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entrevista / juan antonio simarro

València, pasaporte a Beverly Hills

El compositor tinerfeño Juan Antonio Simarro, recién nombrado compositor de la Beverly Hills Symphony, busca músicos valencianos. Como no es de aquí, es de los que suele hablar bien de su tierra de acogida

| 14/10/2018 | 13 min, 1 seg

VALÈNCIA.-Entrevistar a Juan Antonio es entrevistar a un hombre pegado a un piano. Unas veces responde con palabras, otras con notas. Así es una entrevista a este compositor sinfónico y pianista que nació en Tenerife, creció en Lozoyuela (Madrid), vive en Madrid y pasó algunos años de la adolescencia recorriendo las calles de Turís (Valencia) y escuchando el sonido de la banda de música del pueblo. Dice Juan Antonio que lo bueno de la Comunitat Valenciana es que aquí la música es de todos, no hace falta ser profesional para tocar un instrumento. Tocan para disfrutar, afirma. 

Confiesa que su adolescencia en Turís le marcó y, sin lugar a dudas, está presente en sus actuales composiciones, como su aplaudida Sinfonía por un mundo mejor, seleccionada por la Unesco. El compositor nunca olvida ni Valencia ni el sonido de los metales valencianos. Los promociona allá donde va y en ese sentido confiesa a Plaza una primicia: la Sinfónica de Beverly Hills está en plena selección de músicos y él ya les ha hablado de la calidad de los metales valencianos: trompeta, saxo, trombón, trompa, tuba, clarinetes... Simarro quiere aprovechar esta entrevista para animar a los músicos que quieran hacer las pruebas a que contacten con él a través de su página web.

A pesar de ejercer de compositor, arreglista, intérprete y de productor musical para teatro, cine y televisión, el músico, por encima de todo, se siente compositor. Cuenta que a los ocho años, y a su manera, ya tarareaba músicas inventadas de camino a la escuela. Reconoce que vive y sueña con la música, y confiesa que un abrazo a sus hijos o el roce de la piel de su pareja le sugieren notas y composiciones. Su hogar, rodeado de jardín y a las afueras de Madrid, reúne todo lo que Simarro necesita para crear: mucha luz, calma, tranquilidad, silencio, amor, naturaleza y un salón repleto de instrumentos: un contrabajo, dos violonchelos, un piano... con los que comparte espacio e intimidades con su pareja, la actriz y violonchelista Irene Rouco. 

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— Naces en Tenerife y a los cuatro años tu familia se traslada a Madrid. ¿Cuál es tu relación con Valencia y con la población de Turís?

—Mis padres tenían, tienen, unos buenos amigos allí y por esa razón yo pasé algunos veranos de mi adolescencia en Turís y el resto en Lozoyuela, un pueblo encantador muy cerca de Madrid. Seguimos manteniendo a nuestros amigos y el contacto con Turís. Seguimos conectados a Valencia.

—¿Cómo era el niño Juan Antonio que veraneaba en Turís?

—Fue una época preciosa. Yo tenía entre doce y quince años y estaba descubriendo el mundo. Ya sabía que quería ser músico, sin ninguna duda, y cuando veía a la banda de música tocando por las calles de Turís me decía a mí mismo que algún día compondría música para ellos. 

—A esa edad, ¿ya habías descubierto tu pasión por la música? 

—Mi pasión por la música ha sido desde siempre (dice con emoción). Si pienso en mí de pequeño me veo yendo de camino al colegio en Madrid componiendo y tarareando melodías, pero lo que ocurre es que en Madrid la música no está tan en la calle como en Valencia. ¡Qué suerte tenéis! En Valencia la música está en todas partes, todo el mundo toca algún instrumento o está relacionado con alguien que lo toca. Cuando iba a Turís siempre pensaba que me encantaría vivir allí para pertenecer a alguna de las bandas y orquestas. Valencia ayuda a que salgan de allí grandes músicos, ya que la música se respira en la calle.

—¿Tu contacto con la música en Valencia influyó en tu carrera profesional? 

—Sin duda. Siempre pensaba que me hubiera gustado pasar más tiempo allí para aprender la musicalidad que tenéis. Por ejemplo, el nivel de los metales es de los mejores del mundo. Siempre me llamó la atención su sonoridad, lo cual me ha motivado cuando he compuesto determinadas secciones para mi Sinfonía por un mundo mejor.

— Dices que los metales valencianos son reconocidos mundialmente...

