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opinión politizada / OPINIÓN

Alegrías

29/03/2023 - 

VALÈNCIA. Me vais a perdonar, pero hoy hablaré poquito de la pelota. Noches de insomnio obligan. No vi el triunfo de España ante Noruega, y también me perdí la derrota de nuestros muchachos ante los escoceses. Mi yo de hace unos años no daría crédito, pero mira… La vida, a veces, nos sorprende.

Se ha machacado tantísimo últimamente el concepto de ‘padrear’–imagino que Fernando Alonso tendrá algo que ver- que, cuando de verdad te conviertes en padre, no sabes demasiado bien cómo reaccionar. “El bebé no viene con manual de instrucciones”. Una frase que te repiten mil veces amigos y familiares, pero cuya dimensión real no intuyes hasta que te toca cambiar el primer pañal y descubres ‘el pastel’. Un poco como la lucha del Valencia por evitar el descenso esta temporada: las señales han estado ahí y habíamos advertido durante varios años… pero, hasta que no vas con el pañal puesto y con el agobio en el cuerpo a Mestalla, tampoco intuyes la dimensión real de lo que se te puede venir encima.

Pensaba durante la primera noche de Marina con nosotros que, al margen de la necesidad diaria de Dodotis, la llegada de una hija también puede encontrar cierto paralelismo con el fútbol y con un club como el Valencia. Te preguntas si estarás a la altura. De todos los pasos que has dado hasta llegar a este momento. De tu vida pasada, tu juventud, de cómo tus padres te inculcaron esos valores que, sin saberlo, te han llevado hasta aquí. Y de que, ahora, lo más importante ya no eres tú, sino ella. El futuro.

Unos días antes de la visita más deseada al hospital, pude pasar la mañana con Miguel Simón, un aficionado blanquinegro residente en Madrid y uno de los miembros de ‘la resistencia’ ante Peter Lim más significados en la capital de España. ‘Madrilenciano’ mantiene una relación fantástica con su hija Alegría: una niña que, con apenas 11 años, presenta una lucidez de argumentos absolutamente pasmosa a la hora de diagnosticar qué le pasa el Valencia y qué pueden hacer los aficionados para combatirlo.

Más allá de la viralidad de las protestas de Alegría y su padre, armados con un ejército de muñecos y Playmobils capaces de ‘romper’ Twitter a base de interacciones y atemorizar a la seguridad privada de LaLiga o la RFEF, me quedo con ese vínculo imborrable entre padre e hija con el Valencia como común denominador. Viajes a finales de Copa en coche, visitas a Mestalla, pintar y dibujar en casa con el club como nexo de unión… En definitiva, pasar tiempo de calidad juntos, planificando acciones originales y reivindicativas con un punto de humor, invirtiendo sus fines de semana en visibilizar el rechazo a la gestión negligente de Meriton en una de las plazas más hostiles para el sentimiento valencianista como es Madrid.

Desconozco si a Marina le gustará o no el fútbol. Tampoco sé si le atraerán los colores del Valencia, del Levante o si –para mi desgracia- se dejará seducir por la facilidad de animar a aquellos clubes con mucha pasta que ganan títulos por castigo año tras año. No tengo ni idea de si acabará emocionándole ver a los equipos masculinos y femeninos de Valencia Basket, de si el atletismo será su disciplina favorita o de si me tendrá a altas horas de la madrugada viendo waterpolo en los Juegos Olímpicos.

Sí que sé, sin ninguna duda, que le gustará el deporte. Porque a sus padres siempre les ha gustado. Y que tendrá la libertad para escoger y la variedad de disciplinas más amplias que ha habido nunca. Le contaré que lleva el deporte en la sangre. Que hace muchos años, casi cuarenta, un grupo de mujeres muy valientes decidieron juntarse y darle proyección al fútbol femenino en partidos, selecciones autonómicas y ligas locales. Que aquello fue la semilla valenciana de la que hoy brotan la Liga F, las participaciones españolas en la Women’s Champions League y el gran potencial de nuestra selección española femenina. Y que su abuelo, aunque ya no esté con nosotros y no pueda abrazarla, fue uno de los primeros entrenadores que ayudó a aquellas chicas a romper estereotipos y ser pioneras en su propia tierra.

Hace un tiempo hubiese escrito que lo único que debería movernos es dejar un futuro mejor a nuestros hijos. Visto lo visto, y siempre en clave deportiva… hoy firmo con sangre hacer todo lo que esté en mi mano para que el futuro que ella vivirá no sea peor.

Sí, amigos. No buscamos la gloria y las grandes gestas. Directamente, firmamos el empate.

Firmamos un Valencia que exista, que respire, que siga en Primera libre de tiranos y déspotas con mando a distancia. Libre de dictaduras, vibrante y abierto a una nueva generación de aficionados que, como Alegría hace desde Madrid, consiga recuperar lo que la nuestra dejó escapar de manera irresponsable. Firmamos un Levante también en Primera y asentado en esos Poblados Marítimos en los que siempre estuvo arraigado. Firmamos más éxitos para Valencia Basket, para la ciudad de València, para todo el deporte de nuestra ciudad. Firmamos la progresión del deporte femenino y ver cada vez a más niñas siendo protagonistas.

La vida, chavales. Hace un par de días estaba, como quien dice, entrando por la puerta de la facultad para empezar a estudiar periodismo y comunicación audiovisual. Cerré los ojos un momento y, al abrirlos, me encontré con un bebé precioso en su cunita, mi mujer mirándome cansada desde la cama del hospital y, mientras tecleo, un susurro tenue en mitad de la noche: “Acaba ya la columna, que queremos dormir un rato”.

A vuestras órdenes.

(Nota: Espero, hija, que cuando leas esto de aquí a unos años no te enfades por comparar la angustia de un hipotético descenso con cambiarte los pañales. En mi defensa, te prometo que lo primero me produce tristeza; lo segundo, la alegría más pura que podría sentir.) 

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