VALÈNCIA. “Sabemos el valor inmenso que tienen esas imágenes de momentos felices, de personas queridas, de recuerdos que hablan de lo que somos y de los que ya no están. No los tiren. Esas fotos dañadas aún pueden tener esperanza de recuperarse”. Con este mensaje, publicado a través de la red social Instagram el pasado 5 de noviembre, la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) iniciaba un tarea de la que en ese momento no alcanzaban a prever su magnitud. Se ponía en marcha el movimiento ‘Salvem les fotos’.
Fue apenas un día antes de que compartieran estas palabras cuando comenzaron a recibir fotografías y álbumes cubiertos de barro a causa de la trágica Dana del 29 de octubre, objetos recuperados por voluntarios y afectados de entre el lodo que llenaron una de las aulas de la facultad, un espacio que muy pronto se les quedó pequeño. De esa primera sala pasaron a una más grande, una mudanza tras la que continuaron recibiendo imágenes hasta alcanzar las 340.000 fotografías recogidas de las zonas afectadas.

Hablamos de imágenes cotidianas, aparentemente sin importancia. Una pareja de viaje en Reino Unido, posando frente al London Eye; un paseo por el campo; uno, dos y tres cumpleaños, soplando velas sobre tartas de todo tipo y sabor; niños y niñas en el día de su comunión. Imágenes que en el marco global pueden parecer insignificantes, pero que lo importan todo. Recuerdos de toda una vida. “El momento de la devolución es uno de los momentos más emocionantes de mi vida. Devuelves lo único que no se puede comprar: fotografías, memoria”.
Estas palabras, que nos llevan al final de trayecto del proyecto tras tantos meses de trabajo, el de retornar las imágenes a sus dueños, las firma el profesor de la UPV Pedro Vicente Muñoz, quien junto a las profesoras Esther Nebot y Pilar Soriano comisarian la exposición Salvem les fotos UPV/ Recuperar las memorias, que muestra en el Centre del Carme el proceso de recuperación de los archivos gráficos familiares afectados por la riada, una exposición que abrió sus puertas este miércoles de la mano, también, de la directora de Cultura de la UPV, Mª José Martínez, y el gerente del Consorci de Museus, Nicolás Bugeda.

El proyecto no es tanto una exposición al uso sino más bien un relato de ese proceso de recuperación a través del que se han logrado salvar miles de fotos, casi todas ya devueltas a sus dueños. Aunque no todas. “Hay familias que nos piden que no les devolvamos el lote porque todavía no tienen casa”, confesó Nebot durante la presentación a medios de la muestra. Cuando se va a cumplir un año de la riada queda claro que todavía queda mucho por hacer, un camino de recuperación que pasa por lo grande pero también por lo íntimo, esta última una parcela aparentemente alejada de la urgencia pero que desde la UPV, junto con numerosos colaboradores, han querido liderar para recomponer los recuerdos de los afectados.
La tarea, con todo, no ha sido nada fácil. Desde el pasado mes de noviembre han ido recibiendo centenares de álbumes y fotografías, algunos de ellos en muy mal estado, piezas entregadas por sus dueños y otras encontradas en la calle. “¿Conoces a alguien de esta foto?”. Esta es la pregunta que, tal y como recuerdan los comisarios, tuvieron que hacer varios de los voluntarios para terminar de casar este puzzle, para devolver a sus dueños aquellos recuerdos que parecían perdidos, una tarea que prevén finalizar a final de año con la devolución total de todo el material recuperado.
Inteligencia Artificial para recomponer recuerdos

Es imposible desligar la parte emocional del proyecto, sus impulsores bien lo saben, pero también es importante poner el foco en paralelo al de un proceso científico y colaborativo que ha logrado recomponer fotografías dañadas utilizado técnicas de restauración, de documentación, tecnología digital e, incluso, Inteligencia Artificial.
En este sentido, el desmontaje de los álbumes fotográficos ha sido una de las fases más delicadas, libros que recibían con las imágenes pegadas entre ellas o en las distintas páginas que las separan y sobre los que tuvieron que realizar intervenciones precisas para esquivar cualquier alteración extra.
La higienización del material recibido ha sido otra de las cuestiones importantes, pues su contacto con el barro y la humedad hace que presenten niveles muy elevados de contaminación biológica o colonización fúngica. "La foto familiar surge para ser vivida, compartida, manoseada... Esta foto tiene que volver a cumplir su función de contenedor de memorias", subrayó Nebot.
Este proceso ha hecho, además, que se desarrollen nuevos protocolos y herramientas. En este último ámbito se enmarca el uso de la Inteligencia Artificial para restituir buena parte de las imágenes dañadas, recuperando detalles y formas que parecían perdidos. “Siempre que quede una pequeña esquina, un resquicio o una cara reconocible, esa imagen se guarda y se devuelve”.