—Así es [afirma contundentemente]. Cuando seleccionas buenos músicos para una orquesta, las cuerdas suelen ser de países del Este y los metales valencianos, sin lugar a dudas. Y eso es por el papel que juegan las bandas municipales. Aprendéis de muy pequeños a tocar la trompeta, el saxo, el trombón, la trompa, la tuba, el clarinete... se mama desde pequeños y por eso tenéis a músicos en la Filarmónica de Berlín, en la de los Ángeles. De hecho estamos creando la Orquesta Sinfónica de la Beverly Hills, de la que me acaban de nombrar compositor oficial; vamos a hacer una selección este otoño - invierno y ya les he hablado de los metales valencianos. Y animo a que si algún músico valenciano quiere hacer las pruebas que contacte conmigo. 

—¿En qué consiste tu trabajo como compositor de la Beverly Hills Symphony y cómo te conocieron?

—Escucharon Sinfonía de un mundo mejor en el Auditorio Nacional, aquí en España, y me propusieron utilizarla para el estreno oficial de la Orquesta Sinfónica de Beverly Hills, que será este año 2018. Además, me han nombrado compositor oficial y music curator, lo que significa que junto a un equipo artístico participo en la decisión del repertorio e intérpretes, de ahí mi llamada a los músicos de metales valencianos.

—¿En qué has estado últimamente? 

—He viajado por trabajo a Beverly Hills. Además estoy componiendo el nuevo concierto para violonchelo y la música de uno de los restaurantes más importantes de España, que de momento aún no puedo decir el nombre. También he disfrutado con  los conciertos de la gira sinfónica de Miguel Ríos, en la que he participado como arreglista y compuesto la obertura que da comienzo al concierto.  

«en música clásica se cae en el error de interpretar siempre a compositores fallecidos. a quien le dan un violín esperan escucharle haydn»

—Diplomado en Educación Musical por la UCM, has recibido clases de director de orquesta y banda por la Royal School of Music de Londres. ¿Qué destacarías de tu formación musical? 

—Nunca se acaba de estudiar, por suerte. Ahora estoy estudiando con Navarro Lara. Quiero seguir perfeccionando en dirección de orquesta para entender mejor al director. He estudiado violonchelo para entender mejor las cuerdas. No soy purista. Me interesan todos los estilos: clásica, pop, jazz, africana...

— ¿Qué hitos destacarías en tu carrera?

—Haber compuesto Sinfonía de un mundo mejor y, como algo reciente, mi nombramiento como compositor de la sinfónica de Beverly Hills. También estoy muy orgulloso de que mi composición Cuatro acordes para expresarme la interpretase la gran pianista Isabel Pérez Dobarro en 2017, en el Fórum de los Premios Nobel de la Paz, en Minneapolis. 

— Hablas mucho de Sinfonía de un mundo mejor. ¿Por qué surge?

—Todo surgió porque compuse una obertura por los derechos humanos, que es la primera parte de esta sinfonía. La directora de orquesta Adriana Tanus la estrenó en el Auditorio Nacional de España con la Joven Orquesta Europea de Madrid. Debido al éxito de ese primer movimiento, me pidieron que compusiese más movimientos. Y así surgieron los otros tres que forman la totalidad de la sinfonía. En la actualidad tiene cuatro partes: Obertura por los derechos humanos, Homenaje, Desarrollo sostenible y naturaleza y Un mundo mejor. La Federación de Centros Unesco, que tuvo ocasión de escucharla, quiere llevarla a la Unesco en París. Y en Estados Unidos la estrenaremos a lo largo de 2018, con la sinfónica de Beverly Hills. Pero todavía no hay fecha.

—¿Qué es la música en la vida de Juan Antonio Simarro?

—Es todo. En la vida hay música siempre, hasta en el sonido del motor de un coche. Hay incluso composiciones que las hago soñando. Cuando he hecho los arreglos y obertura de la gira sinfónica de Miguel Ríos te puedo decir que, por ejemplo, la parte de Santa Lucía, que la he hecho en vals, la soñé. Escucho poca música porque prefiero pensarla. Si estoy fregando los platos nunca me pongo música porque, de repente, un sonido que me da el agua en la olla me crea una sonoridad y tengo que secarme las manos y ponerme a componer... El sonido del agua en la olla un día me evocó el udú —una tinaja árabe— y de ahí a componer... [para demostrarlo, interpreta el sonido de la olla al piano].

— Alguna anécdota en este sentido… 

—Muchas... Esta me pasó una noche. Llegaba a casa tarde y cansado de todo el día trabajando. Y cuando entraba al garaje sonó el molesto sonido de cuando te quitas el cinturón de seguridad pero aún no has aparcado. Y ese día, en ese momento, solo escuché que era la nota sol. Yo oía esto [¡y la toca al piano!]. Subí en el ascensor con ansiedad, me senté al piano, la toqué, le cambié el acorde [lo interpreta de nuevo] y lo grabé, y con el resultado hice un dúo para violín y piano. Me considero un compositor artesano. Cuando compongo desde la banda sonora de una película a una orquesta sinfónica, pienso cada nota, compongo todo de arriba a abajo, desde el primer flautín al último contrabajo. Huyo de lo industrial y de que una pieza la orquesten entre varios. Así le doy a mi música un carácter más personal.

