brindemos con champagne

Dom Perignon, el lujo de beberse un año más

Que sí. Han llegado y funfunfun. Las no sabemos si bien o mal llamadas. Las fiestas ya están aquí. Esas navidades en las que, por supuesto, y las vivamos como las vivamos, encontraremos un momento para celebrar

| 22/12/2017 | 3 min, 39 seg

Porque el disfrute es lo nuestro, hedonistas. En diciembre, en enero o en Marte. Con amigos o familia. En pareja. O no. Pero copa en mano, eso siempre. Una copa que, como es costumbre en esta época, y sobre todo porque nos da la gana, llenaremos de burbujas. Con la mente, eso sí, puesta en los que han hecho posible el relato de hoy. Un repaso por las edades de Dom Perignon de la mano de los chicos de A la Volé y el Indiana Jones del vino: Enrique García.

Cerramos los ojos mientras nos envuelve el glamour de una de las casas más míticas de Champagne. Lujo que saboreamos con una botella que decidimos tomar a solas mientras hacemos repaso de tiempos pasados. Mejores o peores, veremos. Únicos seguro.

Este primer Dom Perignon Vintage 2006, actualmente en el mercado, es un joven imberbe con los encantos y defectos de su edad. Chispeante y divertido, promete mejorar con los años. Un aquel inevitable cuando la personalidad despunta. Lo tomamos como aperitivo, ese preludio de lo que vendrá que acompañamos de algo de comer, de unos engañamaridos, croquetismo bromista ideal con este juvenil vino.

Pasamos a decir palabras mayores con el Dom Perignon Vintage 1999, una añada complicada que le da un revés a los que pronostican desgracias. Con mucha vida por delante, despunta con su acidez de limas y afilados pedruscos. Lo tomamos con esa marina de interior del atascaburras. Contundencia y ligereza para un contraste ideal.

Sumamos un año con el Dom Perignon Vintage 1998. Ignorado en su día se destapa ahora como uno de los mejores. Equilibrio perfecto de prestigiosos caramelos cafeteros. Complejidad que se nos antoja con un mojete murciano de tomate, atún y huevo duro. Mojamos un poco de pan, que aquí todo vale, y seguimos.

Flirteamos con la considerada por muchos la mejor añada de la historia champagnera con el Dom Perignon Vintage 1996. Bestiecilla salvaje de amplia finura. Satisfacción máxima con unos guiñapos de pez salado, resalado y desalado, almejas y gambas. Esto es magia. Y lo que queda.

El Dom Perignon Vintage 1995 muestra una evolución ideal. Un señor clásico y elegante que con su buena presencia y su saber estar no se corta un pelo a la hora de acompañar una buena olla podrida de alubias rojas y sus chacinas.

Saltamos una década para llegar al Dom Pergnon Vintage 1985, añada complicada que con sus diminutos medios supo hacerse especial. La tímida burbuja sigue haciendo cosquillitas y la boca se llena de amielados frutos secos. Apostamos por beberlo junto a un guiso campestre, un guilindorro de conejo asilvestrado.

Alcanzamos lo sumo y sumatorio con el Dom Perignon Vintage 1964. Acidez que arropa con el abrazo de un grande. Reconfortante esencia de lo auténtico que ha pasado a la tranquilidad del que ya ha hecho todo lo importante. Jerez y Rioja se dan la mano y nos llevan a comer un ajopringue de casquero porcino.

Llegamos a la despedida y podría antojarse un lambrusquito bien fresco con el que ahogar las penas de lo que ya no volverá. Y el rosa va a ser el color de nuestro adiós, pero con toda la distinción del  Dom Perignon Vintage 2000 Rosé. Lo servimos con mucha luz, que aquí no hay defecto. Tan sólo la virtud de un vino precioso con un bonito ramo de flores en la mano. Gastronómico sin fin, lo comeríamos con todo, pero como en la vida siempre hay que tomar decisiones, elegimos un tostón amenizado con un poquito de pipirrana.

Así alcanzamos el final de un año con un poco de todo. Como cada día. Como cada vida. Y brindamos alto y fuerte para quedarnos con lo mejor. Con los sentimientos más lindos. Los de las risas de ese tren de la existencia que nos lleva de acá para allá. Trucutrú, trucutrú y felicidad. Toda la felicidad, amigos.

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