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Crónica de otro despilfarro

Pepe Sancho, del teatro soñado a la pesadilla

El actor impulsó un auditorio-escuela en Manises, su pueblo; la obra ha costado hasta la fecha más de seis millones de euros, está sin concluir, lleva en el dique seco cinco años y la constructora reclama más de medio millón al Ayuntamiento

| 29/01/2017 | 9 min, 36 seg

VALENCIA.- «Quiero que los jóvenes que aspiran a ser actores no tengan que pasar por lo que yo pasé, que no tengan que irse a Madrid». Pepe Sancho (1944-2013) suspiraba por dejar huella en su tierra, que sus vecinos se sintieran orgullosos de él. En el fondo nunca dejó de ser un chico de Manises. Siempre que podía volvía a su pueblo. En los últimos años eran frecuentes sus comidas con su primo Antonio Asunción y personalidades de la vida pública valenciana. Veía a su familia con asiduidad. Estaba presente en casi todas las fiestas. Su vínculo con Manises no era palabrería hueca.

Ese deseo de dejar impronta pronto cristalizó en una iniciativa singular: una escuela reglada de teatro, pensada para formar a los jóvenes que anhelaran dedicarse profesionalmente a las artes escénicas. «Que no tengan que irse», repetía entonces insistente. Era un proyecto ambicioso, de cariz nacional. Estaría en Manises pero podría haber estado en Madrid o Barcelona. Su buena relación con algunos dirigentes populares, especialmente con el entonces alcalde, Enrique Crespo, así como el beneplácito de los altos cargos del Consell, parecían hacer más viable ese sueño.

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Ahora, más de una década después, el sueño de Pepe Sancho es la pesadilla del Ayuntamiento de Manises. Es un dinosaurio varado en una esquina de la localidad, abandonado prácticamente desde hace un lustro, una enorme caja blanca y gris vacía, que se yergue desoladora, a mitad hacer, una vergüenza como el nuevo estadio de Mestalla o como las decenas de edificaciones que se han quedado abandonadas tras una crisis que ha convertido la Comunitat Valenciana en un cementerio de esqueletos de hormigón. Se podría trazar un mapa con todos los edificios abandonados y denominarlo la ruta de los fracasos.

En el caso del teatro escuela dedicado a Sancho los dedos señalan a los responsables políticos de entonces, con el exalcalde Enrique Crespo a la cabeza. Cuando se presentó el proyecto en una agradable mañana de enero de 2004, Crespo era uno de los barones del PP en la Comunitat Valenciana. Parecía que estaba destinado a cotas mayores. Los terrenos elegidos, enfrente del Mercado, suponían una revitalización del municipio. Allí fue a verlos Sancho con Crespo y el entonces conseller de Educación y Cultura, hoy eurodiputado, Esteban González Pons.

Desde el año pasado, Manises se encuentra gobernada por un tetrapartido compuesto por APM-Compromís, PSPV, Sí Se Puede y EUPV. El alcalde es Jesús Borrás y entre las patatas calientes heredadas se halla este edificio. 

BM3 Obras y Servicios, constructora de este Instituto de Estudios de Arte Dramático, ha presentado a su vez una demanda por lo mercantil al Ayuntamiento por «inactividad de la administración». Su reclamación desde el punto de vista económico se concreta en que pide que se le abonen más de 170.000 euros, IVA aparte, por las labores de vigilancia y mantenimiento de la obra. Asimismo, reclama el pago de las obras por ejecutar y las ejecutadas y no abonadas. Éstas últimas, según los informes jurídicos y técnicos del propio consistorio, ascienden a 578.000 euros. La suma aumenta a casi 750.000 euros. El presupuesto de Manises no pasa de 23 millones de euros.

«En realidad lo que estamos mirando es qué solución podemos darle», explica Borrás en su despacho. «El suelo es del Ayuntamiento pero la edificación es de la Conselleria [de Educación y Cultura]», matiza. Unas modificaciones en los primeros contratos hizo que el Ayuntamiento asumiera una serie de responsabilidades en los pagos que en el actual consistorio consideran inapropiadas. Hacían poco menos que de correa de transmisión, ya que recibían el dinero de la Generalitat y se lo abonaban a la constructora, pero quedó por escrito que la constructora podría reclamarles directamente a ellos. Y eso es lo que ha pasado.

tal y como se planteó, iba a medir 6.000 m2 repartidos en tres plantas y una capacidad de ENTRE 800 Y 1.000 butacas

La Conselleria ya cuenta con el dossier remitido por el Ayuntamiento y desde Manises se ha planteado que estudien qué utilidad puede dársele al edificio, «acabándolo, claro», advierte Borrás, «porque tal y como está sólo se puede utilizar una parte». Esa parte del edificio que sí se emplea es el parking subterráneo que está explotado por una empresa privada, donde el ayuntamiento dispone de un pequeño número de plazas que rara vez usa, y varias decenas más que son inutilizables por hallarse en una zona cerrada al público. El resto es una pura carcasa. Incluido el gran escenario donde se iban a representar las obras de teatro que realizarían los estudiantes, los montajes que se iban a importar desde la capital.

¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí? Básicamente, porque todo lo que podía salir mal salió peor. Porque nunca hubo un plan definido. Porque todo eran poco menos que ideas sobre una servilleta de un restaurante. Porque el proyecto, como tal, no se concretó. Y porque jamás se puso un interlocutor válido a Sancho, un traductor, alguien que pudiera convertir los deseos del actor en realidades tangibles. El actor tenía un sueño. En la práctica nadie le escuchó. «Si se hubiera hecho la escuela de teatro tal y como estaba pensada no habría estado mal», dice Borrás, «habría animado la economía del pueblo, habría supuesto la llegada de centenares de jóvenes de toda la Comunitat Valenciana. Pero se ha quedado a mitad. Ya parecía demasiado grande para lo que se quería hacer, para lo que se necesita», apunta.


Las dimensiones eran espectaculares: 6.000 metros cuadrados, repartidos entre planta baja, primera y segunda plantas. La más grande, la planta baja, 3.152 m2; la primera planta 1.923, y la tercera, 922 m2. El auditorio en sí ocuparía más del 40% total de la superficie, en torno a 2.550 m2. Para la escuela de teatro en sentido estricto se iban a destinar 2.660 m2 y se iban a reservar 770 mpara camerinos y oficinas, 90 m2 para una sala de conferencias y 132 m2 para una donde se ubicarán biblioteca, videoteca y fonoteca. Cafetería, restaurante y cocina, no iba a faltar de nada.

El que se forjara todo el complejo en torno a un gran teatro resulta un tanto desconcertante, habida cuenta que Manises ya dispone de uno, el Auditori Municipal Germaníes, con un aforo de casi 500 butacas, y que funciona muy bien. «El teatro se nos queda a veces un poco pequeño, porque las butacas de la parte superior no son muy amplias, pero necesitaríamos sólo hacer una pequeña inversión allí», advierte Borrás. 

Por eso no considera que fuera necesario un nuevo teatro tan grande. El nuevo teatro, el inconcluso, iba a tener una capacidad de 800 butacas, y se llegó a hablar de 1.100. Por si fuera poco, cabe plantearse la idoneidad del mismo, porque el municipio está prácticamente pegado a Valencia, y buena parte de los vecinos hacen vida en la capital. Desde el nuevo teatro Pepe Sancho al Teatro Principal de Valencia hay apenas siete kilómetros y está a unas pocas paradas en metro.

Muchos se preguntan si además hubo verdadera intención por parte de la Generalitat de poner en marcha la escuela. Las propias dilaciones en la construcción evidencian que no fue, ni mucho menos, un proyecto prioritario para un gobierno al que le gustaba presentar maquetas, con ejemplos tan sonados como el de la Torre de la Música o el Centro de Convenciones de Castellón. De la primera se llegó a poner la primera piedra en una gran fiesta y nunca más se supo. Del segundo se pagaron 2,7 millones al estudio del arquitecto Santiago Calatrava por la redacción del proyecto que jamás se ha hecho. También tuvo acto de presentación.

En el caso del auditorio Pepe Sancho las dilaciones han sido la norma. Desde la presentación del proyecto en 2004 hasta que se comenzó a vislumbrar algo, pasaron más de dos años. De nuevo en enero, en este caso de 2006, el nuevo conseller de Cultura, Alejandro Font de Mora, fue el encargado de anunciar la puesta en marcha de la obra. Acompañado por Crespo y el propio Sancho, Font de Mora anunció la solución administrativa que se había encontrado. Como quiera que era una escuela, el teatro debía ser construido por la empresa pública Ciegsa, la encargada de construir colegios e institutos. Se dio un plazo de quince meses. Era breve, sí, pero entonces se justificó que se podrían cumplir los plazos porque se iba a emplear un nuevo sistema de edificación a partir de moldes. 

Lo de quince meses resultó más que aventurado. Al final la obra comenzó en 2009, 36 meses después de lo anunciado. Se paró en 2011 por los impagos de la Generalitat. No ha habido forma de retomar la construcción. Recordar las promesas de entonces resulta hasta irritante. Hasta el momento en el que se paralizó la construcción se habían invertido 6,24 millones de euros y la estimación que manejan en el Ayuntamiento es que hará falta una inversión similar, con lo que aumentaría el coste por encima de los doce millones de euros, muy lejos de los 9,1 millones de presupuesto que anunció Font de Mora. 

Una vez acabado quedaría saber qué hacer con él. Cultura debe decidir. Si se mantiene el espíritu original, crear una escuela de teatro, precisaría de una importante aportación de la Administración, no sólo para acabar la obra sino también para incorporar a personal docente. 

Hay también otras alternativas. Una de ellas sería convertir el edificio en el nuevo Ayuntamiento. El viejo consistorio está en una zona del casco antiguo que se ha quedado pequeña. Sería una solución ideal, un coup de théâtre que permitiría que el sueño que se volvió pesadilla se transformara en una oportuna realidad. Pero ya sea como teatro o como nuevo ayuntamiento, lo que se debe hacer de una vez por todas es retomar la construcción y concluirlo. Ésa, recalcan desde Manises, es la prioridad. 

El problema, como siempre, es el mismo. No hay dinero. Es verdad que antes de la crisis algunos vivieron por encima de nuestras posibilidades. Lo que va quedando más claro cada día que pasa es quiénes fueron los que lo hicieron. 

* Este artículo se publicó originalmente en el número 23 (IX/2016) de la revista Plaza

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