clos terrés

Guía breve de la Valencia galante

Un puñado de restaurantes, barras y terrazas donde enamorarse. O mejor: donde intentarlo

| 01/07/2016 | 3 min, 57 seg

Yo nunca (ejem) he usado a los restaurantes para aquello de concretar el acercamiento romántico, más bien todo lo contrario. O sea, ya que estamos, al menos comer bien, ¿no? (y así me va); la cuestión, que hace no tanto un puñado de periodistas (precisamente en Vertical, uno de los restaurantes del cap i casal más proclives al pecado) disertábamos sobre qué restaurantes son más dados al galanteo. A la tontería previa a los arrumacos, o sea.

No es tan fácil la cuestión, especialmente ahora, tal y como está el patio —que aquí cada uno es de su padre y de su madre, no obstante había que intentarlo. Total, que aquí están (también, como sincero homenaje a mi querido Ignacio Peyró) éstos son los diez restaurantes de Valencia donde reblandecer corazones y allanar el terreno al romanticismo. Donde olvidarse de protocolos (¿qué pensará de...?) y dejarse llevar por el vino, la piel y el calambre.

Flores en Nozomi

Nozomi

Nozomi es tan perfecto como primera cita que hasta puede (debe) sospechar, ¡y no debe!. Todo funciona aquí: espacio, servicio, carta de champagnes y cena tan perfecta como ligera. Y es que no es momento una primera cita para un cochinillo en El Tristón. ¿No o qué?

Vertical

Creo que hasta Metrópoli le galardonó con el (un poco ñoño) título de Restaurante más romántico de España. La cocina de Jorge de Andrés, cada vez más relajada (a veces, ya ves tú, sienta bien perder una Estrella Michelin) y esas vistas nocturnas de Valencia desde la 9ª planta de Confortel ante las que solo cabe rendirse.

Tora

¿O qué pensabais, que todo iban a ser locales gastronómicos y arruinarte con la cuenta? Yo soy partidario de extremos —o lo más asquerosamente elitista de la ciudad o el antro más ruidoso. En esta segunda categoría entra de lleno Tora, la taberna Izakaya de Sonia y Koji: jaleo, autenticidad y no más aire del necesario. Mejor cerquita.

Qué vistas

Vinícolas by Raúl Aleixandre

Partamos de la base de que has hecho los deberes y conoces “un poquito” a la partenaire. No podemos caer en un error tan obvio como llevar —yo qué sé— a Teresa Rodriguez a Santceloni o peor, a Tamara Falcó a La Pascuala (¿Te la imaginas, jodiéndose un bocata grasiento de carne de caballo?). En fin, que si la compañía es adecuada, pocas noches de verano tan apetecibles como la brisilla de la terraza de Vinícolas...

Arrosería Duna

Yo de entrada no soy mucho de una paella como preliminar a la tontería; demasiado exceso, yo qué sé. Lo de mezclar arroz y amoríos —no lo veo. No obstante, hay excepciones, y este clásico de la familia Brandez pide a gritos una sobremesa con copazo y sin prisas. Y cañas y barro. Y todo.

Origen Clandestino

Tres razones traigo: la pequeña barra exterior, perfecta para un primer trago (y tu éxito, mendrugo, depende muy mucho de esos tragos), lo bien que trabajan la coctelería en la casa de Junior y por supuesto su cocina: cosmopolita, urbana y anclada al sabor. Es fácil ser feliz aquí.

Maipi

¿Primera cita? Barra. Un axioma que no sé por qué no ha terminado de cuajar en Valencia. En fin, que nada mejor que una barra: las distancias se acortan, la mano se escapa a la pierna (perdón) y las gambas del Maipi siempre están frescas (eso sí, reza porque Gabi no tenga uno de “esos días”...). Cómo nos gusta Maipi.

Casa Montaña

Yo al Paseo Neptuno, a cenar, no me acerco ni aunque me paguen (es un decir, claro). Ya me entendéis: hay que hacer algo con esta Valencia tan poco marinera (paellas con guisantes, pizzas y gin tonics con floreros), pero hasta entonces, hay que refugiarse en el magisterio de Emiliano Montaña en esta bodega centenaria de El Cabanyal. Y en sus habas.

Ley y orden

Aquarium

Con dos cojones. De aquí, o a casa o la sacristía.

El Poblet

¿Has cenado en Quique Dacosta? O sea: comportarte como una alimaña (en el amor y en la guerra...) y recurrir al name dropping, a la épica de lo extraordinario, al tan miserable “Ah, ¿que no te han llevado”?. Y además, narices, que se cena como Dios.

Como conclusión, un ruego: no nos tomemos tan en serio esto de la gastronomía. Al fin y al cabo, esto iba de ser feliz un rato, ¿no creéis?


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