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la cantina

Un triplete del Valencia Basket que tuvo alguna sombra

17/05/2024 - 

VALÈNCIA. Hubo un momento, a mitad temporada, que el equipo femenino del Valencia Basket sufrió algunas derrotas sangrantes. Y lo peor fue comprobar que había jugadoras que no parecían muy afectadas por esto. Un día, al acabar uno de esos malos partidos, Queralt Casas se puso delante del micrófono de Teledeporte y habló muy claro: “No hemos estado a la altura. Estar a la altura, eso es lo que nos ha faltado”. Le volvieron a preguntar y la capitana no se escondió. Nunca lo hace. “Sí, estoy un poco enfadada”, dijo con cara de estar muy enfadada.

El equipo reaccionó, pero, sobre todo, encontró un trébol de cuatro hojas en mitad de la inmensa pradera. Una pieza que cambió las reglas del juego en España. Ese elemento que le dio la vuelta a todo fue Alina Iagupova. Alina, una alero ucraniana de 31 años, era una estrella internacional. No tenía sentido que estuviera en Navidad sin equipo. Pero parece ser que Iagupova estaba harta de ser el andamio del Çukurova. Para lo bueno y para lo malo. Así que cogió y se marchó de Mersin (Turquía) para ver si alguien le abría la puerta.

Iagupova jugó su primer partido con la camiseta taronja el 10 de enero. La gente del club, incluido su entrenador, tenían miedo de que fuera una estrella que había venido a hacer sus números para asegurarse el salto a otro club en verano. Pero ahí emergió una gran alero que, además, demostró que podía ser una jugadora de equipo. A partir de entonces, el bloque de Rubén Burgos ganó todo lo que jugó, excepto tres partidos. Uno contra el Perfumerías Avenida en plena resaca de la Copa de la Reina y dos más contra equipos menores, uno de ellos el Jairis, el conjunto que dirige la valenciana Anna Montañana, que tiene trazas de gran entrenadora. El resto, incluida la fase final de la Copa y los playoffs, todo victorias.

No todo el mérito es de Iagupova, faltaría más. El equipo dio un cambio. Rubén Burgos, un gran gestor de grupos que cada año es mejor y mejor entrenador, supo reconducir el desastre. No salvó la Euroliga, que se fue demasiado pronto, pero a partir de ahí, arrasó. En la Copa estuvo intratable y en las eliminatorias del título de Liga, lo mismo. No ha encontrado rival en España y por eso cierra la temporada con los tres títulos nacionales: la Supercopa. La Copa de la Reina y la Liga.

Vi el segundo partido de la final al lado del banquillo del Valencia Basket. Justo delante, tapándome un pedazo de la cancha, estaban las dos lesionadas, Raquel Carrera y Alba Torrens, y un descarte, Noa Morro. Tres generaciones dentro de una misma plantilla. Torrens es la veterana que medita estirar un año más una trayectoria abarrotada de títulos. Carrera es la joven que ya tiene el peso de alguien mayor. Y Morro es una pívot de futuro. Las dos mayores dejaron la muleta en el suelo y se pasaron el partido de cháchara. Morro, víctima de la brecha generacional, se sentó dos sillas más allá y apenas habló con ellas.

Raquel Carrera, que es uno de los grandes talentos del baloncesto europeo y, además, una de las tipas más dicharacheras que hay en este deporte, que una cosa no está reñida con la otra, vivió los últimos minutos muy excitada. Como si no tuviera la rodilla hecha un cuadro. Se levantaba, gritaba, aplaudía… Morro, más insegura, sin sentir aún que es miembro de este equipo de pleno derecho, quizá aún con el síndrome de la impostora, se emocionaba con la boca pequeña. Y Torrens, que ha ganado todo lo que se puede ganar, sonreía y era feliz a su manera. Sin bajar ni un segundo la pierna lesionada que tenía en alto. Sin dar un salto. Una alegría contenida.

Más de 7.500 personas gritaban de felicidad tras el triunfo insultante que acababan de presenciar, y ovacionaban a las jugadoras, que saltaban ya en mitad de la cancha nada más sonar la bocina. Burgos, siempre comedido, siempre equilibrado, jamás un gesto reprochable, se fue directo a saludar y felicitar al que pagaba la fiesta, que es Juan Roig. Justo después le apareció por un lado Bernard Hopkins, excompañero en el Pamesa y uno de los hombres más queridos en la Fonteta, que le dio un gran abrazo.

Todo el mundo estaba contento. Menos las jugadoras del Perfumerías Avenida, claro. Incluida Laura Gil, que recibió el saludo de Juan Roig con una mueca. No se marchó muy contenta con el club la pívot murciana. Pero el resto fue un festín de alegría.

El equipo ha crecido un poco más esta temporada. No ha parado de hacerlo desde que logró el ascenso hace seis años. Eso es muy difícil. Creo que, haciendo un repaso global de todo este tiempo, el mérito radica fundamentalmente en dos motivos: la gestión y la dirección de Rubén Burgos, el campeón sin ego, y la decisión de apostar por jugadoras poco egoístas, gente que pone por delante el grupo a una misma. Luego está el talento, claro. Como el paso al frente de Leti Romero en Huelva para convertirse de una vez por todas en la fabulosa directora de juego de este equipo. El crecimiento de Nadia Fingall a partir de la lesión de Raquel Carrera. O el compromiso y el esfuerzo de Queralt Casas, el alma de este equipo. La jugadora que marca el listón, altísimo, en defensa, y que también cumple en ataque. Y a su sombra, ojo, una joven a la que veo capaz de todo: Elena Buenavida

Las noticias hablan ahora de la marcha de Marie Gülich, la pívot alemana que ha hecho un trabajo enorme durante cuatro temporadas, y Merritt Hempe. Y se especula con la llegada de dos buenas pívots. Yo ahí sí veo una grieta. Creo que el club, empezando por Esteban Albert y acabando por Rubén Burgos, tienen la responsabilidad de encumbrar a Awa Fam, lo mejor que ha salido de la cantera del Valencia Basket desde Víctor Claver. Es la joya de la corona de L’Alqueria del Basket. Y no tiene sentido hacer una apuesta millonaria por esta instalación, por este proyecto de formación, si luego te sale una jugadora por la que se pegarían todos los clubes de España, y no facilitar su inclusión y su evolución en la plantilla.

Albert tomó la decisión esta temporada -el tiempo dirá si acertada o fallida- de priorizar su presencia en el filial o incluso en el equipo júnior, antes que meterla a disputar los playoffs con las mayores. Fam ya tiene 17 años y ha demostrado, cuando le han dado permiso a Burgos para contar con ella, que tiene calidad de sobra para jugar en la Liga Femenina y probablemente hasta en la Euroliga. Fam merece que se apueste por ella. La inversión del mecenas lo merece. Y hasta la afición valenciana lo merece.

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