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EL MURO / OPINIÓN

“Inofficial”

Vivimos cambios. Y en ellos está participando de forma activa desde hace mucho tiempo la sociedad civil que quedó apartada de las supuestas políticas neoliberales y se ha reactivado culturalmente por sí misma

17/01/2016 - 

Desde hace años la cultura “off”, para diferenciarla semánticamente de la “in”, que es la oficial,  ha ido ganando un gran protagonismo en nuestro espacio más próximo. Siempre ha estado presente, aunque desde hace un tiempo su visualización haya sido mayor. Seguramente porque la proliferación es continua y pujante. Se ha ganado la confianza de los medios, absorbidos, o más bien abducidos, por la presión institucional, como todo lo relacionado con el establishment y la economía de supervivencia. La cultura off tiene una gran función, la misma que permite a la sociedad civil ser visible y ofrecer otras propuestas.

Ningún movimiento alternativo, en ninguna rama de la cultura, ha nacido bajo el paraguas del poder, aunque haya terminado fagocitada. Siempre, siempre, aunque calladamente y sin algarabías innecesarias, pese a las presiones del sistema en su intento de acabar con ellas, que esa es otra. De hecho, lo “off” ha dado vida a lo “in”, e incluso los “off” se han subido en muchos casos a lo “in”, tanto en lo que corresponde a la música clásica, el rock, la literatura y más aún en el teatro, que siempre ha viajado a contracorriente y se ha caracterizado por ser, de momento, el menos condescendiente y sí el más contestatario. Aunque llegaron las subvenciones.

Viene justificada esta introducción en un interesante reportaje que hace unos días publicaba mi compañero y amigo Salva Enguix en el diario 'La Vanguardia', sostenido con la presencia de otras voces externas -Eugenio Viñas y Vicent Baydal-, aunque complementarias, sobre el florecimiento de una cultura al margen de los senderos y vaivenes oficiales. Estoy de acuerdo en muchas de sus reflexiones, pero también mantengo cierto desacuerdo sobre algunas de sus conclusiones, sobre todo de rearme político. Cuestión de tiempo. Provocan que lo justifique con racionamientos teóricos a los que otros no entran por cuestiones mercantilistas o de supervivencia. 

No sé si el sistema seguirá permitiendo que la alternativa acabe definitivamente con los planteamientos institucionales, a los que la sociedad ha ido dando la espalda de forma paulatina POR SU CULPA

Un cambio de gobierno no siempre es detonante añadido de un renacimiento cultural, aunque con el tiempo pueda y deba hacerlo. Tampoco determina de por sí las causas que lo justifiquen o expliquen. No sé si el sistema seguirá permitiendo que la alternativa acabe definitivamente con los planteamientos institucionales, a los que la sociedad ha ido dando la espalda de forma paulatina, por su propia culpa, después de años de presión y desenfreno. No tendría sentido, ni es su sino, actuar como referente o complemento de motivación. 

Aún así, para resumir tiempos pasados usaré una frase del sociólogo Zygmunt Bauman, dejada caer en una entrevista en el diario “El País”: “La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus promesas”. Nos sirve. Por ejemplo en este caso, aunque añadiría que les ha servido a infinitos para crearse un falso currículum que ya no les conducirá a ningún escaparate.

Nueva economía social

Si la cultura “off” ha ganado tanto protagonismo y respeto en los últimos años de desmemoria y abordaje ya no es sólo por su aportación, que también, sino porque se ha convertido en el verdadero motor de una nueva economía social que no se ha visto reconocida por los poderes fácticos y menos institucionales. Pero con el agravante de que ha sido el poder político quien, en su loca carrera hacia el control absoluto, ha ido menospreciando y minando cualquier otra realidad posible que no fuera la suya. Y lo ha hecho de la forma que mejor sabe hacerlo, a base de comprar voluntades, marginación, clientelismo y la indiferencia más absoluta. Ejemplos tenemos. Hemos llevado legislaturas en las que la cultura oficial era sinónimo de talonario, despreocupación y volatilidad. Y si no, echemos la vista atrás para comprobar qué nos queda de nuestro pasado más reciente.

La cultura oficial lo ha borrado casi todo, ahogando extremos y aceptando complacencias. Así que la salvación ha sido a base de rearme social e intentando salvar lo que nos interesa o preocupa a los apartados de la lógica política y el dominio económico. Siempre recordaré una frase del ex presidente de la Academia de San Carlos y Catedrático de Estética, Román de la Calle: “El poder cree que la cultura es suya porque la paga”. Pero con nuestros impuestos, añado de nuevo.

