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LOS DÍAS DE LOS OTROS

Una escritora-pájaro: Alejandra Pizarnik 

14/06/2017 - 

VALÈNCIA. Leyendo la novela de Juan Tallón, Fin de poema, supe que el diario de Alejandra Pizarnik es probablemente uno de los más complejos que existen. La editorial Lumen reeditó en el año 2013 los Diarios en su versión definitiva.

Pizarnik es una de la poetas más rupturistas y con mayor influencia de los últimos tiempos. Alejandra Pizarnik, o Alejandrísima, como la llamaba Julio Cortázar, era una mujer menuda que tuvo una oscurísima existencia que fue capaz de plasmar en sus libros de poemas (Extracción de la piedra de locura o Árbol de Diana, entre otros) pero también en su escritura más íntima. Para conocer mejor la escritura, la vida y el trágico suicidio a los 36 años de edad de la Pizarnik, están estos diarios. Ella misma se reveló desde joven, tal y como cuenta Anna Becciú, la compiladora y editora de estos textos en la editorial Lumen, como buena lectora de diarios ajenos, diarios de escritores como Franz Kafka, Virginia Woolf o Katherine Mansfield. Fue el de Kafka el que más le perturbó. Todavía se conserva el ejemplar reescrito y subrayado por la poeta argentina.

Sin embargo, los diarios de Alejandra se alejaban de otros que ella misma había leído y que aquí hemos reseñado, en la ausencia total de una voluntad a la hora de registrar una cierta cotidianidad, por lo menos a partir de 1955, fecha clave en la que su diario será un lugar en el que trabaja su escribir y pulir su lenguaje, una suerte de laboratorio de su escritura poética cuyo tema no será otro que su situación emocional y psíquica.

DICIEMBRE, 1960 - Recordar que el viernes me sentí ángel. Locura furiosa. Y fue a causa de mi enorme silencio interno, de mi éxtasis, de mi volar mientras hacía paquetes en la sección Expedición. Y el sábado vino una voz que me dijo: Tú nunca morirás...

Una sola cosa sé: llegará la tranquilidad y llegará la paz. Y algún día no me importará nada.

Becciú se ha encargado además de asegurar que los diarios de Pizarnik son, en cierto modo, los primeros que una escritora latinoamericana escribe y trascienden. Es cierto que han sido generalmente los escritores europeos del siglo XIX y XX los que han apostado por una tradición diarista, pero son pocas mujeres las que lo han hecho en el idioma español (sin exceptuamos a Rosa Chacel). En este sentido, lo que sí es indudable es que Alejandra escribió sus diarios como parte fundamental de su proyecto de obra literaria, no como un texto paralelo o alternativo. En sus diarios ella quiere encontrar un lenguaje que le permita escribir algún día una novela, un cierto anhelo narrativo, un deseo que suele recordar a menudo en estas páginas.

MAYO, 1966 - Deseo hondo, inenarrable (!) de escribir en prosa un pequeño libro. Hablo de una prosa sumamente bella, de un libro muy bien escrito. Quisiera que mi miseria fuera traducida a la mayor belleza posible. Es extraño: en español no existe nadie que me pueda servir de modelo.

 

También registrará su actividad como lectora, como ferviente lectora y como escritora que combate con el idioma en el que escribe. No hemos de olvidar que Pizarnik es hija de inmigrantes rusos llegados a Argentina. Aunque ella ya nació en Avellaneda, siempre mostró una cierta ambivalencia con el idioma que escucha, el que escribe y el que lee:

ENERO, 1961 - Le bleu du ciel, de G. Bataille. Todo libro importante parte de las obsesiones de su autor. Así yo, si no muero muy pronto, escribiré la historia del "rostro que tengo en las entrañas dibujado". Tal vez mi vida es sólo un penoso prepararse a escribir esta historia.

JUNIO, 1964 - Leí un poco de Garcilaso y un cuento de Julio C. Mi ideal literario data de la época de Gide. Esto es risible pero no menos cierto. Me obligo a leer en español. Siempre la Forma, mi imposible.

Y en esa forma de la que se quejaba y se lamentaba, también jugaba una importante labor la creación de sus libros de poemas:

NOVIEMBRE, 1967 - Olvidar la "idea" del libro. Cada poema está solo. Hay pocos poemas solos que sean válidos o que sienta yo con ellos el antiguo mínimo grado de perfección.

Además de cada poema, cada verso es en su ser. Digo que todo es en sí, a solas, aislado y fragmentado. Dura faena la de unir los fragmentos. Eso se llama curar el poema como una herida.

“Curar el poema como si fuera una herida”, ahí está ya esa construcción lingüística que iría buscando toda su vida y por el que, de algún modo, dejó de lado otras distracciones como el amor o la familia. Lo que sí exploró frecuentemente es el deseo mezclado con la angustia.

JULIO, 1962 - (…) Hablábamos con palabras vivas, ardientes, y he aquí las sombras de pronto, la carencia de sexo, esta sed que sólo requiere sustitutos. Se ha perdido, en un instante, el deseo auténtico, el que alentaba en tus noches temblorosas.

El yo de mi diario no es, necesariamente, la persona ávida por sincerarse que lo escribe.

Sucede esto: sufro. Son las 19.30 hs. Tengo miedo. Se ha perdido lo que nunca se tuvo.

Hace apenas unos días, la editorial Lumen han editado Nueva correspondencia (1955-1972) a cargo de Ivonne Bordelois y Cristina Piña. Resulta interesante leer este libro enfrentado a los diarios pues a diferencia de estos, sus cartas contienen cierto brillo y alegría que no fue capaz de plasmar en sus diarios, quizás más cerca de los poemas primarios y oscuros. En cualquier caso, Pizarnik está ya convertida en un mito de complicada asunción, pues a veces sus frases y versos se agitan erróneamente como elementos pop y almibarados. Lo que muestran los diarios de esta mujer que se suicidó con 36 años es su absoluta anticipación y modernidad, su verdad y falta de impostura, la certeza del sufrimiento constante a través de un lenguaje que se le resistía, como esos pájaros a los que tampoco lograba apresar.

Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.


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