X AVISO DE COOKIES: Este sitio web hace uso de cookies con la finalidad de recopilar datos estadísticos anónimos de uso de la web, así como la mejora del funcionamiento y personalización de la experiencia de navegación del usuario. Aceptar Más información
GRUPO PLAZA

Después de la caída

ANSELM BODOQUE. 24/07/2011

Camps, antisistema

El discurso de Francisco Camps la tarde de su dimisión fue políticamente pobre. Se puede disculpar porque lo hacía una persona herida y que había tomado una decisión muy dura. Pero demasiadas cosas sonaban equivocadas en su despedida. Sorprendía, incluso, que el eje central del discurso tuviera una lógica antisistema. En su intento de argumentar porqué dimitía, sin explicar las causas reales, reiteró que todo lo que ocurría se debía a que él era víctima de un sistema brutal que lo había perseguido durante más de dos años de una manera infame. Todo era producto de una enorme conspiración en su contra.

La contracultura americana de los años sesenta del siglo XX dejó en sectores importantes de nuestra sociedad la idea mágica de que existe un sistema que trata de controlarlo todo y condiciona nuestras vidas. El sistema es una abstracción, algo inconcreto, la imagen de nuestros odios y la explicación simplista de nuestros problemas. No es comprensible que Camps combinara en su discurso final como president de la Generalitat la idea del sistema opresor que le persigue y una visión conspirativa de los motivos que mueven a quienes le han criticado. Son formas de ver el mundo propias de grupúsculos antisistema, no de un demócrata.

El sujeto del sistema para Camps es el PSOE y sus colaboradores, mientras que para los antisistema, extremistas e integristas suele ser el capitalismo, los mercados, el materialismo u Occidente; pero la lógica del discurso en esencia es la misma: lo que nos ocurre no es culpa de nuestros errores o circunstancias, sino porque padecemos el ataque conspirativo de un sistema brutal. En tal caso, quizás fuera el Sistema quien presentó Álvaro Pérez el Bigotes, a Camps, y fue el Sistema quien hizo que su gobierno contratara por cifras millonarias y procedimientos no siempre claros a Orange Market, o que el mismo Álvaro Pérez le ofreciera trajes y regalos, y fue el Sistema quien hizo que Camps negara conocer a Pérez y no recordara cómo consiguió los trajes. La dimisión de un president de la Generalitat es un hecho triste, pero la causa se encuentra en los errores del expresidente y no en la conspiración de ningún sistema.

Aclaremos una cosa, Camps puede ser inocente del delito de cohecho impropio por haber recibido el regalo de unos trajes. Además, no hay ningún indicio de que personalmente se haya enriquecido de manera espúrea. En unos meses, cuando se celebre el juicio, no es impensable que sea absuelto, y que su partido reivindique su figura y lo recupere para alguna responsabilidad. Eso puede pasar. Pero, la cuestión de los trajes es un tema relativamente menor, que no le hubiera ocurrido a un político con más cintura y desparpajo. Lo esencial y por lo que Camps debería haber dimitido hace tiempo es que mintió reiteradamente a los ciudadanos y que tiene la responsabilidad política de que bajo su gobierno y gracias a su persona Orange Market hizo negocio de manera oscura a costa del dinero público de todos los valencianos.

Euforia en la cuarta planta

En la cuarta planta del número 4 de la calle Blanqueries, centro de la dirección del PSPV, fue una tarde larga y feliz. De la sorpresa inicial se pasó a la euforia. Se celebraba la salida del president de la Generalitat del cargo. Pronto se asentó la idea de que este hecho allanaba el camino para los socialistas y ayudada a asentar el liderazgo de su secretario general. Quien discutía estas aseveraciones era un agorero o, peor aún, un derrotista. El lugar se llenó de gente, todo eran parabienes, y, al final, hasta se abrieron botellas de cava. Era el 24 de julio de 2002. Aznar acababa de nombrar a Eduardo Zaplana ministro de Trabajo, José Luis Olivas era el nuevo presidente de la Generalitat y Francisco Camps pasaba a ser el candidato del PP a las elecciones autonómicas de 2003. La izquierda y, especialmente el PSPV, consideraron una buena noticia la candidatura de Camps, lo veían con poca energía y sin la cintura y desparpajo de Zaplana. Era un candidato más débil. Después, con Camps al frente, el PP derrotó en tres ocasiones a la izquierda y al PSPV-PSOE. En 2007 y, sobre todo, en 2011 de manera humillante.

