VALÈNCIA. Mazda dice que sus coches están hechos para durar y lo dice en serio. Todos los modelos se someten a un proceso de pruebas de una exigencia casi inimaginable, con el objetivo de hacerlos más duraderos. Sencillamente, es parte de lo que Mazda entiende por construir automóviles sostenibles. Y, para dar otra vuelta de tuerca a esta visión, Mazda abrió el año pasado un nuevo laboratorio de ensayos ambientales en su sede central de Hiroshima.
Con este banco de pruebas de última generación, Mazda se ha situado a la vanguardia de la tecnología. Lo utiliza para someter sus modelos a las condiciones meteorológicas más extremas de modo que, después, las olas de calor o las tormentas de nieve de nuestra vida cotidiana no supongan el más mínimo problema.
Según explica Naoya Uehara, el ingeniero responsable de medir el efecto de las temperaturas extremas en los interiores y en el exterior de los coches, "Simulamos fenómenos que se producen una vez en décadas, como las olas de calor extremo que azotan Norteamérica o las temperaturas ultrabajas que se dan a veces en Canadá, el oeste de Rusia o el norte de Europa".
Otro ingeniero, Syouta Yamada, lleva a cabo una batería de pruebas extenuantes para estudiar el efecto en los fluidos térmicos con el vehículo en movimiento. Los detalles de estas pruebas son un secreto bien guardado; pero basta decir que el laboratorio puede reproducir temperaturas exteriores que van desde el calor del desierto al frío polar, niveles de humedad entre el 30% y el 80%, vientos de hasta 250 km/h y la radiación solar del ecuador.
"Simulamos fenómenos que se producen una vez en décadas, como las olas de calor extremo que azotan Norteamérica o las temperaturas ultrabajas que se dan a veces en Canadá, el oeste de Rusia o el norte de Europa".
Naoya Uehara, ingeniero del Grupo de investigación y ensayos estructurales de vehículos
Después de someter los vehículos a semejante odisea, los ingenieros analizan los datos y proponen mejoras que se aplican a los futuros modelos. Uehara recuerda especialmente una prueba térmica del Mazda CX-5 de sexta generación, en la que se detectó que algunas piezas se contraían. "Descubrimos que la resina cristalizaba, lo cual aumentaba su densidad", comenta. "Así que hicimos evolucionar el modelo empleando técnicas de simulación, y ahora no se produce este problema".
Este trabajo incansable de los ingenieros de pruebas propicia nuevos avances en la industria del automóvil. Además, el renovado compromiso de Mazda con el medio ambiente exige buscar nuevas soluciones.
Por ejemplo, los coches llevan un carenado inferior que reduce la resistencia aerodinámica. Sin embargo, ese carenado atrapa calor y lo transfiere a otros componentes, cosa que debe evitarse. El equipo de Yamada encontró la forma de redirigir el flujo de calor para alejarlo del coche sin empeorar la resistencia aerodinámica. Para ello se llevaron cabo pruebas en un túnel de viento de última generación; todo ello condujo a una innovación técnica que, actualmente, está patentada.
"Por la noche, cuando los ingenieros no están examinando el coche, un robot se encarga de rodarlo por distintos circuitos de pruebas, recorridos bacheados y pistas de tierra encharcadas. Es parte de un interesante experimento para mejorar la eficiencia del proceso de pruebas".
Por su parte, el laboratorio de ensayos de corrosión de vehículos dispone de una avanzada tecnología de simulación de salpicaduras. Con ella se agilizan los procesos de ensayo y los ingenieros pueden resolver problemas de forma creativa, dentro de los plazos de desarrollo de un nuevo modelo.
"Por ejemplo, cuando montamos el mismo motor en el Mazda3 y en el CX-30, nos encontramos con que el motor del Mazda3 recibía mucha más agua porque el vehículo es más bajo", explica Satoshi Maruyama, ingeniero responsable de prevenir la oxidación. "Adaptamos nuestras estrategias al Mazda3 y conseguimos que el CX-30 no tuviera prácticamente ningún problema".
En las cercanas instalaciones de pruebas de Miyoshi, los coches se hacen rodar en trece circuitos muy exigentes. Mazda cuenta con ingenieros expertos en detectar defectos y ruidos indeseables.
"Todos nosotros tenemos los conocimientos necesarios para evaluar el comportamiento durante la conducción, hacer mediciones y analizar los datos, identificar problemas, suministrar información a los departamentos correspondientes y hacer sugerencias", nos explica Sachio Yamakawa, ingeniero de pruebas de durabilidad de vehículos (en la foto superior, en el circuito de pruebas de Myoshi durante una prueba de larga duración con el CX-5). "Según he oído, con otros fabricantes estas competencias suelen estar repartidas entre los distintos miembros del equipo. A mí me parece que, para construir coches duraderos, es muy importante ser versátiles, porque eso nos ayuda a detectar los problemas y actuar inmediatamente".
Y por la noche, cuando los ingenieros no están examinando el coche, un robot se encarga de rodarlo por distintos circuitos de pruebas, recorridos bacheados y pistas de tierra encharcadas. Es parte de un interesante experimento para mejorar la eficiencia del proceso de pruebas. No obstante, Yamakawa insiste en que "cualquier cambio en el coche que el cliente pueda sentir físicamente debe ser evaluado por humanos, no por robots". Porque, de acuerdo con la filosofía de Mazda, el comportamiento de un Mazda debe venir dictado por las percepciones y sensaciones humanas.
El objetivo último de estos implacables procedimientos de pruebas no es otro que construir coches más sostenibles. Como dice Yamakawa, si un coche es fiable necesita menos repuestos y eso reduce a su vez su huella medioambiental. Sin olvidar, por supuesto, que esa es la forma de que un Mazda dure toda la vida.