GASTRONOMÍAS DE BARRIO

Comer (bien) en el centro de Valencia 

Entre toda la morralla gastronómica que rodea la Plaza del Ayuntamiento, también encontramos algunos de los mejores restaurantes de la ciudad. En sus mesas se han cerrado tratos, se han pactado acuerdos políticos y probablemente también se han urdido vendettas. Todo ellos tienen algo en común. Se come muy bien

| 07/04/2017 | 6 min, 19 seg

Después de aquel primer recorrido alrededor del Ayuntamiento en el que desvelábamos ese bar donde el castizo y chorreante bocata de calamares es una religión, la cadena que sirve hamburguesas con nombre de actor o el descubrimiento de ese oasis maravilloso donde tomarte una copa, comer una bruschetta o leer ante un buen café mientras tus hijos juegan en su zona infantil, toca hablar de otro tipo de restaurantes. Aquellos en los que predominan las corbatas y los relojes caros, en los que la cuenta pueda superar fácilmente las tres cifras y los camareros ejercen su profesión con seriedad y diligencia, no como si de un trabajo temporal se tratase.  Restaurantes por los que han pasado toreros, estrellas de Hollywood, políticos que sueñan con gambas desde el comedor del trullo, magistrados, notarios, futbolistas,  periodistas de renombre y algún que otro guiri que nunca antes habían visto un percebe.

La mayoría de estos restaurantes llevan décadas allí y han visto cómo la ciudad ha ido mudando su aspecto, cómo se ha abierto al turismo, cómo ha caído en picado y como se ha vuelto a levantar. No es el caso de Vuelve Carolina ni El Poblet, que comparado con el resto, acaban de aterrizar. Sangre fresca muy necesaria. Vuelve Carolina es el segundo restaurante que Quique Dacosta abrió en Valencia, después de Mercatbar. Un local informal de ambiente cálido que en su día transformó ese concepto al que hoy ya nos hemos acostumbrado de tapas creativas. Poder acceder a la cocina del chef más importante que tiene la Comunidad por 30 euros fue un lujo para los que aún no nos habíamos podido acercar a Dénia. Todavía lo sigue siendo. Me gusta su versatilidad. En Vuelve Carolina uno puede tomar algo rápido en la barra antes de ir al cine, perderse en la calidez de las mesas de madera para una tranquila cena en pareja o celebrar una comida de negocios en la sala. Es además una buena manera de aproximarse  al trabajo del triestrellado cocinero. Empezar por su famoso cubalibre de foie, seguir con sus patatas suflés o probar sus cocas es el primer paso para caer rendido a los encantos de Dacosta.

Si uno no ha tenido suficiente y quiere ir un poco más allá en el conocimiento dacostiano , solo tiene que subir las escaleras y llegar hasta El Poblet, donde podrá probar algunos de los platos históricos del cocinero sin tener que desplazarse hasta el buque insignia en la capital de La Marina. Luis Valls al frente de los fogones, Teresa Pérez en la sala y Manuel Romeralo, directora de los tres restaurantes de Dacosta en Valencia y una de las mejores sumillers de este país, se encargan de mantener el espíritu del cocinero de Dénia. Solo un año después de abrir, El Poblet consiguió una estrella Michelin. Puede que la segunda no esté lejos.

Otro de los advenedizos, aunque ya son cinco años los que lleva en la calle Convento Santa Clara, es Q Tomas, un restaurante de tres plantas donde el producto habla por sí solo. Muchos de los pescados y los mariscos vienen de Dénia,  de donde procede esta familia de hosteleros, cuya labor en el universo gastronómico dinanense viene abalado por locales de éxito como Peix i brases o Can Broch. En Q Tomás puedes tomar unas cocochas de merluza a la brasa, unos erizos que todavía respiran, una carne de Wagyu espectacular y por supuesto, ellas, las reinas supremas del mar, las gambas rojas de Dénia. Todo esto se combina con una oferta de platos japoneses que al principio despista, pero que no desmerece a la primera parte de la carta. 

Un género igual de fresco nos encontraremos en la Taberna Alkazar, puede que el más veterano de los restaurantes. Desde 1950 lleva este local alegrando al personal que se detiene a contemplar las quisquillas, los centollos y los bogavantes que asoman al otro lado del cristal. No es imprescindible lanzarse a por la mariscada, uno puede acodarse en la barra de la taberna y pedir un par de tapas o comerse alguno de sus arroces en los diferentes espacios con los que cuenta el restaurante. Alkazar es historia viva de Valencia.


A tan solo un minuto de allí, Sierra Aitana es otra garantía donde comer bien. Por allí han pasado todos los empresarios de Valencia. Ante su deliciosa ensaladilla rusa, es mucho más fácil cerrar cualquier negocio.  Hace unos meses, Sierra Aitana viró un poco el rumbo y bajo el asesoramiento gastronómico del chef valenciano Juan Casamayor, decidió apostar por la vanguardia y la creatividad, sin olvidar sus raíces. Cuentan con una carta sencilla donde las croquetas conviven con los arroces tradicionales o de nuevo cuño y otros platos más elevados como las cigalitas  salteadas con ajo, huevo poché y jamón Joselito (un espectáculo). Se puede picar en la barra antes de meterse en los LYS, o acomodarse en el salón para una comida más tranquila. El servicio es como los de antes. Profesionalidad y buen trato. 


En la calle San Vicente, muy cerca del teatro Olympia, está la Taberna El Encuentro, otro de esos restaurantes que no se andan con tonterías. Precisamente por eso, está lleno siempre. Utilizan producto de primera para elaborar sus guisos y platos de cuchara, cada vez  más difíciles de encontrar en los restaurantes. Sus pochas con codorniz son una maravilla, mantequilla pura que se deshace en el paladar y te sacuden recordándote que hay que recuperar la cocina tradicional. Las pochas y el caldo de cocido los preparan a diario, pero además los lunes tocan lentejas, los martes fabada asturiana, los miércoles alubias alavesas, los jueves fideua y los viernes el cocido completo. Corran antes de que el calor les aleje las ganas de comerlos.  Otra sugerencia, las croquetas, de queso o jamón, y los chipirones en su tinta. La verdad es que todo lo que ofrecen en la carta está cocinado con cariño y esmero.

La última parada es Chez Lyon, restaurante de corte clásico que ofrece cocina francesa y un servicio impecable. De esos sitios que se nota que les gusta lo que hacen, que no necesitan página web porque sus clientes saben de sobra donde están y qué van a encontrar. El menú del mediodía es un acierto, pero la sopa de cebolla y la quiche  de salmón que preparan son irresistibles. Chez Lyon es uno de esos lugares emblemáticos que están por encima de las modas. 


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