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EL PEOR DE LOS TIEMPOS / OPINIÓN

Globalización y desigualdad (i)

  

La globalización debemos considerarla un dato, un hecho, más que una opción

25/09/2016 - 

Durante el aún reciente verano han sido numerosas las entradas en blogs (voxeu, Project Syndicate, por ejemplo) o los artículos de opinión que han aparecido sobre la globalización, sus efectos y sus riesgos. De hecho, también ha sido un tema central en la Cumbre del G20 en Hangzhou, en cuyo comunicado hace unos días la principal preocupación es la toma de medidas coordinadas para lograr un crecimiento global estable y sostenible. Da la impresión de que se ha convertido en la razón que explica desde el 'Brexit' a la crisis de los refugiados. Por ello, voy a dedicar dos entradas consecutivas a este tema. La primera más conceptual y la segunda más coyuntural. Comencemos por preguntarnos ¿qué es la globalización? ¿cuándo empezó? ¿va a suponer un aumento de la desigualdad en el mundo en general y en nuestro país en particular?

La globalización no es algo nuevo y ha ocurrido a lo largo de la Historia en diversas oleadas. Se trata de un proceso de interacción e integración entre personas, empresas y naciones, normalmente impulsado por el comercio y la inversión internacional. En la actualidad, el rápido progreso de las tecnologías de la información lo han ayudado y acelerado. 

Tradicionalmente se sitúa el comienzo de la primera oleada de globalización de la época moderna alrededor de 1870 y se atribuye su desarrollo tanto a las mejoras tecnológicas en el transporte (barcos de vapor transoceánicos, el telégrafo transcontinental) como las políticas que favorecieron el libre comercio (la solidez del patrón oro y los acuerdos bilaterales de libre comercio). Un trabajo reciente (de Michel Fouquin y Jules Hugot) situaría el inicio incluso antes, hacia 1840, debido a la estabilidad política resultante del Congreso de Viena, la reducción unilateral de aranceles de Gran Bretaña y la creación de uniones aduaneras en Europa continental. Sea como fuere, el período de entre-guerras supuso su fin, como puede verse claramente en el primer gráfico. De hecho, el grado de apertura de las exportaciones (% de exportaciones respecto al PIB) descendió en la Gran Depresión a niveles del siglo XIX y no volvió a recuperarse hasta los años 60. A partir de mitad de los años 70 comenzaría la actual oleada de globalización, también gracias a los avances tecnológicos y, en buena medida, a las negociaciones multilaterales para reducir las barreras comerciales en el seno del GATT o, tal y como se conoce actualmente, la Organización Mundial de Comercio (OMC). 

Algo más tarde, el auge del regionalismo, esto es, la formación de áreas regionales libres de restricciones comerciales, ha consolidado el proceso. De forma paralela, junto a la integración comercial, también los mercados de capitales se liberalizaron para facilitar los intercambios en las dos ocasiones. Es indiscutible que en ambos periodos la globalización ha ido asociada a crecimiento y prosperidad en todo el mundo. Eso no quiere decir que dicho crecimiento haya sido siempre equilibrado, por supuesto.

Incluso antes del inicio de la crisis financiera internacional, en 2007, el FMI publicó ya un estudio sobre los efectos de la globalización sobre la desigualdad. Con la excepción de los países con menor renta (donde la desigualdad se habría reducido) la desigualdad habría aumentado en la mayoría de los países del mundo. Sin embargo, serían las diferencias en progreso tecnológico las mayores fuentes de desigualdad y no tanto la globalización. Muy al contrario, la globalización comercial habría tenido un efecto positivo: en los países más ricos, las importaciones (más baratas) procedentes de países menos desarrollados habría reducido la desigualdad y el aumento de las exportaciones y la disminución de los aranceles habría mejorado la distribución en los países menos avanzados. La inversión extranjera directa (IED) habría contribuido a aumentar la desigualdad, pues las entradas de capital suelen suponer la contratación de trabajadores cualificados, mientras que las salidas de capital desde los países avanzados reduce el empleo menos cualificado. 

"Son las diferencias en progreso tecnológico las mayores fuentes de desigualdaD. DE HECHO, la globalización comercial habría PODIDO tenER un efecto positivo"

No obstante, la respuesta adecuada no es suprimir la IED o evitar el cambio tecnológico, sino que los posibles efectos negativos podrían paliarse si se mejora la educación y la formación de la mano de obra. Por último, la mayor integración financiera, un factor que aumenta en principio el crecimiento, tendría un impacto negativo sobre la igualdad, debido a que los segmentos relativamente más pobres y más ricos tienen un nivel de acceso muy distinto a la financiación. En este caso, microcréditos u otros mecanismos que mejorasen dicho acceso podrían paliar el efecto negativo.

Hace unos días apareció en voxeu un artículo de Miguel Niño-Zarazúa, Laurence Roope y Finn Trap, quienes también relacionan globalización y desigualdad. Después de la crisis financiera mundial, ha aumentado el descontento entre las clases media y baja del mundo desarrollado, achacando el aumento de la desigualdad y la falta de oportunidades a la globalización. Utilizando el índice de Gini (cuyo valor es 0 en una sociedad donde todos son iguales y 1 en otra donde toda la renta pertenece a una sola persona) calculan la desigualdad absoluta y relativa. Como puede verse en el gráfico 2, la desigualdad relativa ha disminuido en los últimos años, mientras que la absoluta ha aumentado. El primer efecto se debe, principalmente, a que se ha reducido la desigualdad entre países, mientras que la mayor desigualdad absoluta se debería a mayores diferencias dentro de los países. 

En los últimos 40 años, en buena medida en países como China e India que han crecido gracias a la globalización, 1000 millones de personas habrían salido de la pobreza. Por tanto, no se trataría de frenar la globalización con el fin de reducir la desigualdad absoluta, porque empeoraría la relativa. Ellos proponen atender ambos objetivos conjuntamente, pues son complementarios. Con el fin de paliar los problemas de los más desfavorecidos en los países desarrollados, nuevamente la solución es mejorar la educación y la capacitación de los ciudadanos, adaptándolos a los retos de un mundo integrado y global.

Así pues, la globalización debemos considerarla un hecho, un dato, más que una opción. Lo que podemos pedir a los gobiernos y a las organizaciones internacionales son dos cosas: por un lado, que su gestión sea lo más eficiente posible (que reine el “buen gobierno”) y, por otro, que se pongan los medios para que los individuos tengamos acceso a los medios para tener la mejor formación posible y poder beneficiarnos del mundo globalizado.

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