tensorial no hay quien se resista . Nos queda el consuelo de saber que las vacaciones de los políticos son también las de muchos jueces.

Hablando de alcaldes e intimidad, Ricard Pérez-Casado, el que se inventó la nueva Valencia que conocemos ahora en los inicios de esta larga transición del franquismo que estamos viviendo, ha sido galardonado con el importante reconocimiento internacional Mostar Peace Connection cuando fue administrador de la Unión Europea para la ciudad del Neretva en 1996. Gracias a su trabajo la paz de Bosnia Herzegovina fue mucho más fácil. Algún día habrá que hacerle un homenaje espontáneo, invitarle a un café, a una hemeroteca o darle besos, aunque tuviera que hacerlo su propio partido.

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