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València a tota virolla 

Siempre estamos esperando: El recorrido valenciano del fotógrafo Txema Salvans entre casetas y perros guardianes

Uno de los fotógrafos contemporáneos más relevantes en España afronta su trabajo por las esperas entre los paisajes periurbanos de l’Albufera, la Pista de Silla… Una mañana tras él

21/04/2018 - 

VALÈNCIA. Txema Salvans en El Palmar a bordo de su furgoneta modelo Westfalia. Le gusta apearse allí porque puede tomarse una paella para él solo, no como en la mayoría de restaurantes, donde la soledad del comensal es incompatible con el arroz. Encima está buena. Luego de comer Salvans espera en su furgo. Lee, escucha música, duerme. Y vuelve a esperar. Sitúa cuidadoso su objetivo para fotografiarlo con prevención, cuando la luz es más descarnada, captando la esencia del Mediterráneo a bocajarro. 

Lleva un chaleco fluorescente que lo convierte en invisible (“cuando la gente me ve, con una cámara tan grande, con el chaleco, se cree que debo estar haciendo trabajos de topografía y no le dan más importancia”). Su furgo es fundamental porque le permite dormir en cualquier parte y usarla como soporte para colocar la cámara y el trípode sobre el techo. 

El fotógrafo Txema Salvans es uno de los puntales de referencia de la fotografía española (‘el gran renovador de la fotografía documental en España’, le definió Gràffica al entregarle su premio en 2017) y estos días ha recorrido los paisajes agrestes y semi industriales valencianos, en su trance de varios años por la costa mediterránea, desde Girona a Algeciras, en busca de sintetizar algo tan capital y desprestigiado como es el propio acto de esperar. Porque esperar es nuestra manera más visceral de huir. 

La Pista de Silla, l’Albufera… Paisajes desolados y el objetivo del hombre con chaleco fluorescente: plasmar cómo es la espera en nuestra civilización mediterránea. Aborda su tercer capítulo de la serie tras plasmar la espera en la prostitución y la espera de los pescadores. Perros detrás de las verjas, en casetas, atados en cadenas, transformados en herramientas, perros objeto. 

Es la fotografía, pero es etología, sociología… biología, el origen formativo de Salvans y que se desprende en todas sus fotografías. “Como estudié biología mi filtro tiene un punto más de sorpresa, de estudio. Tengo la necesidad de entender aquello que fotografío, o al menos hacer como que lo entiendo. He ido evolucionando hacia la mirada del tiempo libre porque nos da mucha información sobre saber cómo la gente gestiona su tiempo”. 

Quizá el preámbulo de su cruzada analítica para descubrir qué hacemos cuando parece que no hagamos nada fue cuando El Periódico de Catalunya le propuso plasmar diariamente las vacaciones de los catalanes. Salvans, cavilando, encontró una solución para entrar en las vidas vacacionales de los demás de una manera poco invasiva: “invité a la gente a que me invitara a pasar un día en sus vacaciones…”. Dio lugar a su trabajo editorial Nice to meet you.

Foto: KIKE TABERNER

Otro encargo, el del El Mundo para que retratara la prostitución de carretera, dio lugar a su serie más duradera, con dos libros y el tercero de elaboración en curso. ¿Cómo fotografiar a las prostitutas en mitad de la nada? El mecanismo más eficaz era justo no poner el foco en ellas, sino en el contexto, en la espera. Así nació el epígrafe The Waiting Game. “El nombre me lo dio Martin Parr. Es muy bueno, es muy bueno, me dijo”.

Espero a que Txema Salvans descomponga en tres pasos los ejes de sus tres grandes esperas…

Espera 1: La prostitución de carretera

"Tenía el gran problema del fotógrafo… decirle a la prostituta que me dejara fotografiar. Me di cuenta que lo que era noticia era en realidad el contexto en el que se prostituye aquella mujer. Si tú te prostituyes pero controlas todo tu contexto, tú equivocadamente o acertadamente ejerces una libertad, pero está claro que las mujeres que se prostituyen en la carretera, en un contexto desolador, no tienen ningún control sobre lo que pueda pasar. En lugar de un trabajo de retrato, puse el acento en el contexto. Trabajé con una cámara de placas con una distancia relativamente distante de la persona. Al generar distancia del individuo generaba foto de paisaje, y además protegía la identidad de la mujer. Otra premisa era hacerlo a plena luz, en la peor luz del día para un fotógrafo. Quería acentuar la desolación. Quería huir de una tentación: cuánto más bella es la imagen casi genera más distancia respecto al dramatismo de la situación. La respuesta ante eso es dar un orden que es el que el fotógrafo configura. Puedes ver fotos muy dramáticas que pueden ser muy bellas. La tercera premisa era eliminar todo el lenguaje verbal que hace entender que esa mujer es prostituta; eliminé toda esa información y me quedé con en el momento de la espera. Mi compromiso fue fotografiar a la mujer y no a la prostituta”.

Espera 2: Los pescadores

“Reflexionando sobre el primer trabajo, pensé que quizá el concepto esencial era el de la espera y no tanto el de la prostitución. En el segundo proyecto, en el mismo escenario, de Catalunya a Algeciras, encontré muchas personas pescando. Es gente que no busca una comunión con la naturaleza, lo que buscan es ‘no estar en casa’, es una huída de la cotidianidad. ¿Y dónde te vas a pescar? A un pantano, al puerto, lo que tengas cerca de casa… al final las imágenes que saco en lugar de divertidas y lúdicas son desoladoras, igual que las fotos sobre la prostitución, porque al final es la misma botánica, las mismas condiciones. Refuerza mi pensamiento personal de la espera: ahora mientras hablamos hay alguien esperando a ser torturado, esperando a dar su primer beso, esperando a recibir las ceniza de su hijo…”.