El 20 de julio de 2011 se han vivido escenas parecidas en la sede socialista. Los protagonistas eran otros. Las conclusiones similares: la caída de Camps es un triunfo propio, Alberto Fabra es una persona con menos energía, apoyos y capacidad política que Camps, y su nombramiento facilita el camino al PSPV, mejora la posición socialista y refuerza el liderazgo de su secretario general. El mantra puede funcionar. Los partidos son organizaciones con más consignas que pensamiento. Pero, acabado el tema de los trajes (lo único de lo que han hablado los socialistas en los últimos años), el PSPV deberá encontrar una nueva estrategia de oposición más allá del recurso monotemático a la corrupción. Tendrán que hacer oposición de verdad, fortalecer a su partido y ofrecer alternativas. Y no será fácil. Salvo excepciones, no están acostumbrados, y muchos, simplemente, no saben. Además, el calendario político socialista de los próximos meses es duro y no está claro quien sobrevivirá a los vaivenes que se avecinan. Finalmente, deberían aprender de lo ocurrido en 2002 y evitar infravalorar a Alberto Fabra y al PP valenciano.

Compromís, la oposición

Desde que ha empezado esta legislatura, Compromís parece tener como objetivo marcar la agenda política, cuanto menos por lo que a la oposición se refiere. De momento, demuestran mayor capacidad de iniciativa que EU y el PSPV. Su desafío es serio. Quizás por eso amagan con presentar candidato en la investidura de Fabra. Un gesto para marcar territorio. Compromís entiende, con parte de razón, que actualmente es una formación más dinámica, con mejor presencia en las redes sociales y con más potencial de atracción que el resto de las fuerzas de oposición al PP. Consideran que EU carece de espacio definido y que el PSPV vive una crisis estructural, se encuentra paralizado y la principal preocupación socialista es hacer frente a las próximas elecciones generales y los subsiguientes congresos internos en el ámbito estatal y valenciano.

Retos excesivos para la actual dirección socialista y que pueden conducir, en su opinión, a una crisis socialista aún mayor. Saben que el éxito relativo de las últimas elecciones autonómicas tiene mucho de coyuntural y demérito socialista. Intuyen que las tensiones entre los distintos sectores del BNV, Els Verds e IPV pueden generarles problemas internos, a menos que su espacio político siga creciendo. Pero, como les ocurre a los socialistas, sin Camps de presidente, parte de su discurso y acción política, junto con las camisetas de Oltra, pierden valor. También tendrán que aprender a hacer oposición, si aspiran a liderarla, y eso es algo más que ir a la contra. Significa tener alternativas, presencia social, voluntad de gobierno y, por lo tanto, propuestas realistas y globales.

Manda Madrid

Desde que en junio de 2004, apenas unas semanas después de que Zapatero fuese elegido presidente del Gobierno de España, Camps pusiera en marcha un discurso victimista que se ha mantenido machaconamente en el tiempo, el sentido de la autonomía valenciana y del autogobierno se ha ido degradando progresivamente. En demasiadas ocasiones, el Consell, con su presidente al frente, ha renunciado a ser un órgano de liderazgo social y afirmación de políticas públicas propias y ha preferido comportarse como un altavoz de quejas contra el perverso gobierno central socialista. El discurso ha sido maniqueo y falso, pero ha funcionado socialmente y, por eso, se ha mantenido hasta ahora. Sin embargo, de ese modo, el sentido de tener un gobierno propio y autónomo se desvanecía, de ese modo el Gobierno Valenciano dejaba de gobernar en muchas ocasiones y subordinaba la iniciativa política del Consell al interés y las lógicas del PP estatal. De ese modo, la Comunidad Valenciana salía perdiendo.

