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La nave de los locos  / OPINIÓN

Estatuas y estulticia

Como la Historia nos disgusta, retiramos estatuas y cambiamos el callejero de las ciudades. Esa es la reflexión de cierta izquierda indigente que tiene a Ada Colau entre sus principales representantes. En lugar de mejorar la calidad de vida de las personas, idean estas zarandajas para entretener a sus votantes. Con dinero público, por supuesto

9/04/2018 - 

VALÈNCIA. En vísperas de la llegada de la primavera, los barceloneses pudieron disfrutar con la última perfomance organizada por la alcaldesa Ada Colau. Cientos de curiosos siguieron la retirada de la estatua del primer marqués de Comillas, Antonio López y López, acusado de traficar con esclavos en el siglo XIX. No bastó con que operarios municipales descabalgasen al pobre marqués del pedestal; fue además necesario que el acto tuviese un tono festivo con un espectáculo del grupo Comediants. La presentación corrió a cargo de la conocida guineana Tamara Ndong. 

Ni que decir tiene que la alcaldesa gozó tanto ese día como cuando decidió retirar el busto de Juan Carlos I del salón de plenos municipal. Un juzgado ha ordenado a la señora Colau que sustituya la cabeza del rey emérito por un retrato de Felipe VI, pero ella ha dicho que nones y ha anunciado que recurrirá la resolución judicial. 

Después de tres años al frente del Ayuntamiento de Barcelona no parece que el sentir mayoritario de los barceloneses sea favorable a la alcaldesa. Razones no les deben faltar para su descontento. Colau es una mujer presa de una duda hamletiana: unos días se levanta independentista y otros, partidaria de un Estado confederal. Ella ha reconocido que es bisexual, y a la luz de sus actos y decisiones políticas concluimos que lo es. Tampoco existen certezas incuestionables de que la calidad de vida de los barceloneses haya mejorado con Ada Colau como alcaldesa. La vivienda sigue por las nubes y los salarios continúan por los suelos. 

En España la Historia se utiliza con ánimo de revancha y no con afán de concordia. Por eso seguimos chapoteando, como moscas de verano, en la charca de la guerra civil 

Pero esto no creo que le importe a la que fue activista destacada contra los desahucios (que, como todo el mundo sabe, han desaparecido). Colau pertenece a una izquierda, mayoritaria hoy en día, que aspira a cambiar la historia quitando estatuas y alterando el callejero de las ciudades. El pretexto es siempre la aplicación de la sectaria ley de la Memoria Histórica. El propósito último es mantener viva la capacidad de ensoñación del electorado progresista, que necesita agarrarse a un imaginario republicano y de izquierdas para sentirse moralmente superior a las derechas. Así de paso olvidan que, aun con uno de los suyos en la alcaldía, siguen igual de jodidos que siempre. 

La funesta moda de arrancar cruces, quitar estatuas y cambiar los nombres de las calles prueba la endeblez política e intelectual de gran parte de la izquierda. Cometen la torpeza de juzgar a los Reyes Católicos con la mentalidad de un hombre del siglo XXI. Si se molestaran en conocer la Historia, concluirían que la mayoría de las estatuas erigidas a personajes conocidos se corresponden, en España y en el resto del mundo, con grandes criminales o con gente de dudosa catadura moral. Por desgracia, hay pocas esculturas que recuerden a activistas veganos, feministas y defensores de la liberación animal, aunque todo se andará si Ribó y otros alcaldes como él repiten tras las elecciones municipales de 2019. Dios no lo quiera…

¿Por qué no quitar la estatua del Cid en València?

En España nos la cogemos con papel de fumar, todo lo contrario de lo que hacen los franceses, que levantaron un mausoleo a Napoleón, uno de los grandes criminales de la Historia, en Los Inválidos de París. Lo mismo cabe decir de los italianos con Julio César y de los macedonios con Alejandro Magno. Tres soberbios conquistadores que fueron a su vez grandes criminales. Pero tenemos ejemplos más cercanos. El Cid fue un mercenario que batalló a favor de cristianos y musulmanes. ¿Por qué no retirar, entonces, su estatua de la plaza de España de València? Podríamos añadir otros nombres como el de Ausiàs March, exponente de una nobleza insensible a la miseria del pueblo; el genocida Colón, que da nombre a la calle principal de la ciudad, y san Vicente Ferrer, que se venera en toda la Comunidad Valenciana pasando por alto su odio hacia los judíos. ¿Fue nuestro Jaime I un dechado de virtudes, un hombre sin tacha? 

 

La Historia sucede a pesar de nuestras mejores intenciones. Aceptemos, pues, el principio de la realidad. Deberíamos estudiarla sin prejuicios para no repetir los errores del pasado. Pero eso no ocurre en España, donde se utiliza con ánimo de revancha y no como medio para superar las diferencias entre compatriotas que piensan de manera diferente. Por eso seguimos chapoteando, como moscas de verano, en la charca de la última guerra civil. Hay interés por mantenerla viva, aun a costa de alimentar la confrontación entre españoles. Algunos políticos irresponsables juegan con fuego cuando atizan los vientos de la ira. España, como escribió el poeta, siempre ha vivido entre dos guerras civiles. 

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