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el tintero

Algo tendrá que decir, querido President

  • David Livermore, durante la rueda de prensa en la que anunció su diisión. Foto: KIKE TABERNER.
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VALÈNCIA. No es la primera vez que escribimos sobre este asunto, imagino que desgraciadamente no será la última, pero la situación empieza a ser límite y sorprendentemente aquí no pasa nada y el máximo responsable del tinglado, el Molt Honorable no ha dicho esta boca es mía. Un estilo, por cierto, muy rajoyesco, dejar que los temas desaparezcan o se esfumen, es decir, se les olviden a los ciudadanos. Pero ni es ético, ni es de recibo, puesto que tanto antes como ahora a los gobernantes se les debe exigir explicaciones y justificaciones a sus decisiones, especialmente cuando afectan a sectores tan delicados como sanidad, educación o cultura. 

La percepción, quizá errónea, que tengo sobre muchas de las informaciones que leemos y oímos en los medios y que afectan a decisiones concretas y polémicas del actual Consell, es que aquí no pasa nada –si osas criticar o comparar, siempre salen datos sobre la corrupción del anterior gobierno– y me llama la atención que el máximo responsable, es decir, Ximo Puig, suele salir indemne de todos los asuntos espinosos de sus consellers, verbigracia: educación, sanidad, cultura, etc. Es más, se suele justificar que el talante del President no tiene nada que ver con el de algunos de sus díscolos miembros del gobierno autonómico.

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, con Montón, en el Día de la Mujer. Foto: LUCA PIERGIOVANNI/EFE

Peligrosa disociación y huidizo argumento para exonerar de responsabilidad a quien es el máximo responsable de todas las decisiones que se toman en el ámbito público autonómico. Hace tiempo que la Sanidad comenzó a ocupar titulares por la idea fija de la señora Carmen Montón de revertir los modelos de colaboración público privada, con especial notoriedad del famosos modelo Alzira, pese a haberse probado su utilidad y viabilidad. Un tema que cada vez más se ha demostrado como una decisión ideológica y no técnica o práctica. 

Pero siempre es bueno escuchar varias voces, contrastar argumentos, no apresurarse a etiquetar frívolamente a un cargo público aunque tome polémicas decisiones. Mi asombro llegó el pasado domingo al leer en este diario las declaraciones de Rosa Atiénzar, secretaria general de la Federación de Sanidad y Sectores Sociosanitarios de CCOO-PV, quien entre otras lindezas dijo sobre el departamento de sanidad valenciano: “En muchos aspectos hay falta de transparencia, además de una falta de respeto a las personas que representan a los 50.000 trabajadores y trabajadoras de la Conselleria de Sanidad.”

La consellera sigue ocupando su cargo porque el señor Puig quiere. Desde las tensiones internas a la cantidad de políticas que no dejan de incomodar a diversos colectivos de sensibilidades distintas, hay motivos sobrados para que hubiera realizado un recambio en la cartera sanitaria. Y si es fundamental apaciguar y reconducir ese ámbito, qué decirles de la educación. Las manifestaciones de los centros concertados, las quejas de asociaciones de padres de alumnos, los problemas y retrasos en los pagos del bono escolar y algo mucho más importante que todo ello: un pacto educativo planteado como una auténtica trampa, puesto que el Conseller Vicent Marzà no quiere renunciar al adoctrinamiento –gradual y progresivo–, o a la opción monolingüe que premie cada vez más el valenciano tanto a nivel educativo como mérito docente. 

El conseller de Educación y Cultura, Vicent Marzà, durante un acto en Alicante. Foto: RAFA MOLINA.

Aquí se suele recordar que el conseller es miembro de Compromis y del ala más nacionalista. Al principio era un argumento válido, pero ya ha pasado un tiempo más que prudencial y tras algunas decisiones, el señor Puig podría haber hablado seriamente con su vicepresidenta y haberle propuesto que en un mundo globalizado, interconectado y donde el talento vuela rápido y habla inglés, quizá otro perfil más ‘open mind’ para gestionar la educación de los jóvenes valencianos, sería más razonable, pero nada, ahí sigue. 

Y para completar el silencio negativo para la sociedad y positivo para los bolsillos de los consellers, la semana pasada se volvió a cruzar una línea roja, se puso de manifiesto que los que parecían agoreros y pesimistas cuando criticaban (cierto que antes de los hechos, pero basándose en el conocimiento del personal) que los miembros de Compromis podrían comportarse de manera partidista y sectaria, tenían razón. La dimisión de Davide Livermore como intendente del Palau de les Arts Reina Sofía y las declaraciones posteriores de voces autorizadas en el ámbito cultural y operístico, como Plácido Domingo o Fabio Biondi han dejado en evidencia que la política cultural que dirige el conseller Marzà se basa en un provincianismo ridículo y nocivo para los intereses de una sociedad moderna que pretende estar a la vanguardia en un ámbito tan nuestro como el de la cultura musical. No sobrarían explicaciones y dimisiones. 

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