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ENTREVISTA

Vincent Le Port: "Escribí y rodé un final para 'La gruta', pero no quise imponer mi idea al espectador"

El director de 'La gruta' se inspiró en textos de Roberto Bolaño y Pío Baroja para desplegar una película que lleva la premisa de género de terror a lecturas mucho más completas a partir de una dirección llena de talento

14/11/2016 - 

VALENCIA. El director francés Vincent Le Port ha recogido por primera vez para una sola película en las nueve ediciones de La Cabina (Festival Internacional de Mediometrajes de Valencia) los premios a la Mejor Dirección y a la Mejor Película por La gruta (2015). El film, que fue comprado por el canal francés ARTE tras su producción, era uno de los 25 trabajos seleccionados para la Sección Oficial que a lo largo de los últimos 10 días ha mostrado la realización de algunas de las historias más interesantes del cine actual, “haciendo uso de una libertad total, ya que no están sujetas a ningún tipo de criterio en su desarrollo más allá de la expresión artística”.

La gruta era una de las grandes candidatas a estos reconocimientos, aunque también habían alcanzado consideración entre jurado y público las películas Cariño, San Cristobal, Ameryka, The Mouth o La granja solitaria que logran distintos premios. El palmarés completo de la edición se puede consultar en este enlace.

Le Port, que ya estuvo esta semana junto a Zoé Cauwet, protagonista de la película, regresó este domingo a Valencia para recoger sus premios que además cuentan con 1.000 euros como galardón económico al mejor trabajo de la edición. Minutos antes de recibir el reconocimiento del festival, contestó a algunas preguntas para Valencia Plaza:

-¿Qué suponen para ti estos reconocimientos de La Cabina?
-Para mí ya había sido importante estar en la selección de películas. En el festival, más allá de que sea reconocido o no tu trabajo, tu film lo ven 300, 400 o 500 personas y eso es genial. Pero la profesionalidad del festival, de la producción, de cómo funciona es algo que me ha sorprendido. 

-¿Cuál de los dos premios te ha sorprendido más?
-Diría que al mejor mediometraje, pero me gusta que sea un premio a la Mejor Dirección y no al Mejor Director. Eso quiere decir que es un premio para la dirección de sonido, del montaje... 

-La gruta está inspirada en dos textos de Roberto Boña y Pío Baroja. ¿Cuáles son y hasta qué punto están presentes en la historia?
 
-El texto de Bolaño está extraído de un pasaje de Los detectives salvajes y en el caso de Baroja es de La cima. En el caso de Bolaño apenas es una idea inicial, porque el desarrollo de los personajes no hay nada. Es algo así como una premisa. De La cima la inspiración está relacionada más bien con el ambiente y la idea de una población aislada. En ese caso me inspiraba el aspecto nihilista del texto.


-La historia se desarrolla en un pasado reciente, pero tecnológicamente más adecuado para aceptar ciertos códigos que, quizá, el desarrollo tecnológico convierte en más difíciles de salvar en la historia. ¿Te preocupaba ambientarla en el presente?
 
-Pensé en ello, pero no en lo que se refiere al fondo de la historia, que hubiera sido la misma, sino más bien por los detalles que por supuesto me importan. Por ejemplo, cuando suena la campana o por el hecho de que usaran walkie en vez de teléfonos o que dentro de la gruta usaran una linterna y no la luz del iPhone. La película juega con códigos de fábulas, con aspectos que no son lógicos o coherentes, por lo que al final creo que no hubiera sido importante en exceso.

-¿Cuál es tu relación con el lugar donde se desarrolla?
-Hace unos cuatro o cinco años estuve haciendo una residencia de escritura allí; durante un año, yendo una semana de vez en cuando. Además, una de las personas del equipo tiene una casa a 500 metros de la gruta protagonista del film y una noche, mientras estaba allí editando una película, me perdí un poco entre bancos de niebla. Entonces me di cuenta que debía hacer algo allí.

