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OBITUARIO

Alfredo Brotons, crítico musical del diario Levante, fallece repentinamente a los 59 años

Nada hacía presagiar la desaparición de un personaje muy querido y valorado en el ambiente musical valenciano

23/07/2016 - 

VALENCIA. La figura de Brotons, dirigiéndose, con zancada larga y rápida, hacia su localidad, era un elemento constante, desde hace muchísimo tiempo, en el paisaje de los conciertos valencianos. También en tal paisaje se inscribía su imagen, en el Palau de la Música, sentado invariablemente en la última fila del anfiteatro. Dado que el sonido no es mejor en ese sitio que en otras filas cercanas, cabía preguntarse por qué siempre se ponía allí.

La respuesta estaba en su maletín. Y en unas lamparitas que permanecen encendidas sobre esa última fila. En el maletín estaban las partituras que iban a sonar en cada velada. Las lamparitas –en esas localidades que caen debajo- permitían a Alfredo seguirlas en la penumbra de la sala. Los vecinos de asiento le veían hacer rítmicos –pero discretísimos- movimientos con la mano derecha. Sólo los músicos que había entre el público percibían la destreza con que su mano seguía el compás, aun cuando el ritmo o el tempo hubieran cambiado. No parecía perderse nunca. Otros comentaristas miran la partitura antes o después del concierto, con o sin disco. Pero a él le gustaba seguirlas en directo, algo que tiene su precio –y eso sólo lo saben quienes conocen la complejidad de una partitura orquestal- pero, asimismo, su rédito: podía decir luego en qué compás exacto un instrumentista se había adelantado a la entrada que tenía prescrita, por ejemplo, o cuándo el director había cumplido (o incumplido) las indicaciones de repetición, de carácter o de tempo.

Su licenciatura en filosofía le condujo a enseñar esta materia en el colegio de Salesianos, pero Brotons, además, entendía y escribía sobre música en el sentido más riguroso del término. No sólo en Levante EMV, donde lleva varias décadas haciéndolo, sino también en la revista especializada Scherzo. Trabajaba asimismo como traductor para la editorial Akal, a veces en obras tan complejas como las de Adorno, Hegel o Freud. Muchas veces ni siquiera descansaba en los entreactos de los conciertos. Si no le acompañaba su hijo Pau, se le veía con frecuencia aprovechándolos para continuar alguna lectura. Tuvo tiempo también para recopilar y organizar, junto a Paco Tarín, todos los programas de mano escritos por otro gran crítico valenciano, Gonzalo Badenes, que fueron publicados, a partir del trabajo de ambos, por Rivera Editores. En los últimos meses le rondaba la idea, precisamente, de promover la dedicatoria de una calle a este amigo y compañero, crítico musical de El País hasta la fecha de su fallecimiento (agosto de 2000).

Tocaría ahora, para ganar ese pequeño espacio que intentamos arrancarle a la muerte, especialmente cuando, por ser temprana e inesperada, nos golpea aún más, reivindicar ambos nombres, el de Badenes y el de Brotons. Sería bonito que ambos tuvieran un merecido homenaje en las calles de una ciudad que se reivindica, a veces más con palabras que con hechos, como ciudad de la música.

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