GRUPO PLAZA

UNA DISCIPLINA COMO FILOSOFÍA DE VIDA

Los "ninjas del asfalto" reclamarán al Ayuntamiento la instalación del primer parque de parkour de València

La asociación Valencia Movement y la escuela R-evolution están detrás del crecimiento imparable de la comunidad de traceurs en la ciudad

6/07/2017 - 

VALÈNCIA. Los encontrarás, desplazándose como gatos, en el Parque de los arquitectos Calvo, frente al Palau de la Música; en la rotonda de la Plaza de Zaragoza; en las ruinas del viejo hospital de los Pobres Inocentes; en la Plaza Pedagogo Pestalozzi o en los Jardines de Viveros. Donde nosotros vemos tejados, muros y barandillas, ellos ven un campo infinito de juego. Cualquier obstáculo, cualquier desnivel, es un reto que han superar con la única ayuda de su propio cuerpo. Saltan, se cuelgan y se lanzan en plancha, hilando una coreografía fluida que aspira estéticamente a la economía de movimientos y a la naturalidad.

Hablamos, claro está, del parkour. Una disciplina reconocida, respetada y popularizada en países como Reino Unido, Dinamarca o Estados Unidos, pero que en España continúa en estado embrionario. Como toda actividad eminentemente juvenil y subcultural, el parkour ha ido tejiendo hasta ahora su red social de forma radicalmente independiente y fuera de los circuitos oficiales. 

R-evolution School

La comunidad del parkour en València no ha parado de crecer en los últimos años. En estos momentos, se calcula que lo practican cerca de 200 chicos y chicas con edades medias comprendidas entre los 16 y los 20 años. Su principal puntal es la asociación juvenil Valencia Movement, donde se organizan cada mes talleres gratuitos y cursos extraescolares, y la academia R-evolution School, con sede en el barrio de Ruzafa y abierta al público desde el pasado otoño. Carles Vera, estudiante de Ciencias Políticas de 22 años, es uno de los socios fundadores de esta escuela pionera en España, que él define como un “gimnasio sin máquinas, pensado para el entrenamiento funcional”. En lugar de mancuernas y bicicletas estáticas, aquí se dispone de barras, telas aéreas, un rocódromo y una piscina de gomaespuma. Es el entorno de seguridad donde se inician niños y niñas a partir de los cinco años, pero donde también ha comenzado desde cero un alumno de 42 años. “Empiezas aprendiendo a saltar un murito pequeño de medio metro, y llegas hasta donde tú quieras. El reto es mental, no físico”, remarca Carles. Solo es peligroso si lo practicas sin tener ni idea y saltando por la calle fijándote en gente muy experimentada que has visto en Youtube”. 

Foto: EVA MÁÑEZ.

Nos encontramos con un grupo de ocho traceurs en un rincón de los Jardines de Viveros situado cerca de las ruinas del antiguo Palacio del Real. Es uno de los spots donde se practica cada fin de semana, durante horas, los movimientos básicos del parkour: pasavallas, reverso, paso del ladrón, salto del gato, etcétera. Carles, el más experimentado del grupo, se introdujo en este mundo a los doce años. “Yo era el típico niño que patinaba y al que le gustaba explorar. Un día vi a unos chavales saltando en el Parque Gulliver. Me llamó la atención porque era como jugar a correr por el parque, pero con más herramientas. Me enamoré enseguida –recuerda-. Me costó mucho aprender porque no me enseñó nadie y yo era muy torpe. Ahora que hay una comunidad más grande y escuelas como la nuestra, los que aprenden se caen menos y aprenden más rápido”. 

Concierto de Madonna con exhibición de traceurs

Difícil de definir

Una de las bellas particularidades del parkour es la dificultad de “embutirlo” dentro de cualquier ámbito convencional. No es un deporte, porque no está sujeto a normas, no tiene como fin la competición y no se juega dentro de un campo preestablecido. Tampoco es un baile, aunque haya inspirado coreografías y videoclips para artistas como Beastie Boys, Madonna o Justin Timberlake. No es de ningún modo una práctica concebida para escapar de la policía o perseguir a “los malos”, aunque haya traceurs (que es como se denomina a los practicantes) que trabajen como especialistas para el rodaje de escenas peligrosas en el cine. Podríamos resumir que el parkour es el arte de desplazarse de la forma más “eficiente” posible, demostrando la capacidad de adaptarse a cualquier entorno urbano o natural. Sin embargo, la abundancia de saltos mortales y acrobacias obliga a matizar esta definición en su significado más literal. 

El parkour (término francés que significa “recorrido”) es algo más. Dicen los que de verdad saben de esto que es un método de entrenamiento holístico, que tiene como objetivo convertirte en una persona “más fuerte física y mentalmente”. Los traceurs hablan de esta disciplina como de una filosofía de vida, y de ellos mismos como de una hermandad en la que reina la “solidaridad, el respeto al entorno y la vida sana”. El parkour también cuenta con su propio ideario. Si Bruce Lee decía aquello de “Be water, my friend”, estos “corredores” se aplican máximas como “Ser y durar” (en referencia a la necesidad de desarrollar una buena técnica para no lesionarse y poder seguir practicando siempre) y “Ser fuerte para ser útil” (si estás en forma serás capaz de superar situaciones de peligro, y podrás ayudar a los demás).