¿Qué hacer en el futuro? ¿Seguir con el clientelismo y la donación más sencilla en forma de subvención? ¿Aplicar nuevas fórmulas de cogestión? ¿Sumar políticas sociales?

Llegados aquí, y a la espera de una nueva actitud oficial, que todos esperamos y de la que se ofrecen ciertos síntomas, la pregunta sería qué hacer en el futuro: ¿Seguir con el clientelismo y la donación más sencilla en forma de subvención?; ¿Aplicar nuevas fórmulas de cogestión, sumar políticas sociales o volver a una gestión de choque sobre soluciones inmediatas a corto/medio plazo, pero sin estar subyugados a una necesidad política y/o económica de tiempos y rendiciones? 

Ese modelo del control absoluto de los medios, la economía y la determinación no sólo ha fracasado sino que ha terminado viciado debido a la manipulación y degradación de intereses partidistas y espurios. Por todo ello, nuevas vías y tesis desde las que plantear alternativas al margen de lo establecido. 

En la Comunitat

Lo que ha ocurrido en este autonomía es que las supuestas políticas neoliberales aplicadas en los últimos lustros, esto es, nosotros ponemos los mecanismos para que el entramado cultural se sostenga y desarrolle, ha sido aplastada por una lógica que más bien tenía tintes estalinistas. Sí, pura contradicción; largo tiempo en el poder, ausencia de relevos generacionales y sobre todo inexistencia de nuevas ideas. 

El poder somete, y ha sometido hasta ahora a quien le podía hacer sombra. Sin contar con nadie más que los suyos. Y si además tiene el dinero, entonces decide y ordena. O sea, decido qué expongo, a quién, qué obra programo, a qué dramaturgo, con quién trabajo, a quién invito, qué edito… Decido qué es válido o qué no lo es, aunque no tenga criterios objetivos. Manipulo intelectualmente y no dejo pensar. Y, además, suprimiendo cualquier atisbo de complicidad, más o menos, eliminando consejos asesores, algo independientes, que en algún momento podían levantar la voz y mostrar un cierto desacuerdo. Así, durante muchos años.

En esta autonomía, muchos cargos de la parcela cultural se han mantenido en uno u otro puesto político por espacio de más de quince años.Sin cambios de equipo, renovación de ideas y menos aún dispuestos a la sugerencia. Sólo hay que mirar las caras que nunca cambiaron y acabaron convertidas en imágenes fijas. Cualquier joven explica que si no acude a este u otro espacio es porque no le ofrece aquello que viaja con su tiempo. Eso es lo que ha aportado la cultura “off”. Un atrevimiento a su tiempo, un riesgo, la posibilidad de expresión, de creación…y sin necesidad de millonadas para salir al paso o lucir palmito. Que es de lo que se trataba en su día. Y con coche oficial a la puerta.

Hemos sido testigos de gobernantes capaces o no, y no siempre de uno u otro rango, que han disfrutado de una verdadera capacidad de maniobra. Así que el sometimiento ha sido una clave de la gestión. O sea, si no estabas conmigo, lo hacías contra mí. De ahí la respuesta social y sus afortunados resultados. Es para tomar nota y evitar equivocaciones. 

Quien gestiona no ha de estar preocupado en lo que a él le preocupa sino en lo que quiere y necesita la sociedad, que es lo importante, el objetivo. Lo demás es una dictadura silenciosa que  ha dejado como resultado sectores divididos o arruinados por miedo a perder el tren de la subvención y mucha pleitesía acomodada pero volátil. Que nadie se extrañe cuando alguien pregunte qué nos queda de lo público y otros respondan, parte de la nada.

La cultura “off” no nace, queridos amigos, por un cambio político sino por una respuesta social y cultural ante un momento político que se iba agotando y dejó de estar interesado en escuchar más de lo mismo. Y también que se creía más que acertado porque controlaba los mecanismos del poder –sobre todo su economía- y no dejaba participar salvo a quienes se dejaban manejar o preferían dejarse llevar.

Así que hay que entenderla como una respuesta valiente que se ha de agradecer y ha dado una lección que no podemos olvidar, aunque ya hayamos olvidado una parte del pasado convertida en algunos casos y en determinados momentos en pesadilla. La sociedad civil sí existe y también tiene opinión e ideas. Y es más que capaz de abrir nuevos senderos. No se puede desatender. Ni debe ser manejable.

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