-¿La han visto los lugareños?
-Hicimos una proyección, aunque no vino mucha gente. Luego, como la compró el canal ARTE, se emitió en televisión. Los dueños del camping, que es una pareja de hermanos de unos 70 años que aparecen de figurantes, la vieron en una semana cuatro veces y me dijeron que no les gustaba que no salieran más animales, pero es que no tenían nada que ver con la historia que yo quería contar. Por otro lado, es cierto que la gente de allí tiene muchas leyendas del lugar y personales sobre el sitio. De hecho, es como si todo el mundo tuviera su historia de cuando eran niños allí en torno a la gruta. 

-Sabemos que escribiste los personajes pensando en los actores. ¿Hasta qué punto tenían libertad de reinterpretar el guión?
 
-He escrito el guión y todos los diálogos, pero cada noche en función de lo rodado en el día volvía a reescribir el guión. Cuando eran escenas con diálogos, quedaba con los actores para leerlo. Veíamos si funcionaba o no y a veces limábamos un poco, incluso hemos hecho algún cambio grande, pero hay que tener en cuenta que no son actores profesionales, por lo que era importante hablar mucho y dejar que el texto se ‘pegara’ a ellos. No obstante, así es mejor para la historia, es más simple, minimalista incluso.

-¿Por qué en blanco y negro?
 
-La película se rodó en color, así que la edición del blanco y negro llego en el momento de la edición. Me di cuenta de que con el color, por el ambiente, era más naturalista. Yo quería algo fantástico, así que no quería que al espectador le pudiera parecer precisamente naturalista, así que es cierto que no me di cuenta de ello durante el rodaje, pero en la sala de montaje era evidente. También ayudaba a consolidar esa idea de tiempo indeterminado.

-¿Y por qué un mediometraje?
-Sabía que tenía que durar unos 60 minutos, pero también que tenía que durar más de 50 minutos. Con la primera edición la película duraba una hora y veinte minutos, pero en cuanto la pulimos quedó por debajo de esos 60 minutos. Por eso también luego optamos a las ayudas a cortometraje que obtuvimos.

-Una cuestión que llama tanto o más la atención que el blanco y negro es el diseño del sonido. ¿Hasta qué punto querías utilizarlo como una herramienta en la película?
-Mi intención era que únicamente hubieran voces y apenas unas sensaciones o ambientes alrededor como en las películas de Jacques Tourneur de los años 40 y 50. No obstante, no era suficiente para una película actual. Cuando llegamos a la sala de montaje la responsable de edición de sonido, con la que trabajo desde hace años, fue la que logró todos esos detalles, más ambientes, silencios... es un trabajo muy preciso. Es una virtud, pero gracias a ella y al equipo de sonido, porque grabó muchísimo y nos ofreció un montón de tomas y sonidos.

-Mencionas a Tourneur. Además de los textos de Bolaño y Baroja como inspiración, ¿tenías referencias cinematográficas claras?
-Jacques Tourneur y las películas Pícnic en Hanging Rock (Picnic at Hanging Rock - Peter Weir, 1975) y Un hombre que duerme (Un homme qui dort - Bernard Queysanne
 y Georges Perec, 1974). Especialmente los tonos de esas películas.

-¿El final de La gruta quiere contarle algo al espectador o quiere dejarlo abierto?
-La película tenía un final que fue rodado y que suprimí en la sala de montaje. Para mí la historia tenía cuatro desenlaces posibles y yo tenía claro cuál era 'el mío'; al final no quise imponer mi idea sobre la del espectador. 

-¿En qué estás trabajando ahora?
-Esto trabajando en dos películas: un cortometraje de ficción de unos quince minutos y un largometraje documental. Estoy rodando yo solo, haciendo tanto imagen como sonido, sin el menor presupuesto. Pero lo cierto es que también estoy con proyectos de largometraje de ficción sobre la mesa que estoy terminando de escribir.

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