las costumbres de una época

¿Quién no ha soñado alguna vez con la familia perfecta?

Con ese bebé rechoncho, amorrado a una Coca Cola o a un Seven Up desde primera hora de la mañana. Ese bebé criado con leche condensada, caldos Starlux y Tulipán, con el colesterol creciendo fuerte y sano en sus arterias

| 17/11/2017 | 4 min, 48 seg

Un niño alcoholizado desde su más tierna infancia por la cerveza que le compra mamá y de vez en cuando la quina San Clemente si está alicaído o para abrirle el apetito. Un niño que sigue el ejemplo de su entrañable padre, alcohólico y maltratador, un padre que bebe Soberano, que es cosa de hombres, que maltrata, que es cosa de hombres. A una madre que es retrasada mental hasta límites que la convierten en un ser fabuloso, mitológico, poseedor de una legendaria imbecilidad, de un encantador cerebro jibarizado que no le da ni para abrir un bote de kétchup.

Una madre que sobrevive gracias a la benevolencia de los anunciantes que se ven impelidos a inventar abrefáciles y electrodomésticos que hasta un mono con hemiplejia podría manejar. Una mujer que no sabe siquiera servir un café en condiciones ni preparar una copa a su hombre cuando éste vuelve a casa y cansado del trabajo, va y la mira de reojo. Una mujer que entiende que debe ser azotada por ello, comprensiblemente azotada.

¿Quién no ha soñado una familia así, una sociedad así? Parece increíble pero esta era la familia ideal según la publicidad de los años 50, 60, 70. Una familia de película de terror tras la sonrisa new deal, las ondas de peluquería y el traje impecable. Y es que a los relatos más escabrosos se accede siempre por la puerta trasera de la más apacible cotidianidad.

Repaso algunos de estos anuncios de estética amable y mensaje demoledor, como el de Kepchup Alcora cuyo texto reza sin pudor: “¿quieres decir que una mujer puede abrirlo?”

Un bebé angelical, amorrado obscenamente a un Seven up como si fuera un biberón. Una mamá, un tierno bebé y entre ellos un lema: “Nunca es demasiado pronto para iniciarse en la Cola.”

 Niños que beben cerveza al calor del hogar: “Mamá lleva siempre a casa Cruzcampo, la comida resulta mucho más grata y digestiva que con cualquier otro tipo de bebida”.

O “Xibeca, la cerveza familiar del buen conductor”, donde se consigue aunar en una sola frase  alcoholismo infantil y conducción temeraria bajo los efectos del alcohol.

Un hombre que propina azotes a su mujer porque el café no es el más fresco. Un chulo de libro y su subtexto: “Dame Veterano, dame. Eso te voy a dar” (nunca se dijo tanto y con tan mal gusto, con tan poco)  

Cosas que hoy consideramos directamente delito, como dar alcohol a un niño o hacer apología de la violencia de género eran moneda común y también otras que en el mejor de los casos incurrirían en una grave irresponsabilidad por publicitar como beneficiosos productos que hoy consideramos casi veneno para la salud, dañinos por estar cargados de azúcar, como el Cola Cao, la leche condensada o el flan Potax (hay que reconocerle a Potax eso sí el acierto en el nombre, a la altura del jabón íntimo Chilly, la banca Pichincha o el Mitsubishi Pajero). Productos que contienen aditivos y gran cantidad de sal como el Avecrem de Gallina Blanca, Starlux o Knorr, bebidas gaseosas y azucaradas como La Casera, la Coca Cola, la Pepsi o el Seven up.

Bebidas alcohólicas, como la cerveza, apta para toda la familia, la quina San Clemente o Santa Catalina vendidas como un tónico, para que cualquiera pudiera disfrutar de su dipsomanía sin complejos, y sobre todo el coñac, el coñac para él, Soberano, Insuperable, Fundador, Tío Pepe, Veterano, el coñac omnipresente en la publicidad de antaño.

No es que el mundo haya cambiado desde entonces, es que se ha dado la vuelta como un calcetín, y aquella sociedad parece un negativo de la de ahora.

Apenas la Coca Cola ha logrado resistir en la publicidad al vendaval que trajo la nueva era.

Y me acuerdo del gran Chiquito de la Calzada cuando le preguntaron si creía que existía vida en el más allá. “Vida no lo sé, pero Fanta y Coca Cola, seguro, por la gloria de mi madre”.

Que el ingrediente básico de la vida sigue siendo el misterio lo demuestra el hecho de que España es el segundo país más longevo (a pesar de la publicidad antigua), que España es hoy el tercer país con más obesos de la unión europea (a pesar de la publicidad actual), que la alimentación es clave en la esperanza de vida (según los estudios científicos).

¿Cómo se resuelve entonces está ecuación, a simple vista irresoluble? Habría que preguntarle a Chiquito, seguro que él tiene una respuesta.

Yo lo que me pregunto, viendo lo inocentes que fuimos, lo inocentes que somos al creer que las costumbres de una época son dogmas de ciencia, que las construcciones culturales son poco menos que evidencias biológicas y generan una única realidad posible, me pregunto, digo, qué verá un habitante del año 2075 cuando mire nuestra publicidad de hoy en día, de qué se reirá, no sin cierta condescendencia, qué le helara el corazón.

Lo único que me ha quedado claro es que lo hará con una Coca Cola o una Fanta entre sus manos.

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