VALENCIA. La audiencia latina en los Estados Unidos supone la nada despreciable cifra de más de cincuenta millones de espectadores. Un nicho de público que no consume contenidos únicamente en sus canales específicos, como pueden ser Univisión o Telemundo. El espectador hispano está cada vez más presente en el resto de televisiones mainstream, en una época compleja políticamente. La población hispana ha recibido duros ataques por parte del popular candidato a la presidencia Donald Trump, poniendo en jaque a la mayor parte de las cadenas que no pueden permitirse perder a un público fundamental para sus audiencias.
Una década después del éxito de la adaptación de Yo soy Betty, la fea por la cadena ABC, aquel espectador que ofreció audiencias millonarias a la famosa telenovela se está volviendo más sofisticado a medida que van pasando generaciones. Entre sus preferencias ha integrado determinados aspectos de la cultura anglosajona, manteniendo a la vez su identidad propia.
Desde las televisiones para todos los públicos, de la costumbre de satisfacer a estas “minorías” a través de un personaje entre el casting como mera cuota y ya está, se ha pasado a exhibir cada vez más personajes protagónicos, o incluso subvertir sus referentes culturales. Un ejemplo de esto último es el caso del juego creado en el género de la telenovela en series como Jane the Virgin, uno de los mayores éxitos de la actualidad convertida en una parodia del género. Sobre la renovada generación de protagonistas tenemos infinidad de referencias, como el reciente premiado Gael García Bernal en Mozart in the Jungle.
En estos tiempos tampoco se estila ya retratar a esta comunidad CON personajes estereotipados como el de la mujer de la limpieza O el pandillero
En estos tiempos tampoco se estila ya retratar a esta comunidad a través de personajes estereotipados como el de la mujer de la limpieza, el pandillero o el mecánico. Sofía Vergara, actriz mejor pagada de la televisión por su papel en Modern Family, abandera ese nuevo tipo de personaje normalizado, como en su momento lo fue la pionera Eva Longoria en Mujeres Desesperadas.
El espectador hispano nacido en los Estados Unidos, y por tanto ciudadano norteamericano de facto, consume, ve y vota. Y por tanto importa. Una evolución lógica después de varias generaciones que se ha asentado con fuerza en la industria audiovisual y que contrasta fuertemente con la actualidad política, especialmente con el polémico Donald Trump. El político que se presenta a candidato republicano para las presidenciales protagonizó portadas y discusiones el pasado verano por su petición de extradición de todos los inmigrantes indocumentados y la construcción de un muro en la frontera con México.
Mientras que para las televisiones la inclusión del perfil latino en las series está suponiendo un éxito de audiencias, las declaraciones del magnate han dificultado las cosas. El político rompió relaciones con algunas de las grandes cadenas de televisión tras sus agresivas propuestas sobre inmigración. Después de recogerse cientos de miles de firmas de protesta a través de charge.org, la cadena NBC cortó de raíz toda relación comercial con el aspirante a la presidencia con el que mantenía algunas colaboraciones, como la emisión de la gala de Miss Universo o la participación como anfitrión en uno de sus realities. Anteriormente fue Univisión quien hizo lo mismo, dejando ambas cadenas muy claro que dentro de su audiencia este target de público es importante, y su pretensión es cuidarlo y mantenerlo.
En definitiva, en la temporada televisiva norteamericana que se ha estrenado este mes de enero se evidencia más que nunca la apuesta por el hispano como héroe de la ficción, situándolo en el centro de la historia, dentro y fuera de nuestras pantallas.
Shades of blue: Jennifer López protagonista de un The Shield edulcorado
La detective de Nueva York Harlee Santos (Jennifer López) forma parte de un equipo de policías que realizan prácticas corruptas en beneficio propio. Lideradas por su jefe el teniente Matt Wozniak (Ray Liotta), ganan un sobresueldo llevándose comisiones de los negocios sucios de la ciudad. El planteamiento de la serie nos presenta a una Santos que es arrestada por el FBI con la intención de obligarla a colaborar como infiltrada y cazar a su jefe.
Convertida en el mejor estreno de la NBC de los últimos siete años, la serie en su primer episodio sorprende en positivo, aunque pierde fuerza a partir del segundo. La ambigüedad moral de los policías protagonistas recuerdan a la mítica The Shield, donde también se mostraba a un grupo de policías que actuaban al margen de la ley. Aunque en este caso, al estar en una televisión en abierto, la violencia se sitúa fuera de escena y, en consecuencia, el trato con el crimen de las calles parece más bien un juego de niños. En el aspecto que nos ocupa, el personaje de Santos no recurre a ningún aspecto relacionado con sus raíces latinas, como fórmula de normalización del colectivo.