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opinión

¿Es la raíz del populismo la desigualdad económica o la falta de cosmopolitismo?

El asesor de Inversiones de Renta 4 Banco analiza uno de los factores que los mercados financieros no pierde de vista: el auge del populismo 

5/09/2017 - 

VALÈNCIA. El populismo ha hecho cima en el Reino Unido, donde el UKIP ha conseguido catalizar el Brexit, y en EE UU donde ha irrumpido el presidente más improbable de la historia reciente de ese país. Mientras, en Holanda y en Francia parece que en las elecciones de este año la marea se ha contenido. No obstante, antes de analizar las causas de su resurgimiento deberíamos de definir qué es el populismo y, la verdad sea dicha, no es nada fácil conceptualizarlo. Por ejemplo, como publicó The Economist, Donald Trump es un populista que pretende construir un muro con México y expulsar a los inmigrantes sin papeles. 

Por otro lado, en España, el populista partido político Podemos propone terminar con los vuelos masivos de deportación, quitar las concertinas en las fronteras de Ceuta y Melilla, a la vez que cerrar los Centros de Internamientos de Extranjeros (CIEs). ¿Por qué, entonces, se consideran populistas propuestas políticas tan dispares? Bien, Cas Mudde, un profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Georgia, dio una definición sobre el populismo en 20042 que se ha convertido en una referencia ineludible. Según él es una ideología que “considera que la sociedad está separada en dos grupos homogéneos y antagónicos, ‘las personas puras’ versus 'la élite corrupta', y que argumenta que la política debe ser una expresión de la voluntad general del pueblo”.

Además, Mudde (2007) sugiere que la filosofía populista es un paquete de ideas muy amplio en el que los partidos de derecha europeos comparten tres rasgos centrales: el ser anti-establishment, el autoritarismo y un nacionalismo con tintes racistas. Primero, el populismo enfatiza la sabiduría y la fe en la gente común (la mayoría silenciosa), frente a un establishment 'corrupto'. Por ello, se muestra muy cínico con los agentes económicos y sociales de relevancia, bien sean grandes corporaciones, grandes bancos, políticos electos, élites científicas e intelectuales, etc… Segundo, los populistas muestran un carácter muy autoritario, favoreciendo a líderes fuertes y carismáticos que ejercen y asumen  el poder. Igualmente, prefieren consultas, referendos y plebiscitos antes que  los mecanismos ya establecidos de representación democrática. Por último, el populismo favorece el interés nacional frente a la cooperación internacional; promueve una única cultura ante el multiculturalismo, el cierre de fronteras ante la llegada de otras personas e ideas, así como el tradicionalismo frente al progresismo.


La pregunta interesante sería, ¿qué promueve el populismo? En el interesantísimo trabajo de Inglehart y Norris (2016) se citan la respuesta habitual y otra alternativa. La respuesta habitual y masiva ha sido la de subrayar la desigualdad económica dentro de una sociedad como la principal razón. Es cierto, hay una abundantísima literatura científica5 que expone cómo en Occidente ha crecido el PIB de los países, a la vez que  la desigualdad económica ha aumentado. Esto ha sucedido debido a una economía que cada vez se basa más en el conocimiento, en la robotización, informatización y automatización de procesos; en el colapso de la industria manufacturera, la pérdida de poder de los sindicatos, la globalización y las políticas neoliberales de austeridad. 

De acuerdo con esta tesis, aquellos ciudadanos que se han quedado atrás económicamente sienten una mayor inseguridad, lo que habría alimentado el resentimiento contra las clases políticas.  En consecuencia, ese estrato social formado por trabajadores poco cualificados, parados de larga duración, familias dependientes de subsidios sociales... Se habría vuelto muy permeable a esos mensajes que sitúan el origen del problema en la llegada de inmigrantes que se quedarían con los trabajos y las prestaciones sociales, lo que plantearía un escenario de elección entre 'ellos' y 'nosotros' hábilmente azuzado por los líderes nacionalistas.

Cosmopolitismo y multiculturalismo

Sin embargo, la otra explicación alternativa, en la que yo no había pensado y que me ha sacado de mi zona de confort (¡¡Gracias Inglehart y Norris!!), sería la de una reacción cultural por parte de la ciudadanía ante los cambios  sociales sobrevenidos. En suma, esta perspectiva argumenta que los niveles de seguridad que han vivido las sociedades occidentales después de la Segunda Guerra Mundial generaron nuevos valores como el cosmopolitismo y el multicultiralismo, la protección medioambiental o la igualdad de géneros. 

Pero, al mismo tiempo, se ha producido una respuesta 'enfadada' de parte de un segmento de ciudadanos que rechazan el ascenso de dichos valores 'progresistas', que lamentan el desplazamiento de normas  familiares tradicionales y que se sienten alienados y menospreciados por el resto. Por ejemplo, en 2016 la base republicana más extrema del Partido Republicano en EE UU promulgaba visiones muy estrictas sobre la familia, la homosexualidad y el género, solicitando a los legisladores que usen la religión cristiana como guía, animando a la lectura de la biblia en escuelas públicas, oponiéndose al matrimonio homosexual…


Así, en el análisis de Quah y Mahbubani (2016) sobre última elección estadounidense se muestra que el 53% de los licenciados universitarios estadounidenses votó por Trump. Igualmente, en su trabajo dividen a la población estadounidense entre aquellos que ganan menos de 50.000 dólares (36% del total) y más de 50.000 dólares (64%). En el primer tramo, el más pobre, gana Clinton con más de la mitad, pero en el segundo tramo, el 49% vota a Trump y el 47% vota a Clinton. Datos que contradicen la habitual narrativa de que Trump ganó gracias a un voto masivo de blancos pobres y con baja formación.

Para concluir, exponer que, por supuesto, estas dos tesis, que apuntan a razones económicas y psicológicas,  pueden ser complementarias, no excluyentes en una explicación holística de lo que actualmente pasa en las sociedades occidentales. De este modo, tendremos que esperar a leer nuevos trabajos para seguir aprendiendo. Aunque, no dejo de pensar que en Grecia hace miles de años se acuñó el término kosmopolitês, cosmopolita o ciudadano del mundo. Aquel que se ha movido o se mueve por muchos países y se muestra abierta a sus culturas y costumbres. Una palabra que definía al cosmopolitismo, esa ideología que dice que todos los seres humanos son parte una única comunidad y que se relacionan con otros sobre una base de respeto. 

Por ello, ¿qué nos diría hoy Diógenes de Sinope (412 a.c.)? El hombre que cuando fue preguntado de dónde venía respondió “Soy un ciudadano del mundo (kosmopolitês)”. Nada bueno, seguro.

Felipe Sánchez Coll es asesor de Inversiones de Renta 4 Banco (Oficina de Cullera)

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