Hébert y el método natural

El aura marcial de estos proverbios tiene una razón de ser. El origen del parkour está en el llamado “Método Natural”, desarrollado a principios de siglo XX por George Hébert (1875-1957). En uno de sus viajes por el mundo, este oficial de la armada naval francesa recaló en África, donde observó el espléndido estado físico de los indígenas, que describe como “flexibles, resistentes y capacitados sin haber tenido más entrenador que la propia adaptación a la naturaleza”. Inspirado en ellos, Hébert comenzó a sistematizar un método de entrenamiento físico compuesto de ejercicios como caminar, correr, nadar, saltar, escalar, andar a cuatro patas y realizar equilibrios. Todo ello realizando recorridos espontáneos sin rutas específicas, a través del campo o entornos diseñados por el ser humano. La influencia de este sistema fue tal que los cuerpos militares y de bomberos lo integraron en su rutina desde entonces.

La transformación del “Método Natural” en una disciplina lúdica no se produjo hasta los años ochenta del siglo XX. El lugar es Francia; concretamente los barrios obreros de Sarcelles en el Norte y de Lisses en el Sur. El mérito se le atribuye a Raymond Belle, un inmigrante vietnamina que formaba parte del Cuerpo de Bomberos de París e inculcó esta rutina de movimientos a su hijo David, quien a su vez la difundió entre sus amigos. Así nació el grupo de los Yamakasi, que se dividiría a finales de los años noventa, dando lugar a tres ramas distintas: Belle acuñó el término Parkour, con un enfoque más utilitario de adaptación al entorno; los Yamakasi desarrollaron por su cuenta el llamado Arte del Desplazamiento (ADD), centrado en la promoción de los valores, y Sebastian Foucan se marchó eventualmente a Reino Unido, donde se acaba hablando de Free Running por el énfasis en las acrobacias y la expresión libre. La eclosión del fenómeno a nivel mundial vino sobre todo a raíz de la aparición de Youtube en 2005 y la difusión de los primeros videos de traceurs. En Gran Bretaña es de hecho donde más se afianza esta disciplina, que cuenta con su propia federación nacional. Otros de los “puntos calientes” son Estados Unidos y Dinamarca (Copenhague cuenta con medio centenar de instalaciones de parkour). Otro indicador del potencial de estos entrenamientos es el hecho de que compañías como Red Bull se hayan apresurado a crear sus propias competiciones (la Red Bull Art of Motion), o que la Federación Internacional de Gimnasia (FIG) haya anunciado la incorporación de una nueva disciplina inspirada en el parkour -medida que por cierto ha suscitado una notable polémica entre los traceurs más puristas-. 

Foto: EVA MÁÑEZ.

Con todo, en España es rara todavía la implicación de las instituciones. Quizás la mayor excepción se da en Galicia, una de las regiones donde la comunidad de “ninjas urbanos” es más amplia y cohesionada. Allí se celebra desde hace dos años el Vigo Street Stunts, un encuentro con progresiva proyección internacional. 

València no cuenta todavía con un evento específico, aunque el Urbans Festival –cuya segunda edición se celebrará el 16 y 17 de septiembre en el Tramo 6 del antiguo cauce del río- incluye entre sus actividades las exhibiciones de parkour. “Aquí tenemos gente de muy buen nivel –afirma Carles Vera-, pero como nos hemos centrado más en la enseñanza que en la exhibición, nuestras actividades se conocen menos. Sé de primera mano que en el Ayuntamiento no saben qué es el parkour ni que hay cerca de 200 chavales en la ciudad y los alrededores que lo practican habitualmente”. 

Un parque parkour para València

“Queremos proponer al Ayuntamiento la construcción de una instalación pública de parkour que dispondría también de barras y un equipo mínimo para los entrenamientos de street workout (entrenamiento callejero) y calistenia. Sería un lugar de encuentro donde no molestaríamos a los vecinos y podríamos impartir talleres y organizar “quedadas” nacionales e internacionales”, anticipa Carles. “Daría mucha visibilidad a la ciudad, porque los videos de parkour que circulan en las redes sociales tienen millones de seguidores”. Allí donde otras disciplinas clásicas como la gimnasia artística han perdido fuste mediáticamente, el parkour parece tener un futuro prometedor.

Los impulsores del proyecto son muy jóvenes, pero tienen las ideas muy claras. “Nos encantaría que este nuevo parque se instalase en el antiguo cauce del río. De hecho, hemos medido con ayuda de un arquitecto y sabemos que cabría en el tramo que hay delante de las Torres de Serrano. Pero ya sabemos que probablemente nos terminen mandado hacia Nazaret o Tres Forques”, pronostica con resignación. 

Foto: EVA MÁÑEZ.

El diseño de esta nueva instalación también es un tema peliagudo. Sirva como antecedente el caso de los desastrosos (y vacíos) skateparks públicos que hay diseminados por nuestra geografía, cuya falta de sentido constructivo evidencia que su planteamiento no se consultó en su día con los propios patinadores. “Es muy importante que nos dejen participar activamente en el diseño”, afirma Carles. “Otra opción muy interesante –continúa- sería desarrollar una ruta con varias instalaciones pequeñas a lo largo del antiguo cauce del río. Sería muy bonito y original”.

María Belles, graduada en Ciencias del Deporte, escogió como trabajo de fin de grado el proyecto de un parque de parkour. A sus 23 años, lleva tan solo unos meses practicando esta disciplina. “Me atrae mucho porque es muy completa”, explica. Para ella, uno de los principales atractivos de esta práctica es la propia comunidad. “Te reciben con los brazos abiertos, no es nada cerrada. Para nosotros, cuanta más gente haya entrenando, mejor. Si estás empezando, los demás te aconsejan y te animan para que mejores, no hay rivalidad como en otros deportes”. “Además –añade-, aquí a los chicos no te tratan como una chica, sino como a una persona que viene a entrenar”.

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