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memorias de anticuario

Una imagen de leyenda para tiempos de sequía

5/11/2017 - 

VALÈNCIA. Nos encontramos inmersos, como bien saben, en un período de sequía hidráulica. Sacar al Santo o a la Virgen del lugar para encomendarse a ellos y rogarles que intercedan para que llueva no es sólo propio del entorno rural. En la ciudad de València existe una imagen, la del Cristo del Salvador, que tradicionalmente ha presidido las oraciones y procesiones en época de sequía o de calamidades, condición que tiene que ver con el origen legendario de la imagen, aunque desde 1949 no ha vuelto a ser paseada en procesión con este propósito de carácter milagroso. El Cristo del Salvador no es una imagen demasiado conocida en la ciudad, salvo en el barrio y en el Cabanyal, donde también se le venera desde comienzos del siglo XIX. Se trata de una imponente talla policromada del siglo XIII, transición entre el último Románico y el primer Gótico, de casi tres metros y trescientos quilos de peso. Su imagen actual tiene poco que ver con la que tenía antes de su restauración, acometida hace unos cinco años, pues presentaba un color caoba oscuro patinado.

Iglesia del Salvador

A penas existen iglesias de reconquista en la ciudad de València, e incluso en la Comunidad, que hoy nos muestren su aspecto medieval original. Prácticamente todos los templos cristianos de la ciudad que fueron edificados en el siglo XIII, tras la llegada de Jaime I (San Martín, San Juan, San Esteban, Santa Catalina, San Nicolás…) tienen una compleja historia arquitectónica tras ellos, dada la cantidad de vicisitudes que han vivido, y que se han traducido en modificaciones estilísticas, enriquecimientos, añadidos en las distintas épocas, hasta que en los últimos tiempos han iniciado una vuelta a los orígenes a través de repristinaciones que nos revelan hallazgos ocultos que desconocíamos. Auténticas muñecas rusas superpuestas unas a otras que en la Seu de la ciudad encontramos el mayor exponente. La iglesia del Salvador, una de estas, es discreta en sus propósitos. Haber vivido el paso de los siglos sin hacer ruido y hasta hace pocos años presentaba el aspecto de quien más que vivir, sobrevive. Todavía tiene que pechar con la indignidad de convivir con un gran solar vallado junto a su ábside por encima del cual asoma, no sin dificultades, la humilde y antiquísima torre campanario. Enclavada en pleno barrio de la Seu-Xerea, el paso de peatones es escaso como corresponde con este tranquilo barrio. Exteriormente no ofrece gran cosa salvo una peculiaridad que no se repite en otro lugar de la ciudad: el mencionado campanario de estilo románico, con aspecto de torre fortaleza, construido ya a mediados del siglo XIV por lo que el estilo elegido puede tildarse de arcaico para los años en los que nos encontramos. Si su exterior poco nos enseña de su origen gótico, salvo los contrafuertes semiocultos, su interior todavía lo oculta más si cabe.

Como le escuché en su día al profesor Bérchez, la iglesia del Salvador en su interior asemeja no tanto a un tempo cristiano sino a un salón palaciego académico de lujo contenido, propio de las postrimerías del siglo XVIII y de comienzos del XIX. Efectivamente, si obviamos el altar mayor las columnas en mármol y las pinturas, así como las proporciones y ritmo en los elementos decorativos nos evoca un salón de recepciones o de baile de un palacio del último neoclásicismo. Todo ello contrasta con elocuencia con la enorme figura que, solitaria, preside el altar mayor. Ese gran crucificado del que hablaba al comienzo, tallado en madera, que según reza la leyenda fue hallado varado en una de las orillas del lecho del río Turia, a un par de centenares de metros de donde se encuentra en la actualidad. A esta historia hay que añadir otra todavía más legendaria, puesto que, la creencia más ancestra, identifican esta escultura con aquella que fue arrojada en aguas de Beirut por los musulmanes cuando conquistaron esta ciudad. La figura atravesó flotando el Mediterráneo subiendo, milagrosamente, aguas arriba por el río Turia, hasta ser divisada a la altura del actual puente de la Trinidad. Todas las iglesias de la ciudad tienen sus historias entre lo popular y lo legendario, y El Salvador no es la excepción.

Conmemorando la llegada, ya fue colocado en este lugar en 1588, una obra de Leonardo Julio Capuz, que fue derribada al inicio de la Guerra de la Independencia. En recuerdo de aquello, desde 2001 hay un Grupo escultórico obra Jesús Castelló, formado por Santo Tomás de Villanueva y el Cristo del Salvador semejante a la obra del siglo XVI desaparecida. Volviendo a la imagen original, la imagen de madera se sacó de las aguas y se depositó un tiempo en la popularmente conocida como “casa del Cid” puesto que según la tradición allí residió el guerrero burgalés tras su entrada en València, y seguidamente en una capilla de la Catedral. Tras varias vicisitudes, finalmente, se quedó en la llamada inicialmente ermita de San Jorge que pasaría a denominarse del Salvador. Por si fuera poco, si tuvo que ser rescatado del agua cuando apareció, lo tuvo que ser del también del fuego siglos después ya que en 1936 fue arrojado a la pira siendo salvado in extremis por un profesor, sin poder evitar que lo único que ardiera fuese la cruz que lo portaba.

Volviendo a su templo, el interior de la iglesia presenta una sola nave, con cinco tramos y un tanto afrancesada con esas semicolumnas adosadas a las paredes de fuste en un jaspe rojo muy llamativo, mientras otras, exentas, sostienen el entablamento del presbiterio. El templo se cubre con bóveda de medio cañón con lunetos de perfil curvo pintados al seco por el discípulo de Vicente López, Vicent Castelló i Amat (1787-1860) representando diversas escenas de la Pasión de Cristo. Del propio Vicente López existe una Asunción de la Virgen y diversos medallones y alegorías. Un segundo fresco salido de la mano de este maestro fue destruido en la Guerra.


 Los actos populares religiosos, seamos creyentes o no, son una manifestación de vida en las calles de la ciudad, volviéndose a escuchar el murmullo de la barriada en calles demasiado silenciosas a diario. Al hecho de rogar sus devotos por que traiga la lluvia, los próximos días 9 al 17 de noviembre se celebran las fiestas y novena de este Cristo legendario de València, incluida procesión muy mediterránea y popular por las calles del barrio a cargo de la archicofradía fundada hace 400 años, en 1616, saliendo por una de las puertas y entrando por la otra. La iglesia durante esos días se decora con flores y se ilumina especialmente para la ocasión, por lo que es recomendable su vista estos días de otoño.

Dos Cristos, que son el mismo 

Es al mismo Cristo de la calle Trinitarios al que los pescadores del Cabanyal veneraban con gran devoción desde tiempo inmemorial. De hecho, la gente del barrio marinero se desplazaba intramuros para pedirle protección, hasta que fue proclamado patrón del Cabanyal. En 1815, previo permiso, se hizo una copia para tenerlo en su propio barrio y no tenerse que desplazar a la ciudad. Inicialmente estaba depositado en una casa particular hasta que en 1850 pasó a ocupar la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles en una capilla ex profeso. En 1842 siguiendo la tradición del original fue sacado en procesión con ocasión de una epidemia y, al parecer, funcionó. De los Cristos que salen en la Semana Santa Marinera, este es el más popular y a la salida del sol del Viernes Santo se le acerca a la orilla del mar para rezar por los pescadores que perdieron la vida faenando en el mar.


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