— Compositor, director de orquesta, intérprete... ¿qué te define mejor?

— Por encima de todo, me siento compositor. Es cierto que me gusta mucho interpretar porque así puedo compartir con el público lo que compongo. 

—¿Cuál es el sueño de Juan Antonio?

—Que en España las grandes orquestas, como la Sinfónica de Tenerife o la Sinfónica Nacional de España, me tengan también en cuenta y no solo las extranjeras.

— Tus composiciones son interpretadas por orquestas de todo el mundo. Compones para ballet, violín, viola, conjuntos de cámara, orquestas... ¿Qué interpretación te ha emocionado más?  

—En 2017 me impresionó escuchar en una escuela de danza de Los Ángeles a jóvenes de catorce años interpretar mi Adagio para violín, piano y orquesta de cuerda, que había grabado junto a Ara Malikian. La escuela de Danza la conoció a través de Youtube y me invitaron para que pudiera ver su interpretación.

—Vamos a hablar de tus piezas. Si yo te digo Cádiz

—La compuse paseando por la playa de Barbate. Yo iba tarareando escalas y como estaba afónico en lugar de ir subiendo, bajé. Y a partir de ahí salió Cádiz.

—¿Y si te digo Noche en el Café Montarto? 

—Surgió de una improvisación que hice una noche en el Café Montarto de Baqueira Beret. Tenía 23 años y allí había un piano. Me lancé, improvisé y el «tócala otra vez Simarro» [se ríe a carcajadas] de la gente me llevó a orquestarla. Esta pieza siempre la improviso. Beethoven también lo hacía. Es una práctica que ha dejado de hacerse. Animo a los músicos a que también lo hagan ahora. ¡Es divertido!

—¿A quién recomendarías escuchar Sinfonía por un mundo mejor?

—A todo el mundo. Cada parte de esta sinfonía tiene su significado. Obertura por los derechos humanos quiere transmitir que todos somos iguales; Homenaje es la parte más triste, va dedicada a la gente que sufre. En Desarrollo sostenible y naturaleza me inspiro en la relación entre las personas y la naturaleza; y el cuarto movimiento, que se llama Un mundo mejor, significa cómo a lo largo de la historia, la sociedad ha intentado mejorar los derechos humanos sin conseguirlo del todo.

—Eres el happy composer de los asiáticos... 

— [Carcajadas] Cuando me escuchan dicen que mi música transmite felicidad. Y de ahí que una característica de mi marca sea que hago «Música positiva», gracias a la recomendación de mis asesores en producción de eventos, Fátima Bravo (De Roulotte) y Miguel Pelegrín. Para mí sería imposible no transmitir ese positivismo porque yo soy así. 

—En 2017 compones para la actriz y bailarina Paula Quintana la pieza Siempre en algún lugar, seleccionada para el festival Dansa València.

—Para Paula Quintana he hecho varias coreografías; fue a raíz de su creación Latente, en la que utilizó música mía. A partir de ahí vino Amarga Dulce sobre la figura de Dulcinea y luego Siempre en algún lugar. Es una artista brillante.

—Proyectos en ciernes…

—Además de los que te he comentado, en septiembre empezamos a grabar un programa para La 2 de TVE. Voy a presentar Clásicos irreverentes, que comenzará su emisión antes de final de año, si no hay cambios. Es un concurso de música clásica con el que buscamos potenciar la música sinfónica, descubrir talentos y acercarla a todo el mundo.

—Tienes vinculación con las orquestas de estudiantes.

—Colaboro con Musicaeduca, importante escuela internacional privada. Me encargaron la segunda sinfonía El mundo es música, compuesta para que la puedan interpretar estudiantes.

— En València tiene un campus la Berklee, la universidad privada de música más grande del mundo. ¿Tienes alguna relación con ellos? ¿Te gustaría?

—No tengo una relación profesional con la Berklee en València y me encantaría. Podría compartir mi música con ellos, dar clases, alguna charla y que aprovecharan que soy un compositor vivo. Y quiero recalcar lo de ‘compositor vivo’ porque en la música clásica se cae siempre en el error de interpretar música de compositores fallecidos. A quien le dan un violín siempre esperan escucharle Haydn. Y en mi opinión, para los alumnos intérpretes es muy interesante que un compositor les explique cómo se enfrenta al proceso de componer. Además soy un libro abierto. No guardo secretos. Me encanta compartir todo lo que sé con mis alumnos. Recientemente he dado clases de composición en el Conservatorio de Beverly Hills. València podría ser mi siguiente destino... [sonrisa final].  

* Este artículo se publicó originalmente en el número 51 de la revista Plaza

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