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hasta el 6 de enero

El IVAM se asoma a los abismos existenciales de Ángeles Marco

27/09/2018 - 

VALÈNCIA. Los acantilados vitales que cada ser humano alberga en su interior. La mezcla de atracción y repulsión que produce la idea de vacío. El miedo a caer y, al mismo tiempo, la pulsión que en ocasiones se siente hacia la propia caída. Estos son algunos de los conceptos capitales que estructuran Ángeles Marco. Vértigo, la muestra antológica que el IVAM dedica a la escultora y que podrá verse hasta el 6 de enero. La exposición fue presentada este miércoles, 26 de septiembre, a los medios en un encuentro que contó con el director del museo, José Miguel G. Cortés, el comisario de la muestra, Joan Ramon Escrivà, la directora adjunta de la Colección de la Fundación Banco Sabadell, Montserrat Corominas, y la hija de la artista, María Silvestre.

Según explica Cortés, ”uno de los objetivos que se ha trazado el IVAM es reivindicar artistas que no han recibido hasta ahora suficiente reconocimiento”. Por ello, tomando como referencia temporal el décimo aniversario del fallecimiento de la creadora, el centro busca "resituar" su figura y rendirle homenaje. ”Afortunadamente, hoy en día su obra se está revalorizando y está influyendo en las nuevas generaciones", apunta el comisario. Organizada de forma cronológica, la exposición abarca tres décadas de trabajo y acoge 120 obras entre las que abunda el material inédito. "Ángeles Marco es un nombre fundamental para entender la transformación de la escultura en España a finales del siglo XX”, sostiene Escrivà, para quien esta muestra intenta “desgranar la narrativa visual” de una escultora vinculada al postminimalismo, el arte conceptual y el constructivismo.

 

La muestra parte de los años 80, época en la que según Escrivà se halla  "el origen de su lenguaje escultórico” hasta la última pieza que creó la artista, fallecida en 2008. Marco confeccionó a lo largo de su trayectoria una "escultura poética, metafórica y salpicada de misterio”, afirma el comisario de la muestra. A través de su particular código compositivo, reivindica que "lo que vemos no solo es siempre lo que vemos, hay retales, historia, miedos, recuerdos..." que provocan vértigo. No es casual, pues, el título elegido para esta muestra: “El concepto de vértigo es una de las ideas que atraviesan su obra y su reflexión artística”, expone Escrivà. De hecho, como bienvenida a la exposición, se muestra un a breve performance fílmica en homenaje a la película homónima de Hitchcock. En esas tres décadas de trabajo, la artista valenciana fue desarrollando un vocabulario propio que construido a través del diálogo con los materiales industriales que utiliza y con las técnicas que emplea, entroncadas “en la tradición del taller, de los herreros y los ingenieros. Una constante en prácticamente toda su obra”, señala Escrivà. La presente exposición se articula en torno a una sucesión de series, ya que, como explica su responsable, era la forma en la que la escultora trabajaba. No se trataba de un mero recurso organizativo: “Cada serie iba precedida de un entramado conceptual que se traducía después en una puesta en escena “con elementos enigmáticos y misterios” en los que el espectador estaba invitado a entrar. 

La visita arranca con Espacios ambiguos, formada por un conjunto de obras sobre las que la propia artista realizó su tesis doctoral y en las que “desgranó su principal objetivo como creadora: hacer despertar  la visión de un espectador  que ella consideraba que había quedado adormecido por prácticas visuales ya adocenadas y domesticadas”. “Había que confrontar a la audiencia con nuevas formas, con formas extrañas que le hicieran pensar y actuar”.  Considerado el auténtico origen del lenguaje escultórico de Marcos, este conjunto de piezas constituyen relieves grisáceos que toman a la chapa metálica como material fundamental. En ellos, la ausencia de cromatismo marca un punto de inflexión respecto a las primeras piezas de Marco.

 

Sal y alquitrán

Por su parte, Entre lo real y lo ilusorio apuesta por elementos cotidianos como una mesa, un sobre o unas cajas que “se metamorfosean” mediante el uso de materiales industriales como el zinc, el acero o el alquitrán. Se trata, pues, de “materiales duros” que se incorporan en la narrativa visual de la artista. A través de esta apuesta por la escenografía como hilo narrativo de su producción escultórica, Ángeles Marco se fue aproximando así a la idea de instalación. 

A continuación, la exposición llega a El tránsito, serie cuya protagonista indiscutible es la pieza Desembocadura, reconstruida especialmente para la ocasión con la ayuda de la galería Espai Visor, ya que la original se había perdido. Se trata de “una obra matriz” que Marco empleaba para poder expandir a través de ella el resto de su proceso creativo. Presentada por primera vez en 1987 en València, en el marco de la exposición Pasajes, parte de su carácter insólito está en la selección de materiales realizado por la autora: tablas de madera y varios kilos de sal. En ella, realiza una metáfora de los ciclos de la vida, de los tránsitos vividos por el material orgánico y, al mismo tiempo, propone una contraposición entre el mundo natural y el industrial. 

Junto a Desembocadura, se exponen también otras obras que hablan del posible deambular de un espacio a otro a través de pasadizos en la pared que no llevan a ningún sitio o puertas que “en lugar de invitar a entrar causan temor”. Se busca así una idea de extrañamiento similar a la trabada por algunos autores surrealistas. En este bloque, hallamos también una obra muy poco conocida, Paneles informativos, pantallas en negro que, a pesar de evocar al minimalismo, van mucho más allá, pues, pese su propio nombre, en realidad no informan de nada, “solo del aspecto de la materia que constituye su superficie”. Entre las piezas incluidas en este apartado también se encuentra Acera, un módulo situado en el suelo y repleto de alquitrán que amenaza con engullir silenciosamente al caminante, otro tránsito hacia el desasosiego y la desazón. 

Saltar al vacío… o no

 

Salto al vacío es, sin duda, uno de sus trabajos más célebres. En 1986, la autora diseñó un trampolín metálico con cerca de seis metros de saliente que debía ser ubicado en la cúspide de un campanario, “desde el que era posible asomarse al vacío, al abismo”. El proyecto fue rechazado por considerar que podía interpretarse como una promoción del suicidio. Esa idea de salto al vacío, nutrida fundamentalmente por la filosofía existencialista, vehicula gran parte del pensamiento de Marco y plantea cuestiones como el mismo abismo de la existencia, “la pérdida del equilibrio interior, de las certezas”. El fallido trampolín se convirtió en germen de otras piezas como Ascensor oblicuo o Abismos nº2. La idea de caer, ya sea en la propia desesperación o desde una perspectiva física, cristaliza en esculturas que simulan, por ejemplo, toboganes de caucho o palancas resbaladizas pero que también presentan reminiscencias funerarias. Estas concepciones centrarán gran parte de sus reflexiones a principios de los años 90. 

A partir de aquí, la creadora inicia su deriva hacia la performance. Muestra de ello es la instalación sonora “Entre” en la duda, que integra el apartado Suplementos: de una maleta suspendida surge una grabación de la artista en la que recita apresuradamente un oscuro texto sobre el concepto de suplemento. En realidad, se trata de una parodia de un escrito que ella misma había realizado años atrás. El péndulo de oro, la última pieza que realizó la escultora antes de fallecer da título a la última serie de la muestra. “A partir de su enfermedad, Marco comenzó una deriva hacia la espiritualidad y la metafísica. La estrella de este tramo final es precisamente una escultura móvil de tonos dorados que en un principio instaló en el castillo de Santa Bárbara de Alicante. La obra anticipaba el que podría haber sido su nuevo camino creativo, pues introducía el uso del color. 


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