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MEMORIAS DE ANTICUARIO

Una “ruta política” por el patrimonio valenciano 


17/12/2017 - 

VALÈNCIA. Como en los últimos días en la ciudad se habla mucho de la relación entre política y cultura con el asunto del Palau de Les Arts, aprovechando que el Turia pasa-o pasaba- por Valéncia, se me ha ocurrido reflexionar sobre si la nuestra es una ciudad “patrimonialmente politizada”. Entiéndaseme, que no es mi intención polemizar: he pretendido conocer si se trata la nuestra de una ciudad con muchas o pocas manifestaciones artísticas genuinamente políticas. Ya les adelanto la conclusión: no. Entonces ¿podríamos idear una ruta patrimonial y artística por la ciudad siguiendo hitos o mojones levantados con un claro trasfondo político?. Algo se puede hacer, pero vamos a tener que darle bastante a la cabeza. Créanme, la política parece estar presente en todos lados, pero Valencia no es una ciudad que rezume política por los poros de sus antiguas piedras. 

Escultura pública

Es muy escasa la escultura pública de corte “político” o significado ideológico que podemos encontrar por las calles de Valéncia. No abundan, sino más bien todo lo contrario, los monumentos erigidos a políticos, mandatarios o conmemorativos de hechos o movimientos de esta clase. Eso sí, escultura dedicada a artistas, médicos, poetas, cantantes, pensadores y hasta humoristas y toreros es la que abunda en plazas y jardines…pero pocos gobernantes, hay que decirlo, son recordados a través de monumentos en su honor. De hecho existen más ejemplos de esculturas levantadas para homenajear a políticos extranjeros (monolito a Salvador Allende en la plaza homónima, busto de Simón Bolivar en la Plaza de America o a Francisco Morazán, el que fuera presidente de Honduras en 1827 en la plaza del mismo nombre) que a nativos. Quizás sea porque nunca nos hemos puesto de acuerdo en quienes merecen ese reconocimiento. 

Porta de la mar

Como se halla descontextualizada llama la atención a los visitantes, que la confunden con una especie de puerta de Alcalá Valenciana o arco del triunfo loca. La Porta de la Mar es una reproducción diseñada por Javier Goerlich de la Puerta del Real, que fue derribada junto con las murallas de la ciudad en 1868, y que estaba situada al pie del Puente del Real. Fue erigida en 1946 en honor a los “Caídos por Dios y por la Patria” y no es ni mucho menos de mis monumentos favoritos: si la Puerta del Real debió ser magnifica en su neoclasicismo, a la copia le veo un aire a fanfarria provinciana. No creo que muchos valencianos se identifiquen con ella. Imagino que fue un encargo que el excelente arquitecto debió asumir, que sin duda tiene obra mucho más interesante en la ciudad. Mirando hacia la avenida Navarro Reverter, hasta hace unos años existía una inscripción ampulosamente escrita en latín como si hablara de un emperador, dedicada al dictador Francisco Franco “El Senado valenciano erigió este monumento a Francisco Franco Bahamonde regidor de las Españas para perpetuar la memoria del que ofreció su vida por Dios y por la Patria”. Sin comentarios. En aplicación de la ley de memoria histórica en la actualidad ya no figura tal inscripción en un monumento que ha ido perdiendo con el paso del tiempo esa significación atribuida por el pasado régimen.

Porta de la Mar

Siguiendo con esta mini-ruta, en la Avenida Reino de Valencia, donde en su día se encontraba la estatua dedicada a Jose Antonio Primo de Rivera, retirada en 1979, actualmente se levanta un monumento obra de Vicente Galian Miquel desde 1994 dedicado a la memoria dels “Maulets”. No es artísticamente una obra memorable, más en este caso es la simbología que representa lo que nos interesa.  “Valencia, Cap i Casal del Regne als Maulets, patriotes valencians que defeneren les llibertats nacionals del Regne de Valencia en la guerra de successió que finalisà en la batalla d'Almansa el 25 d'abril de 1707 i va supondre la perdua del Fus i l'autogovern dels valencians”, reza la inscripción. Maulets se les llamaba a las tropas que lucharon junto al Archiduque de Austria, frente a los partidarios de Felipe V, que fueron llamados “botiflers” en la Guerra de Sucesión a la Corona de España.

