Top doce

Rausell

José Rausell y Miguel Rausell

Volverás. No hay nada eterno, ni los platos ni los amigos ni los amantes. Ni las cenas con pareja ni las comidas con familiares. Siempre hay alguien que ya no está. Ni tan siquiera son eternos los esmorzars.  Pero volverás a la casa de José y Miguel Rausell que, más que casa, es mareta. Siempre hay que volver al hogar

Los Rausell, apellido que es sinónimo de vivir a través de la comida, abrieron las puertas de su negocio en 1948. José y Miguel son la tercera generación. Ellos recogen el testigo de lo que fue un bar de barrio, una casa de comidas —legendarias son las colas de los domingos para comprar pollos a l’ast para llevar—  que creció y se le quedó pequeña la ropa. Hoy viste el uniforme de ser uno de los grandes templos del producto en València.

«Tornaràs a mentir, tornaràs a pregar, tornaràs a creure, tornaràs a fer-ho veure, tornaràs a volar. Si no hi ha res etern, la ressaca de dia i la botella de nit. Els somriures forçats, els sanglots fingits, són com paraules al vent. Malentesos passats que arreglaràs qui sap quan. Tornaràs a sentir, tornaràs a plorar, tornaràs a veure. Tornaràs a viure, tornaràs a tremolar». Mishima en el tema Tornaràs a tremolar le cantaba a la perspectiva respecto a todas las cosas, por dolorosas que hayan sido. Ese saber que al final todo irá más o menos bien es de lo que se nutre mi cariño —y el de muchos hedonistas— por Rausell. Tres generaciones haciendo de su establecimiento un lugar mental al que ir a celebrar la vida u olvidar los problemas. No hay Rausell sin ración de bravas, de las mejores de la ciudad. Los sepionets a la plancha en su tinta, el pulpo a la gallega o la cazuelita de puntilla con ajetes y habitas son algunas de sus tapas más señeras. Vinos, los que quieras. Consejo sobre qué beber, también. 

En confianza:  Rausell es un gran restaurante con dos salas y una barra. Esa barra es a la hostelería lo que la lumbre a las cocinas antiguas y rurales: el rincón con hollín en el que las mujeres que cocinaban antaño en comunidad se situaban. Cocineras alrededor de un artefacto con llamas casi siempre prendidas. Ese fuego dulce es el que, en el número 61 de la calle Àngel Guimerà, emplean para preparar platos como la carrillera de ternera estofada, o el all i pebre de rape o anguila. Esas cocineras, mientras los guisos reducían, sacaban una punta de pan con salsa, una tapa de sepia o un plato de cacaos recién tostados. La generosidad desde la comida es también el discurso de este restorán. Una atención al cliente como si el equipo de sala estuviera tratando a sus familiares.

Hay varios Rausells en Rausell. Elige entre la píldora roja, estar en la barra, con la compañía del género, o la del comedor, la píldora azul: las mesas abigarradas de señores en camisa del mismo color, y sus señoras vestidas de fantasía, y los hijos e hijas de estos, con sus respectivas parejas. Lo que elijas está bien, pero la barra cuenta con los entresijos de la verdad. 


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¿Qué pido?

Sepionets a la plancha en su tinta