Espera 3: Los perros

Foto: KIKE TABERNER

Al perro, paradójicamente el mejor amigo del hombre, lo fotografío entre paisajes industriales, hecho objeto, detrás de una valla, con una cadena. El perro al que el humano ve como una herramienta y no como un ser, una relación donde el hombre siempre sale ganando. En este trabajo de perros he aprendido que en los grandes polígonos no hay perros, porque tienen otros sistemas se seguridad, pero en los de los setenta, más de industria mecánica, sí. Los domingos funcionan mejor porque el perro se convierte en herramienta de seguridad necesaria”.

Luego está una espera común, la del Mediterráneo como paisaje emblema que nos unifica. “Aunque nunca enseño el mar… Doy la espalda al horizonte. Si hubiera hecho este proyecto en el Cantábrico hubiera tenido que dar más explicaciones, pero todo el mundo entiende la idea del Mediterráneo, aunque es una idea idealizada con la que yo entro en conflicto. Desde catalanes a andaluces o a valencianos, nos relaciona la correspondencia cultural de vivir cerca del mar, hay una base que fundamenta emocionalmente a los países del mediterráneo”.

Foto: KIKE TABERNER

Biología, fotografía. La furgo Westfalia al sol de abril valenciano es la oficina portátil de Salvans en su camino para descifrarnos a nosotros mismos. “Somos un animal social con autoconsciencia sobre nuestro propio contexto. La distopía social la represento en el trabajo de la prostitución, la distopía de la autoconsciencia la refleja el pescador que huye de su propia realidad… y me faltaba la distopía de cómo nos relacionamos con nuestro contexto natural. He podido hacerlo a través de los perros. Los perros nos acompañan desde hace 20.000 años, vienen del lobo pero los hemos ido distorsionando en base a nuestras necesidades. Del perro salchicha al dogo es un capricho humano, no una evolución natural”.

La espera del propio Txema Salvans es litúrgica y cuantificable. Más de 100.000 kilómetros recorridos en todo The Waiting Game

Sin anécdotas...

“Mi protocolo de trabajo me impide hacer fotos de anécdota. Si cae un meteorito igual no lo capto. Las anécdotas son una minoría en nuestras vidas, casi siempre esperamos. Al final la gente ve la destilación de un trabajo, es como un whisky, pero detrás hay tanto…”. 

En analógico…

“Cuanto trabajo en analógico no veo lo que hago, tengo que estar concentrado mucho en lo que busco. Trabajo mucho en la intuición. Luego toda esa información se sedimenta hasta que llego a ver, como resultado, la fotografía”.

Con olor...

“Comienzo a trabajar en Semana Santa, que es cuando el día se alarga, y acabo en junio, porque hace demasiado calor. En ese período la fotografía huele a sudor. Mis hijos cuando vuelvo me dicen: ¡qué olor haces a fotos!”

Suele usar Facebook como mecanismo para rodearse de sherpas locales que le acompañan en alguna de sus travesías. “Si no me costaría mucho más saber dónde está el perro tras la valla…”. Uno de sus acompañantes en su paso por Valencia, Jorge Alamar, de La Fotoescuela, define el trabajo de Salvans… “Probablemente sea uno de los fotógrafos que más y mejor han sabido retratar las particularidades de la clase media trabajadora y de la sociedad de consumo de masas. Ha sido capaz de crear un ecosistema visual en torno a ello y cada proyecto es como una pantalla distinta del mismo videojuego”, dispara Alamar. “Txema comenzó a finales de los 90, una época en la que en el mundo de la fotografía se valoraban más los reportajes hechos en países de África o Asia que tenían grandes dosis de tragedia pero también de superficialidad. Sin embargo desde el principio a él le interesaron las realidades que le eran cercanas, que sabía descifrar y a las que podía aportar su punto de vista. Fue uno de los ejemplos que hizo que para toda la generación que vino después fotografiar nuestro país se convirtiera en algo normal, incluso en una especie de responsabilidad”.

Estela Sanchis, fotógrafa y una de las impulsoras de la plataforma valenciana de fotografía Raïm, toma la palabra: “El trabajo de Txema Salvans está a medio camino entre el nuevo documentalismo y la antropología. Observa el extrarradio y sus habitantes con ojos marcianos, con cierto extrañamiento y distancia. Hay mucho humor en sus imágenes, pero este se percibe siempre desde el respeto o incluso la autocrítica. (...) Marca el principio de un creciente interés por parte de los fotógrafos contemporáneos españoles por las dinámicas de los territorios periurbanos. Nunca he entendido el primer proyecto de The Waiting Game como un trabajo sobre la prostitución (como a menudo se explica), sino justamente como la observación distanciada de un fenómeno característico del contexto de la periferia urbana. A través del segundo trabajo con los pescadores y este último con los perros, creo que consolida esta idea de análisis de un comportamiento por encima de un discurso político”.

La furgo, el chaleco, el trípode, mucha luz, la distancia media, la desolación. Salvans se va de El Palmar. Kilómetros, esperas. “Nunca espero un encargo porque en este país no hay encargos, el tiempo lo marco yo. Siempre me siento al borde del abismo, así que cuando hay una buena idea, la disfruto”. 

Foto: KIKE TABERNER 

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