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LOS ESCRITORES Y SUS CIUDADES (III)

Sir Walter Scott, el escritor que revolucionó Edimburgo

16/08/2017 - 

VALÈNCIA. Imaginen que solo tienen un día para visitar algo de la hermosa ciudad de Edimburgo. Imaginen que dudan y que ya están a punto de caer en la desesperación más absoluta cuando leen este artículo en el que yo les digo: “Si yo tuviera un único día -¡qué digo!, una única hora disponible- en Edimburgo, no lo dudaría e iría a visitar el monumento a Sir Walter Scott, probablemente el escritor más prolífico del Romanticismo británico, maestro de las novelas históricas, gran editor y excelente poeta”. Scott goza además del privilegio de ser eso que ahora llamaríamos, ‘un autor global’, es decir, sus obras fueron leídas al mismo tiempo por europeos, norteamericanos y australianos. 

En la bella comarca de Inglaterra por la que el río Don discurre sus aguas, había antiguamente un frondoso bosque que se extendía por la mayor parte de los hermosos valles y colinas que lindaban entre Sheffield y la linda ciudad de Doncaster. Aún pueden verse los restos de una espesa selva en los dominios que allí poseen algunas de las más nobles y opulentas familias de Inglaterra.

El monumento de Walter Scott

Así comienza una de las obras más conocidas de Walter Scott: Ivanhoe, la novela escrita en 1820 ambientada en la Inglaterra del siglo XII y protagonizada por Wilfredo de Ivanhoe, un joven y valiente caballero. Resulta imposible no pensar en este libro (y, sobre todo, en la película de 1952 protagonizada por Robert Taylor, Elizabeth Taylor Joan Fontaine y George Sanders, entre otros) cuando uno se acerca a la torre de estilo gótico que se alza en los jardines de Princess Street. La presencia del monumento es imponente, como lo fue la influencia de este escritor no solo en la literatura escocesa sino fundamentalmente en la profundidad que dotó a la identidad escocesa de su tiempo. Este monumento fue diseñado en 1841 por el arquitecto George Meikle, mide más de sesenta metros y posee una escalera de caracol con 287 peldaños. Una vez subidos, en lo alto del Scott Monument, se puede disfrutar de una vista extraordinaria de Edimburgo. Bajo el arco principal puede verse la estatua de mármol que representa al escritor con su querida perra Maida. Uno de los atributos más peculiares de este monumento es su color grisáceo oscuro. Se tintó de este color tras la contaminación que vivió en la época victoriana. El monumento se ganó entonces el apodo de Auld Reekie, es decir, ‘La vieja humeante’. 

 

Las colinas como paisaje escocés

Las colinas de Edimburgo son antológicas. En ellas se inspiró Walter Scott para muchas de sus obras y en una de ellas concretamente, la Corstorphine Hill, hay una torre que también le homenajea. Fue construida en 1871 para festejar el centenario de su nacimiento. Esta colina está alejada del centro y es menos conocida que sus parientes, la de Arthur's Seat y la Calton Hill. Los bosques que aguarda son frondosos y están repletos de misterio. Corstorphine Hill posee dos particularidades: la primera es la cantera de piedra que aloja -mucha de la piedra con la que están construidos lo edificios de Edimburgo se extrae de este lugar- y la segunda es el búnker nuclear que se construyó durante la Guerra Fría y que está escondido en las profundidades del bosque. 

La literatura de Scott

 Las obras de Walter Scott podrían dividirse en tres grandes grupos. Las primeras las escribió entre 1814 y 1818. Bajo el nombre de 'Historias de mi patrón', estas siete novelas -entre las que se encuentran El astrólogo o La leyenda de Montrose, entre otras- hablan de la historia de Escocia, de sus mitos y leyendas. La segunda etapa son novelas que van desde 1919 hasta 1925 y cuentan historias de las cruzadas; ahí se ubica, por ejemplo, Ivanhoe. Por último se encuentran las novelas que Scott escribió bajo seudónimos hasta 1927, por ejemplo, Woodstock. Pero una de sus grandes obras no fue precisamente en el ámbito de la ficción: Vida de Napoleón, escrita en 1827, dotó de gran fuerza a su faceta como biógrafo. 

Para indagar en la obra de Scott, en la de otros escritores y en el mundillo literario de Edimburgo es esencial visitar el Museo de los Escritores, ubicado en la Royal Mile, principal avenida del casco antiguo de la ciudad. Esta arteria se divide en múltiples callejones. En uno de ellos se encuentra este museo en el que, además de Walter Scott, pueden admirarse la vida y obra de otros escritores como Robert Burns o Robert Louis Stevenson. La entrada es gratuita y pese a no ser un museo de grandes dimensiones, sí contiene algunos manuscritos y obras originales de sus autores.

En 2004 Edimburgo fue declarada por la Unesco la primera Ciudad de la Literatura del mundo. La razón no estriba solo en la cantidad de obras de ficción que tienen a la ciudad como escenario; también Edimburgo fue esencial para el desarrollo de la imprenta. No en vano, aquí nacieron algunas de las más importantes editoriales literarias: Collins, Chambers o la todopoderosa Random House. El propio Scott se convirtió en editor junto a su amigo John Ballantyne.

Borders, hogar del escritor

La ruta por el Edimburgo de Sir Walter Scott debería terminar en el origen, es decir, en Borders, la zonas colindantes al sur de Edimburgo. Allí creció Walter Scott. Sus padres lo recluyeron en la granja de sus abuelos cuando el pequeño Walter contrajo la poliomielitis con tan solo 18 meses. Cuando Walter tenía cuatro años se trasladaron a la ciudad, concretamente a la George Square, muy cerca de la universidad donde estudiaría derecho. Allí viviría hasta los 26 años. Hasta los ocho años, el escritor se educó en su casa y no fue a la escuela por culpa de su enfermedad. 

La visita por pueblos como Dryburg, Jedburgh o Peebles supone una inmersión física de incalculable valor para todos los lectores que se emocionaron y vibraron con la obra de Sir Walter Scott. Allí, en la Abadía de Dryburgh, muy cerca del río Tweed descansa los restos de un escritor sin el que no puede comprenderse la historia de Escocia. 

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