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'Fuera de mapa': cuarenta y ocho lugares asombrosos para redescubrir el mundo

Cementerios habitados, ciudades subterráneas, rotondas apátridas, islas de espuma, espacios de excepción, lugares efímeros, laberintos, aparcamientos... Bienvenidos a los lugares más inverosímiles del planeta

11/09/2017 - 

VALÈNCIA. Entre la India y Bangladesh el ser humano ha rizado el rizo de la división fronteriza erigiendo un monumento a la ruina y a la confusión identitaria de nombre los chitmahals. Estos territorios, auténticas anomalías que por fortuna, comenzaron a desaparecer en dos mil quince, son producto de los juegos caprichosos de la aristocracia terrateniente de la región. Los chitmahals son enclaves -en el mejor de los casos-, es decir, porciones de un estado dentro de otro (por estos pagos tenemos un ejemplo en el Rincón de Ademuz). En un caso algo peor, son contraenclaves: un enclave dentro de otro. En el peor de los casos adoptan la forma del contra-contra-enclave Dahala Jagrabari, una matrioska territorial única en el mundo consistente en siete mil metros cuadrados de la India situados dentro de una aldea bangladesí que, a su vez, está en el interior de un enclave indio en el territorio de Bangladesh.

El caso de los chitmahals es tan inusual como desastroso: su población se ha visto históricamente abandonada por sus -teóricos- respectivos gobiernos y sometida a condiciones de vida miserables: hasta tal punto alcanza su situación dimensiones kafkianas que una de sus dificultades más comunes era la que se derivaba de tener que tramitar documentos para moverse por el país en un anillo más allá de aquel en que residían, siendo imposible legalmente cruzar el territorio vecino sin este documento. Solución a esta pesadilla burcorática: alquilar un cónyuge del país de al lado para que les acompañase en el brevísimo viaje. Por fortuna, no todos los territorios únicos son como los chitmahals, al contrario: nuestro planeta está sembrado de rincones, espacios y demarcaciones sin igual con la capacidad de convencernos de que redescubrir el mundo es posible y apetecible, que no todo ha sido conquistado, que todavía quedan coordenadas que han esquivado a los cartógrafos, que la exploración es una inquietud con futuro sin tener que mirar forzosamente a las estrellas y más allá de ellas.

La necesidad de devolverle la magia a la geografía, la voluntad de escapar de la globalización y una pulsión topofílica -de amor al lugar-, han llevado al geógrafo y escritor Alastair Bonnett (Inglaterra, 1964) ha componer Fuera del mapa, una fabulosa antología de escenarios casi imposibles que ha atracado en las librerías con una edición impecable de la factoría de ediciones impecables Blackie Books. Todo apunta a que va a salir de los anaqueles tan rápido como ha llegado, y no es para menos: los libros siempre han sido una forma de evadirse, pero es que con este tipo de publicaciones, herederas de las narraciones de expediciones y otras gestas de las que completaron nuestros mapas, no es que nos evadamos, es que logramos desaparecer de la habitación, parque o bar en el que hayamos iniciado la lectura, y a la que nos damos cuenta la estamos siguiendo en destinos impensables, a los que Bonnett nos transporta capítulo a capítulo, sección a sección.

El recorrido se inicia con una finta: el título del capítulo dice que hemos llegado a Sandy Island, pero su autor nos informa rápidamente de que tal lugar no existe. El veintiséis de noviembre de dos mil doce Google Earth la eliminó del mapa tras ser descubierto el error -de más de un siglo de vigencia- por una embarcación hidrográfica australiana. Con este arranque Bonnett nos advierte de algo que ya especifica en la introducción del libro: los lugares que visitaremos no han sido seleccionados por su espectacularidad, sino por su poder para provocarnos y desorientarnos. Fuera de mapa no es simplemente un compendio de lugares insólitos: en sus páginas el concepto lugar se amplifica permitiéndonos acceder a mucho más de lo que esperábamos encontrar. Así, iremos a la nueva Meca, la Makkah, más camino del resort que de ciudad sagrada después de que el noventa y cinco por cien de la ciudad original haya sido arrasada por el deseo saudí de borrar de su rico pasado toda referencia a culturas e interpretaciones del islam poco convenientes. La antigua Meca es ahora una idea sobre la que se superpone una nueva concepción, un mapa hecho jirones bajo la piel de un nuevo mapa, frío pero resplandeciente.

Pocos creerán que más allá de San Borondón, la misteriosa octava isla canaria que aparece y desaparece en la leyenda, y otras de su especie, existan islas reales con la facultad de materializarse y posteriormente volverse invisibles, pero Bonnett nos descubre que sí, y que sus irrupciones en el mapa son más frecuentes de lo que seguramente imaginamos la mayoría; en el golfo de Bengala el fenómeno es bien conocido, pero no solo allí: de las aguas del golfo de Vizcaya emergió en dos mil nueve la que los franceses bautizaron como l'île mysterieuse. En Kazajistán y Uzbekistán nos toparemos con otra terrible desaparición: lo que fuese el bello, nutritivo y balsámico Mar de Aral, el cuarto lago más grande de la Tierra, es ahora un gigantesco y polvoriento desierto conocido como el desierto de Aralkum. Y del aislamiento de las poblaciones antaño pesqueras y ahora perdidas en el desierto, pasaremos al aislamiento voluntario de la ciudad de Zheleznogorsk, cuyos habitantes han decidido protegerse de la Rusia moderna mediante un cordón de seguridad que les garantiza mantener algo de su estatus soviético perdido de ciudad secreta.

Que los seres humanos hacemos de casi cualquier espacio un hogar -por gusto o por necesidad- da fe el capítulo dedicado al Cementerio Norte de Manila, en el que ya se han instalado entre tres mil y seis mil personas pertenecientes a las clases más pobres del país, ya de por sí tremendamente pobre. Muertos y vivos comparten residencia, más miserables los segundos que los primeros. En Fuera de mapa abundan las paradojas: frente a las ambiciones expansionistas de tantas naciones, el rechazo de Egipto y Sudán a incluir los dos mil kilómetros cuadrados de desierto rocoso de Bir Tawil dentro de sus fronteras. Tampoco quiere nadie vivir en la Ciudad Nueva de Kilamba construida por China en Angola: diseñada para acoger a un millón de personas, cuenta con diez escuelas y más de setecientos bloques de ocho pisos. Su población total es cero. Y qué hay del crucero The World, un síntoma de esa tendencia a la que Robert Frank dio el nombre de Riquistán, fletado en dos mil dos como ciudad flotante para dar rienda suelta a la opulencia secesionista de los más pudientes. ¿Y qué hay de las naciones/festival efímeras como Nowhere en los Monegros, el Burning Man, o el todavía más inaccesible, el noruego Traena? Fuera de mapa es un extraño viaje de casi cincuenta paradas que nos permite entender que el planeta que pisamos es un lugar mucho más misterioso de los que nos dicen las guías de viaje, los itinerarios preestablecidos y los endebles límites dibujados sobre el papel.


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