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las ciudades invisibles

Blanes, el lugar donde descansa el mito de Roberto Bolaño

11/10/2016 - 

VALENCIA. Se podría sospechar que los mitos tardan en construirse. Que algo que va a trascender épocas y territorios, lógicamente, debe labrarse durante largo tiempo. ¿No es así como se forjan las leyendas? Sin embargo, hay vidas que se giraron con un único y final acto: la muerte. Algunas de esas leyendas son rastreadas hoy por peregrinos con la misma avidez con la que algunos perros persiguen conejos. Y la mayor parte de esas leyendas, por supuesto, se anclan en algún lugar. Muy pocos dirían que Blanes, un municipio gerundense con algo más de 40.000 habitantes y una de las calas más fascinantes del territorio -la Cala de Santa Cristina-, sea el lugar en el que el último mito de la literatura contemporánea en español encontrara refugio. Apenas una placa, tímidamente escondida en una sala dentro de la Biblioteca Comarcal de Blanes, da cuenta del paso de la leyenda por una ciudad que hasta su llegada sólo contaba como atributo el ser la primera de la Costa Brava, hecho que le mereció el calificativo de 'Blanes, portal de la Costa Brava”. Pero esa placa apenas detectable por el turista común ha hecho que todo cambie entre las gentes de este lugar tranquilo: “Yo sólo espero ser considerado un escritor sudamericano más o menos decente que vivió en Blanes y que quiso a este pueblo”, Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953 – Barcelona 2003).

 

Bolaño insondable

En este otoño que Roberto Bolaño vuelve a ser noticia -si es que alguna vez dejó de serlo- por el trasvase de toda su obra desde la editorial Anagrama a la editorial Alfaguara y porque un nuevo libro inédito suyo verá la luz -El espíritu de la ciencia ficción- en noviembre, se antoja apetecible la visita a Blanes a través de la ruta Bolaño a Blanes que se inauguró el 23 de julio de 2013, precisamente cuando se cumplían 10 años de su fallecimiento. Lo primero que sorprende de esta ruta es que sólo tenga 17 paradas: o bien el escritor llevó una vida de puro encierro mientras escribía frenéticamente sus obras más conocidas -2666, principalmente-, o bien a esta ruta le faltan lugares que han decidido no incorporarse. 

 

El itinerario, tal y como explican en la Biblioteca Comarcal, reseña los espacios vitales del escritor, desde su llegada por casualidad en el año 1985 hasta su muerte en el año 2003. El recorrido se ha construido siguiendo la cronología del autor. Cada uno de los estos 17 espacios está acompañado de textos – fragmentos del propio Bolaño extraídos de artículos, entrevistas, novelas o ensayos que hacen, generalmente, referencia a Blanes- y de fotografías -del catálogo íntimo del escritor pero también las realizadas por la Agrupación Fotogràfica i Cinematogràfica de Blanes, cuya finalidad no es otra que acercar al visitante el paisaje urbano de un modo vívido y mostrar las mutaciones que han sufrido algunos de esos lugares con el paso del tiempo-.

Blanes: la mezcla perfecta entre Tiro, Pompeya y Brooklyn

“Pero, ¿es posible que alguien no sepa todavía quién es Roberto Bolaño?”, pregunta un parroquiano divertido en la cafetería Els Terrassans, uno de los lugares donde más periodistas concurren para rastrear las huellas de Bolaño. También, de vez en cuando, acuden aprendices de novelistas que buscan inspiración. 

Bolaño nació en Chile en 1953. En 1968 se trasladó con su familia a México donde fundó un movimiento poético de vanguardia que dejó reflejado en su novela Los detectives salvajes. Fue en 1977 cuando llegó a Barcelona. En el año 80 conocería a su mujer Carolina López, con quien se trasladó en 1985 a Blanes. En la ruta se explica que Bolaño llegó a esta ciudad con la intención de abrir un negocio de bisutería, aunque en verdad, este sitio ya ocupaba un lugar importante en su imaginario literario gracias a Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé. 

 

Los diecisiete lugares que componen esta ruta son, ante todo, rincones de una geografía personalísima que, en ocasiones, da pudor transitarla de tan íntima: la estación de ferrocarril a la que llegó; el negocio de bisutería que iba a montar entre las calles Cristòfor Colom y Lluís Companys; el antiguo Hogar del Productor, uno de los bares a los que acudía Bolaño; el videoclub Serra donde el escritor se entregaba a una de sus mayores aficiones; sus dos viviendas familiares (en la calle Aurora y en la calle Ample); la Biblioteca Comarcal a la que acudía frecuentemente; el Paseo de la Marina, el de Cortils i Vieta; la librería Sant Jordi; Can Dimas, otro local donde acudía con amigos; la tienda Joker Jocs, un recinto de juegos de estrategia al que Bolaño era muy aficionado; la Antigua pastelería Planells; los dos estudios del escritor (en calle Loro y en la calle Joaquin Ruyra); la papelería Bitlloch; la farmacia Oms a la que acudía en sus últimos años tras diagnosticársele una enfermedad hepática que le causó la muerte

 

De Blanes Bolaño dijo muchas cosas. Entre ellas, la que más se recuerda es: “Blanes es más antigua que Nueva York y en ocasiones parece una mezcla rabiosa de Tiro, Pompeya y Brooklyn”. Y aunque el viajero quizás crea que el chileno exageraba y, en verdad, hablaba de una Blanes de ficción, sí es cierto que el paseo marítimo, el puerto, la torre de Sant Joan, la Font Gótica o los famosos campings que él desentrañó en su obra El Tercer Reich, nos hacen percibir una ciudad llena de unos misterios que a primera vista parecen imperceptibles. Bolaño fue un vecino más de Blanes. Escribió en las columnas del Diari de Girona y allí hablaba de su gente, de los comerciantes, de sus amigos. En Blanes encontró refugio y huyó del mundillo literario barcelonés. En el año 1999 le convencieron para que diera el pregón de las fiestas. Uno que ya todos recuerdan para siempre. Le gustaba escribir durante largas horas con música rock e ir a recoger a sus hijos al colegio. Es fácil imaginarlo más tarde, con los oídos ya liberados, dando un paseo cerca de una bahía que ahora contiene sus cenizas. 

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