12,90

La Línea: estilo cotidiano

| 07/04/2017 | 2 min, 55 seg

VALÈNCIA. "Del éxito se extraen pocas conclusiones. Por eso pienso que los que continúan teniendo éxito, de forma continuada, es porque nunca se plantean haberlo alcanzado". Eso dijo Ricard Camarena en una charla hace tan solo unos meses. La idea nos sirve para justificar que, cuando nos ponemos a hablar de restaurantes alimenticios, de aquellos que dan de comer bien a su entorno más inmediato (que ya es mucho), también existe la posibilidad de morir de éxito. Morir en vida, incluso, oxigenado por permanecer en una zona de buena afluencia de público, pero anquilosándose irremediablemente por este mismo motivo.

La zona del Hospital Clínico, que también lo es de no pocas facultades de la Universitat de València, de su campus deportivo o del Colegio Alemán, entre otras entidades, es también una zona residencial de cierta densidad. Los flujos de audiencia han mantenido a no pocos restaurantes enclaustrados en la misma propuesta con la que abrieron la persiana en los años 60 o 70. Ese fue el principal motivo por el que cuatro nativos del entorno, entre los 30 y los 40 años, decidieron emprender en el mundo de la hostelería con La Línea.

Este restaurante situado en la calle Bachiller número 22 siempre ha tenido claro qué ofrecer: una cocina fusión a partir del producto y recetario español, pero con aristas capaces de estimular y aportar algo al lugar. También, con un marcado carácter estético, con un punto de clase de colegio que se ve en las sillas y el diseño de las cartas, pero que es solo un gesto capaz de diferenciarle del entorno. "Nuestra sensación era que faltaba un restaurante en el barrio al que nosotros quisiéramos ir. Era habitual que sí querías tener una comida en el barrio, una comida no demasiado gastronómica, te fueras al centro de la ciudad a comer".

Qué comer

Así lo ven los cuatro socios de La Línea que por poco más de 10 euros han impuesto un menú de mediodía imbatible. Pese al peso de la estacionalidad en la zona, con veranos algo más complicados para toda el área, La Línea ha conseguido una clientela fija que les "exige. No nos podemos permitir mantener la carta, así que hay una rotación constante de platos para mantener el interés de un público que ya hemos consolidado". En poco más de dos años, el concepto de cocina fusión se ha entendido, pero con un precepto que define su actual asesor gastronómico, el chef Sergio Rozas: "es una cocina fusión, con producto fácil de reconocer y algunos toques sudamericanos y japoneses".

Escuchar a las estaciones y los precios en el mercado sirven para equilibrar un menú que se ha hecho sostenible a base de llenar su sala. De noche, las propuestas se enfatizan llevando al restaurante a una posición gastronómica medio escalón por encima. De hecho, su aparición en esta querida sección de 12,90 es una excusa para conocerlo en su concurrido mediodía. El mediterráneo siempre se filtra en alguna de sus propuestas, además de unos postres caseros que mantienen su altura. En definitiva, un restaurante de barrio de buena comida casera con un punto salpimentado de atrevimiento con alguna técnica o aderezo que jamás oculta el origen del producto. 

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