No sorprende, por lo tanto, que desde la calle Génova de Madrid se enviase a Federico Trillo de emisario para solucionar el problema de los trajes en Valencia, que se impusiera una solución deshonrosa para el president de la Generalitat como era la de aceptar su culpabilidad y pagar una multa, o, lo que es peor, que Camps dijera en su dimisión como presidente de los valencianos que lo hacia para ayudar al PP estatal y a Mariano Rajoy a ganar las elecciones. Poco importaba que de ese modo se degradase el sentido del autogobierno valenciano. El PP central ya había forzado la dimisión de Camps al no garantizarle su apoyo y había decidido el nombramiento de Alberto Fabra como nuevo president de la Generalitat y del PP valenciano, sin consultar a los órganos internos del Partido Popular en la Comunidad Valenciana. Madrid manda, sobre todo en los partidos con vocación centralista, y las autonomías son consideradas como un asunto secundario o un problema.

De nuevo, un Consell provisional

En lo inmediato, lo más significativo de la dimisión de Camps, es que el Consell nombrado hace menos de un mes pasa a tener un carácter provisional. Nombrado el pasado 22 de junio por Camps con un perfil tecnocrático y con personas de su absoluta confianza, el equipo se ha envejecido de repente y se encuentra en estos momentos descolocado. Cuando los nuevos objetivos y lógicas de decisión estaban empezando a establecerse, se cambia al presidente. En consecuencia, el Consell tiene que volver a confirmar sus prioridades políticas, y debe reconsiderar la posición, jerarquía y autoridad de cada miembro del Consell, sobre todo de Sánchez de León o de Johnson. Eso requiere tiempo y no hay mucho margen. De hecho, desde que estalla el asunto de los trajes, mientras la crisis económica va a más y la deuda de la Generalitat no deja de crecer, el Consell ha estado en un estado de semiparálisis. Y ya son dos años y medio.

Vela y Verdeguer parecían dispuestos a encabezar una nueva agenda política hacia la austeridad, el control de la deuda y el apoyo a los sectores productivos. Está por ver como se adecuará esta agenda incipiente al cambio de presidente. Hay que pensar que, aunque de momento Madrid haya impuesto un respeto escrupuloso de Fabra hacia el equipo de su antecesor, en los próximos meses se vayan produciendo cambios. Primero, en los equipos de asesores de Presidencia y en alguna dirección general. Después, cuando pasen las elecciones generales, Fabra ajustará el Consell y nombrará un equipo propio. Mientras tanto, seguiremos con una incierta provisionalidad.

Comparte esta noticia

2 comentarios

anselm escribió
26/07/2011 18:59

Anna, el problema és que necessitem governs que governen, que siguen forts i que lideren les societats, encara que es desgasten, i no els tenim ni a Europa, ni a Espanya, ni a la CV. Les bones intencions no generen polítiques efectives i la provisionalitat té conseqüències dures per a una societat. Itàlia duu més d'una dècada amb un govern provisional, pendent de la situació judicial de Berlusconi. És el segon país que menys ha crescut del món en la darrera dècada. Qui visita Itàlia se n'adona que és un país estacat, és a dir, que va cap a arrere en termes relatius. A la CV, els indicadors de fons (grandiloqüències governamentals, al marge) no són per a fer festa. Hauriem de posar-nos a treballar amb trellat i sense sectarismes.

Anna escribió
26/07/2011 11:44

Anselm, em sembla molt encertat el comentari que fas sobre la provisionalitat del Consell. Encara que Fabra el respecte, de moment, està clar que part dels seus membres tenen els dies comptats i això no és el millor que ens pot passar a una comunitat tan endeutada i amb tantes mancances com la nostra. Enhorabona per l'article.

Escribe un comentario

Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.

publicidad