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análisis | la cantina

El Valencia Basket tiene un Ferrari en la cantera: Manolo Real 

27/05/2022 - 

VALÈNCIA. Manolo Real es un hombre de gustos sencillos. A los amigos que le llaman para verle, les convoca en un bar que hay cerca de su casa donde unas chicas ecuatorianas hacen una tortilla de patata extraordinaria. Y allí, con un bocata y una cerveza, despliega su amena conversación. Luego vuelve a casa, trabaja un rato y por la tarde se va a l’Alqueria a entrenar a niñas de quince años. Cuando acaba, de nuevo a su hogar y hasta el día siguiente. Y así es feliz, tremendamente feliz.

No siempre fue así. Manolo Real tuvo, tiempo atrás, cargos mucho más relevantes. Durante un año y medio fue el director deportivo del Valencia Basket. Después se fue y, tras unos años de parón, llevó al Ros Casares a ganar la Copa de la Reina y la Liga, y a disputar la final de la Euroliga. Él es un gran entrenador, pero, además, aquel equipo era un pepino. “Yo era un chaval de 30 años que iba cada día a entrenar a Laia Palau, que entonces tenía 23, Elisa Aguilar, Margo Dydek, Elena Tornikidou, Erika de Souza… Algunas de las mejores jugadoras del mundo”.

Durante ese tiempo, aprendió de baloncesto de Carme Lluveras, que era la ‘general manager’ -a ella le encantaba decirlo así, en inglés-, se volvió un obseso, como todos los grandes entrenadores, y se hartó. Días antes de empezar el play-off de su segunda Liga, tras arrollar al Perfumerías Avenida en Salamanca, con el equipo invicto, anunció que lo dejaba. Recuerdo aquella rueda de prensa y que, como no tenía sentido su marcha, le pregunté si tiempo después nos íbamos a enterar de que padecía una enfermedad preocupante. Me dijo que no, esbozó una media sonrisa y pidió la siguiente pregunta. A la tarde le llamó su padre preguntándole si tenía un cáncer.

Manolo descubrió de adolescente, siendo alumno del colegio San Pedro Pascual, que se le daba mejor entrenar que jugar. Por eso se centró en la táctica y con 18 años ya era entrenador de un equipo de las categorías inferiores del Valencia Basket. Su talento y su facilidad para entender el juego le fueron elevando. Del alevín fue creciendo poco a poco hasta que acabó como director deportivo.

De ahí, a la calle. “A los veinte minutos estaba ya en Benifaió, donde descubrí a un alevín de primer año que se llamaba Josep Puerto. Cogí el teléfono y llamé inmediatamente al Valencia para informarles”. Luego vino su llegada al Ros Casares, su trabajo en la base y su ascenso a la cúspide. Pero él quería trabajar en la formación y en su último contrato incluyó una cláusula: si le tiraban del primer equipo, volvía a la cantera.

Cuando se extinguió el Ros Casares, solo quedaron las niñas. El patrocinador retiró su inversión, las estrellas se marcharon y solo quedaron doscientas chicas que les gustaba jugar al baloncesto. Paco Argalla intentó mantener eso a flote, pero un día, cuando vio que ya no podía sostener toda esa estructura, llamó a Manolo Real y le pidió ayuda. El día que el entrenador llegó al pabellón de la Malvarrosa se dio cuenta de por qué le gustaba tanto esto. Echó un ojo en el alevín y vio una chiquilla que se llamaba Claudia Contell -este año se ha asentado en el primer equipo- y una de segundo año que era Elba Garfella -otra que hoy también tiene su nombre en el Mur dels Somnis de l’Alqueria-. Y pensó: aquí hay buena materia prima.

Manolo vio que allí había talento y que merecía hacer un esfuerzo por salvar aquello. Entonces llamó al Valencia Basket y le habló a Toni Muedra de la posibilidad de incluir la rama del femenino en su cantera. Después de algunas conversaciones, Paco Raga abrió la puerta. El primer año funcionaron como una especie de cantera externalizada -seguían entrenando en la Malvarrosa- y después, hace cinco años, ya se incorporaron a la estructura del club de un modo totalmente igualitario.

El técnico valenciano recuerda con especial cariño la primera medalla en un Campeonato de España, un bronce del equipo infantil del que muy pocos se acuerdan pero que él le da muchísimo valor porque fue el primer éxito.

De nuevo en la cantera del Valencia Basket, donde suma ya 21 años -“digo eso y muchos piensan que soy un abuelo, pero es que entré con 18 y solo tengo 46”, bromea-, el entrenador eligió el cadete. “Esa generación, la que tiene 15 años, es la más conflictiva. Ellas sienten que ya son mujeres y siguen siendo niñas. Todo está cambiando a su alrededor, la vida, de repente, es diferente, y llegan las redes sociales. Es también el momento en el que empiezan a dominar sus cuerpos en la cancha. Es un momento crucial y por eso creo que es donde más puedo ayudar al club”.

Dice esto porque es la edad a la que muchas lo dejan. Por los estudios, porque cambian sus intereses, por los chicos… El caso es que la Federación Española de Baloncesto (FEB) creó una campaña hace años porque le preocupaba mucho la cantidad de jugadoras que se perdían a esa edad. “Pues una de las cosas de la que estoy más orgulloso es que puedo decir que en estos cinco años, ninguna lo ha dejado”, apunta.