Volviendo a la figura del dictador, muchos se acordarán de la celebérrima estatua ecuestre que recibía a quienes llegaban a la llamada plaza del Caudillo, por las calles de María Cristina o San Vicente, situada en el mismo lugar donde ahora se halla la estatua de Francesc de Vinatea, y que hay que decir que pasaba bastante menos desapercibida que la erigida en honor de este último personaje. El gran bronce ecuestre fue retirado a plena luz del día, por personal encapuchado, una tarde de 1983. Un capitulo necesario, aunque un tanto surrealista, para la pequeña historia de la ciudad. Fue trasladada a la antigua Capitanía General de Valencia. En 2010, de acuerdo con la Ley de Memoria Histórica, fue de nuevo desterrada-vade retro- de la ciudad y trasladada al cuartel Jaime I de Bétera. Obra de del escultor valenciano José Capuz, fue colocada en 1964 en la llamada por aquel entonces plaza del Caudillo, conmemorando los 25 años de finalización de la Guerra Civil española.

Eliminados paulatinamente los escudos franquistas, lo que abundan en la ciudad son escudos nobiliarios sobre los dinteles de las puertas de acceso a las casas señoriales, sin embargo, son muy infrecuentes aquellos que hacen referencia a casas monárquicas o a los distintos reyes que se han ido sucediendo. Una excepción la encontramos en la Iglesia del Temple, junto al palacio del mismo nombre (actualmente Gobierno Civil) en la que se puede observar en su fachada neoclásica un importante escudo de armas tallado en piedra- claramente propagandístico- de Carlos III, con el fin de que quede bien claro quién fue el promotor y financiador del templo valenciano. 

Un edificio ideado para el gobierno del pueblo y otro a medias

No son pocos los edificios históricos a los que se les ha dado un destino político, y que en la actualidad son sede de organismos públicos y consellerías. Pero realmente sólo uno de ellos, y otro parcialmente fueron concebidos para que desde los mismos se realizaran labores de gobierno: el Palau de la Generalitat y parcialmente el actual Ayuntamiento de Valencia. Otros como el Palau dels Escala o el dels Borja donde está emplazada hoy en día la Diputación de Valencia y Les Corts Valencianes respectivamente no fueron en origen sino palacios-residencia de la nobleza valenciana. Excede con mucho la extensión de este artículo la literatura que genera un recorrido por las dependencias del Palau de la Generalitat, el Palau por antonomasia de la ciudad de Valéncia, que albergó hasta 1707, año en que se abolen los fueros por Felipe V, las Cortes Valencianas y la Generalidad del Reino de Valencia. Nunca deja de impresionar la llamada cuyos frescos, obra de Sarinyena se puede contemplar una sesión o sitiada de los diputados electos de la Generalitat del Reino, que asumían la representación del Reino y se reunían entre una convocatoria de Cortes y la siguiente, pero, aunque aparece el rey, lo bien cierto es que una sesión de Cortes, con la presencia del monarca, nunca tuvo lugar en esta Sala.

El ayuntamiento o casa de la ciudad antiguamente se hallaba donde hoy se encuentra el pequeño jardín junto a la plaza de la Virgen. Trasladado provisionalmente a la casa de la enseñanza del Obispo Mayoral en la calle de la Sangre, del siglo XVIII del que todavía se conserva parte de la capilla con frescos de Vergara, ya no lo abandonaría. A principios del siglo XX la gran casa va a sufrir una importante transformación de corte estético en lo que a la fachada recayente a la actual plaza del ayuntamiento se refiere que finalizó en la década de los 30. Una fachada un tanto fuera de época, de corte clasicista con profusión de detalles neobarrocos y torre con carillón. Tras la escenográfica fachada, lujosa escalera, salón de fiestas de corte afrancesado, despacho de la alcaldía, salón de plenos y demás dependencias. 

Aunque pudiera parecer lo contrario, el Museo de Bellas Artes de Valencia no contiene entre su colección son contadas las obras de carácter político salvo algún retrato real como el de Fernando VII. Quizás me equivoque, pero a penas recuerdo obras que recojan algún acontecimiento político del ámbito valenciano o español. Aprovecho para lamentar lo difícil que resulta rastrear en los fondos artísticos de nuestra gran pinacoteca, ya que no existe un gran catálogo que contenga exhaustivamente las obras que se hayan en el museo ni tampoco la web es presentable a este respecto. Espero que estas carencias no se prolonguen mucho más.

El palacio de Cervelló, situado en la plaza de Tetuán y que hoy alberga el Archivo Municipal, tiene tras él una historia cargada de momentos importantes de esta naturaleza. Se exponen en su interior un número de retratos reales, aunque alguno de ellos sea para olvidar rápido. Los retratos de Carlos IV y María Luisa de Parma ambos de José Vergara, o de Fernando VII, Isabel II y del general Narváez pintados por Vicente López salvan con nota la visita. 

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