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el peor de los tiempos / OPINIÓN

Un nuevo gobierno para no caer en el estancamiento

No debemos confiarnos pensando que los malos tiempos han pasado, olvidando que hace falta poner las bases para que la recuperación sea sostenible 

27/12/2015 - 

VALENCIA. Durante la semana post-electoral, ante unos resultados que auguran un proceso arduo hasta la formación de un nuevo gobierno, se ha escuchado hablar mucho a los analistas políticos sobre posibles pactos y apoyos, mientras que los políticos (en ejercicio) han sido más ambiguos. Sin embargo, sí cabe destacar unas declaraciones que abogaban por generosidad a todos los partidos para evitar nuevas elecciones, puesto que “España no necesita introducir nuevos factores de incertidumbre porque redundaría en dificultades para crear empleo de calidad”.

Estas palabras no fueron pronunciadas por un empresario del Ibex 35, sino por el líder de Comisiones Obreras, Ignacio Fernández Toxo. Esta afirmación no es baladí: en la mente de todos está la experiencia de otros países, donde la incertidumbre ha puesto en peligro el proceso de recuperación o, como mínimo, lo ha retrasado y debilitado. 

En otro ámbito muy distinto, pero con la misma preocupación en mente, la OCDE publicó el pasado enero de 2015 un informe sobre los riesgos de estancamiento en la Unión Europea y Japón y cómo hacerles frente. Desde que, en el verano pasado, comenzaran las dudas sobre el ritmo de crecimiento en China y otras economías emergentes, se instaló la sospecha de que, si esto seguía así, la Unión Europea y otros países desarrollados podían no sólo ver comprometido el éxito en la salida de la crisis, sino entrar en una etapa de estancamiento a largo plazo (estancamiento secular, en jerga económica).

¿Qué implica esa situación? Es un círculo vicioso: el bajo crecimiento impide crear empleo y la falta de consumo, inversión y exportaciones, limitan a su vez las posibilidades de crecimiento. Si esto es grave en países con tasas de desempleo del 4-5% (Alemania, Estados Unidos o el Reino Unido) o del 10-12% (Francia o Italia), el problema se multiplica en el caso de España, donde aún se encuentra en el 21% (recordemos que llegó a superar el 26% en 2013). Con una economía endeudada, tanto por parte del sector público como del privado, quedan pocos recursos disponibles para invertir o consumir.

En situaciones como esta mantener la confianza en nuestra economía resulta fundamental, pues sin ella se retrae la inversión extranjera, necesaria para poder compensar la falta de recursos propios. Por tanto, es necesario poner las condiciones para que la economía pueda seguir creciendo a tasas suficientes para poder crear empleo de manera estable, es decir, entre un 2 y un 3% anual. 

Las recomendaciones que da la OCDE no sólo a España, sino a toda la UE y a Japón, todos ellos países en situación vulnerable son, en realidad, un paquete de medidas, puesto que las propias causas de la crisis son múltiples. Por un lado, que continúe la estrategia actualmente seguida desde “el lado de la demanda”, esto es, política monetaria expansiva y fiscal algo más relajada que en los pasados años, volviendo a proyectos de inversión ambiciosos; por otro, desde el “lado de la oferta”, que se acometan las reformas estructurales pendientes.

La combinación de ambos tipos de medidas se reforzaría mutuamente, ayudaría a expandir la demanda y a mejorar el crecimiento potencial (generando empleo más estable). Las reformas deberían concentrarse en la inversión, el comercio exterior, la activación del empleo y en las PYME y los emprendedores. La OCDE también insiste en que se debe evitar que las reformas tengan impacto sobre la desigualdad, no sólo por motivos sociales o de equidad, sino también porque la propia existencia de desigualdad es negativa para el crecimiento, al bajar la demanda. Si, además, se promueven las tecnologías limpias, se conseguiría un objetivo adicional, que es reducir el daño medioambiental.

Si desgranamos las reformas propuestas por la OCDE teniendo en cuenta los cuatro frentes de los que habla y, empezando por la inversión, recomiendan facilitar la participación privada en infraestructuras públicas, con mecanismos que garanticen el rendimiento de la inversión y den transparencia a las concesiones, reduciendo los riesgos de corrupción en las adjudicaciones.

También completar la reforma del sistema financiero, para reducir la incertidumbre en la financiación de la inversión, aumentar la seguridad jurídica y eliminando las barreras a los movimientos de capital internacionales, que aún persisten en algunos ámbitos. Asimismo es necesario formar adecuadamente a los trabajadores potenciales, para aumentar la integración en las llamadas cadenas de valor internacionales, especialmente en los sectores de tecnología más avanzada. De ahí que la mejora en la educación y la formación sean condiciones previas para lograr los beneficios anteriores.

Por lo que se refiere a las PYME y los emprendedores, en primer lugar, un buen funcionamiento del sistema financiero es clave para este tipo de negocios, que dependen del crédito bancario para su nacimiento y crecimiento. También es crucial una adecuada regulación de las quiebras (Ley de Segunda Oportunidad), de forma que los fracasos no impidan a los empresarios honrados volver a crear otro negocio. Finalmente, un buen clima empresarial, con menores cargas administrativas y fiscales, así como procedimientos más sencillos y garantías en el cumplimiento de los contratos.

El comercio exterior ha sido clave en España para la reactivación de nuestra economía. La OCDE recomienda hacer más eficientes los procedimientos aduaneros, continuar con la liberalización del comercio de servicios (donde las trabas son aún muy importantes) y completar los tratados comerciales actualmente en negociación. De ellos, el que tiene mayor potencial es el TTIP, dado el tamaño de las economías afectadas: la europea y la norteamericana.

Finalmente, el mayor y más importante reto, donde deben continuar las reformas estructurales, es en el mercado de trabajo. Es necesario aumentar el empleo y mejorar su calidad. Las medidas deben orientarse principalmente a los parados de larga duración y los jóvenes, con formación orientada para mejorar su adecuación al empleo disponible. Al mismo tiempo es necesario aumentar la tasa de participación, tanto de mujeres como de trabajadores próximos a la jubilación, dando flexibilidad a las primeras e incentivos a los segundos; estas medidas son también necesarias para garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones.

Por tanto, no debemos confiarnos en 2016, pensando que los malos tiempos han pasado y olvidando que hace falta poner las bases para que la recuperación sea sostenible y volvamos a tasas de empleo aceptables. No debemos conformarnos, podemos, como país, estar mejor y no debemos renunciar a ello, aunque parezca la solución más fácil.  El informe que les he expuesto en los párrafos anteriores podría suponer un buen documento de trabajo para establecer un programa de gobierno consensuado.

En mi caso, ya conocen el nombre de esta sección. Como optimista informada, he perdido la fe en que quienes nos gobiernan (bien sea ahora o bien en los próximos meses) hagan lo que tienen que hacer, aunque sepan perfectamente lo que es, pues se lo dicen todos, empezando por la OCDE. Y, ya que estamos en Navidad, me pido para el año 2016 que se completen las reformas estructurales, aunque ya me lo pedí el año pasado, y el anterior… en esta misma columna.

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