En esta nueva etapa, Manolo Real incorporó a su cuerpo técnico a Pepa, su mujer. Pepa, que es arqueóloga y la delegada del equipo, no es la comparsa de su marido. Ella es fundamental a la hora de modelar mentalmente a las chicas. Hace dos años, cuando irrumpió el virus en nuestras vidas y nos encerraron en casa, Pepa se inventó un truco para mantener unidas a las jugadoras. Les propuso escribir un relato sobre ellas y que cada chica enlazara su historia, siguiendo el hilo, con la anterior. “Acabamos escribiendo un libro y fue una forma de crear un vínculo muy fuerte entre ellas. No solo no se desconectaron, que era un peligro, sino que ahora forman un grupo tremendamente unido”.

Manolo tiene el prestigio que se ha ganado durante años -también fue segundo entrenador de Paco Olmos y Luis Casimiro- y cada verano monta un campus al que acuden entrenadores de toda España. Allí cuenta por qué le obsesionan tanto las chicas de 15 años y explica que es el momento, antes de pasar a júnior, de adquirir “una base de táctica individual y una educación deportiva que les permitirá, en el futuro, tener una disciplina indispensable para jugar en la élite”.

Hace un año, por primera vez desde 1986, el Valencia Basket ganó un título de campeón de España. Fue con Manolo Real, que ha repetido este año con ese equipo cadete memorable. La semana de la final, en vez de ponerse pesado con los asuntos tácticos, se empeñó en liberar a las chicas, en conseguir que llegaran al partido crucial del año sin presión. Y en cada sesión de tiro, el equipo que perdía tenía que cargar en caballito al que ganaba. Y de esta forma se reían, se destensaban y se olvidaban de la trascendencia de ese encuentro.

El entrenador que tocó el cielo del baloncesto femenino, ha descubierto que nada le llena más que lo que está haciendo ahora. Y antes de hablar pone excusas para no hacer la entrevista por si alguien se piensa que es una forma de promocionarse. “Y yo no quiero salir de aquí. Esto es lo que yo quiero hacer en la vida. Venir por las tardes a entrenar a las chicas y estar en el banquillo con Pepa. Poca gente sabe que el día que debutó Claudia Contell en el primer equipo, yo lloré. Y que el día que mi amigo Rubén Burgos hizo debutar a Awa Fam, Pepa y yo nos abrazamos y solo nosotros sabemos lo que sentimos ese día. Eso nos hace felices, no necesitamos más. Pero también me acuerdo de aquella chica que de niña era muy problemática y que nosotros intentamos reconducirla. Pues años después coge y te escribe para decirte que ha concluido la carrera de Medicina. Para mí eso es lo importante en la vida, mucho más que dirigir a un equipo de élite”.

En ese equipo campeón de niñas de 15 años, destaca Awa Fam, la joya de la corona de la cantera del Valencia Basket. Fam, que es de Torrevieja e hija de senegaleses, es musulmana. Y, claro, ninguna de sus compañeras tenía ni idea de que era eso del islam ni por qué durante el ramadán ella acudía a los entrenamientos sin pegar bocado. Pepa habló con Awa y con su madre y les propuso que explicara al equipo, la hija con la ayuda de la madre, por qué se celebraba el ramadán. Antes, Manolo y Pepa le contaron a las jugadoras que ser diferentes nos hace mejores. Poco después le pidieron a una de las jugadoras más religiosas, católica, que explicara al resto del equipo qué es la Pascua. “Esa es nuestra mentalidad: el respeto entre todas”, sentencia Real.

La primera vez que Manolo vio a Fam fue en el campus. “Era una cría que entonces medía 1,80 y tenía una pinta fenomenal. Aún tengo los vídeos de cuando llegó y se ve a una niña totalmente descoordinada. Los brazos iban por un lado y las piernas por otro. Pero ya veías cómo había sido educada en su casa. Porque Awa es trabajadora, respetuosa, disciplinada… Le pasan tantas cosas a su alrededor que a veces le cuesta entenderlo, pero nosotros intentamos ayudarla poco a poco y, sobre todo, hacemos un gran esfuerzo por liberar de presión a una niña de 15 años”.

Hoy Awa Fam ya es una habitual del primer equipo. La pívot mide 1,92 y posee unos brazos infinitos. Su entrenador en el cadete ha trabajado mucho con ella dentro y fuera de la pista. Manolo cree que está en el camino para ser una gran jugadora. “Tiene lo mejor que tienen las grandes buenas: las manos. Todo el mundo habla de los tapones, los rebotes y tal, pero a mí lo que más me gusta es que le tiras un melón y lo coge. Tiene un físico descomunal y unas manos enormes. Y esas manos le ayudan a dominar el balón. Aún así creo que tiene que mejorar el dominio del balón y el rango de tiro. Pero pasa muy bien y hemos trabajado mucho el timing de pase. Yo siempre le digo que ella puede ser la base del equipo. Al principio no lo entendía, pero le expliqué que, como todas las defensas se cierran sobre ella, eso le permite pasar a sus compañeras”.

Después de un rato hablando apenas ha dedicado un minuto a la elite. Un elogio a Rubén Burgos y poco más. Él está enfocado en el equipo cadete, el campeón de España, el único campeón de España de este club. Y yo no creo que sea casualidad que al mando esté un entrenador fantástico como Manolo Real. Porque puedes tener las mejores instalaciones de Europa y el mayor vivero y un embudo que haga que todo el que destaque por estos pagos acabe en tu casa, pero lo que va a hacer crecer y mejorar a tus jóvenes son los entrenadores con talento, capacidad de transmitir y un deseo ciego por mejorar a las chavalas y los chavales. Tener un Ferrari te hace ir más rápido.

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