BEBER y VIVIR

Montilla-Moriles: hedonismo malajoso

Si hablamos de generosos pensamos en Jerez. Si escuchamos Pedro Ximénez se nos endulzan los labios. Pero hoy ponemos en cuarentena lo que creemos sabido para comprobar con gusto que en el centro y sur de la provincia de Córdoba, en Montilla-Moriles, se hacen estupendos vinos secos con esta uva, nacidos de una tradición tinajera que aún hoy permanece

| 20/10/2017 | 3 min, 15 seg

El quimicefa lo dejamos en casa. Como buenos hedonistas hemos venido a beber y vivir. Y prometemos pasarlo rebién. Simplemente haremos un breve recorrido por algunas referencias que nos gustan, sabiendo que nos dejamos una porción importante. Habrá tiempo para más. Por ahora nos centramos en finos, amontillados y olorosos que hemos conseguido aquí y allá, en gran parte con la ayuda de Manuel Urbano, propietario del restaurante La Malaje y firme defensor de los vinos de su tierra. Nos ponemos una rebequita, por si refresca, y nos disponemos a dejarnos llevar por el poético vaivén del aire cordobés.

El Fino El Pato Especial (Bodegas Luque) es un vino en rama de aromática elegancia. Oda de tonos que, modestos bajan y suben, acompañados de uno de los platos del propio Manu, un refinado salpicón de bogavante y cañaíllas.

Apasionantes cositas revolotean en el Fino Piedra Luenga (Bodegas Robles). Líricas levaduras que escoltamos, sin molestar ni interrumpir, con uno de nuestros preferidos, los siempre necesarios boquerones en vinagre.

Círculos envolventes aparecen en torno al Fino Lagar Blanco (Lagar Blanco). Fragante y accesible nos ayuda a buscar la fórmula, la de combinarlo con unas ligeras tostadas con tomate picado y sardinas ahumadas.

A pesar del miedo a sufrir un cortocircuito atacamos al Fino Eléctrico (Toro Albalá) con fruición y nos encandila desde el minuto primero con su cremosa acidez. Largo y directo como un poema maldito nos lo bebemos junto a un platazo de coliflor morada con un refrito de ajos y pimentón picante. Mmmmmm.

La cosa va sobre ruedas y nos lanzamos con una égloga, la que nos inspira (y expira) el Fino en Rama Cancionero (Bodegas Jesús Nazareno). Amplio e intelectual nos encanta con otra de las recetas de La Malaje, un sencillo y delicioso pez con escabeche de naranja.

Y aunque no somos cotillas os contamos un secreto a voces, el Fino Capataz (Bodegas Alvear) es un gran vino. Pleno y profundo, brilla como un plato recién salido del lavavajillas. ¿Con qué lo acompañamos? Con una ensalada de carnosos pimientos asados y melva canutera.

Pasamos a los vinos gordos, gordos como el dedo pulgar, con el Amontillado Gran Barquero (Pérez Barquero). Frutos secos de bestia parda domada. Más o menos como la protagonista del guiso con que combina, una caldereta de cabra trepadora.

El verso más personal llega con el Amontillado El Abuelo (Bodegas Luque). Tiempo y sabiduría encerrados en la botella. Abrimos la caja de las esencias y saboreamos con regocijo un escabeche de lengua.

El arte de la prognosis nos hace saber tan solo con su aroma que el Oloroso Jesús Nazareno (Bodegas Jesús Nazareno) traerá algo importante. Enérgica y aterciopelada boca. Caobas de muebles antiguos que prometen reposito. Calma y tiempo con una copa en la mano y una perdiz estofada en la fuente.

Y para terminar, otro vino de largo recorrido, el Oloroso Lagar Blanco (Lagar Blanco). Distinguido lirismo con salina estructura. Lo degustamos con una cazuela de cola de toro listo y guapo, que ni el chef de la rima, oiga.

Nos vamos despidiendo. Tenemos que organizarnos para nuestra vuelta, que esperamos pronta y llena de dicha. Si vendremos en forma de batracios o subidos en tacones peludos, nadie lo sabe. Sí que intentaremos reírnos y, siempre siempre, brindar por los buenos momentos.

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