VALÈNCIA. El 30 de agosto de 2012, falleció Bernardo Bonezzi, músico, intérprete, productor y compositor de bandas sonoras. Sus inicios están unidos a nombres como los de Paloma Chamorro, Carlos Berlanga y Pedro Almodóvar y, por consiguiente, a la llamada movida madrileña. Coincidiendo con el quinto aniversario de su fallecimiento, la actriz y cantante Tres Hanley ha grabado Fade to Black, canción en la que recuerda a su amigo y colaborador.
Luz Divina me llamó para contarme que Bernardo Bonezzi sacaba disco nuevo; ella iba a trabajar en la promoción. Luz Divina Gómez es una mujer imprescindible en la vida social y artística de Madrid desde finales de la década de 1970. Basten dos detalles de los cien mil que jalonan su biografía para destacar dicha afirmación: bailó al lado de Michael Jackson cuando aún estaba en los Jacksons y Prince le besó la mano cuando debutó en España. Luz conoce a todo el mundo en todas partes, en lo más alto, en lo más bajo, y en la parte de en medio también. Eso la convierte en una relaciones públicas difícil de superar, y por lo tanto, en una encargada de comunicación perfecta. Además de todo eso, Luz es una gran amiga, una de esas amistades duraderas, como diría Ajo, que trasciende al espacio y al tiempo. Debió ser a principios de 2012 cuando me llamó para contarme que llevaba la promoción del nuevo álbum de Bonezzi. La noticia era redonda. Ambos vendrían a Valencia en unas semanas para presentar La esencia de la ciencia.
Bernardo Bonezzi fue una figura clave en la nueva ola madrileña, posteriormente definida como la movida. Él y Alaska fueron, a sus 13 años, sus componentes más jóvenes y por eso mismo fueron también los más entusiastas. Bernardo era mencionado en la letra de Rosario, una de las primeras canciones de Kaka de Luxe; Alaska recordaría décadas más tarde como ambos descubrían fascinados las transgresiones que el rock les iba filtrando, como hizo Lou Reed con Sacher-Masoch. Bernardo pertenecía a la escena artística de la cual también surgieron Radio Futura, Las Chinas y Almodóvar, pero solo podía estar al mando de su propio grupo. Poco después de que naciera Kaka de Luxe, creó Zombies, con los que en 1980 cosechó un éxito comercial llamado Groenlandia.
A continuación sería víctima de la incomprensión, la de una industria que nunca acabó de entenderle sus planteamientos creativos, y la de un público de memoria caprichosa. La sofisticación de Bernardo, devoto de Bryan Ferry, David Bowie, Talking Heads y Eno, solo caló en los gustos populares de España durante un momento fugaz, con aquella Groenlandia, canción de corte clásico que recordaba al pop de los años cincuenta. Años después, cuando ya solo se dedicaba a componer bandas sonoras para cine y televisión (ocupación que le hizo ganar un Goya en 1996 por la música para Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, de Agustín Díaz Yanes) el gran público seguía sin conocerlo aunque sí conociese una de sus creaciones más populares, la sintonía de la serie Farmacia de guardia.
Coincidí con Bonezzi en València por primera vez en 1985. Presentaba su primer álbum en solitario, aunque en realidad lo había grabado con una vocalista y se presentaban como Bonezzi-St Louis, y ese era también el título del álbum. Vino a Los bailes de Marte, al programa que entonces hacía con Jorge Albi y Quique Serrano en Intervalencia Radio. Jorge y yo le entrevistamos y la charla fue especialmente divertida, sobre todo cuando llegamos a un cuestionario donde le dábamos a elegir entre dos opciones: Warhol o Duchamp, David Bowie o Bryan Ferry, Felipe González o Fraga Iribarne (“su majestad el rey Don Juan Carlos I de Borbón y Borbón”, contestó con irónica solemnidad). Días después presentó el álbum con un apoteósico concierto en La edad de oro. El disco apenas vendió, pero mostraba a un creador que estaba más allá de los límites de la música pop. A veces excesivo, siempre perfeccionista, Bonezzi fue siempre fiel a la máxima de Gabriele D’Annunzio que, el pintor Guillermo Pérez Villalta usó en su ilustración para el disco Bonezzi-St Louis: Memento audere semper. Recuerda siempre arriesgar. Durante los treinta años siguientes llegué a perder aquel álbum y también la litografía con la obra de Pérez Villalta que CBS usó como ítem promocional, pero no he olvidado esa frase.
Volví a entrevistar a Bernardo mucho tiempo después, en su hogar madrileño, en lo más alto de la Torre de Madrid. Fue en otoño de 2001. A través de los enormes ventanales se veía la silueta de Madrid transformada en horizonte. Había un piano de cola impresionante en el salón y mientras Bernardo se preparaba para la entrevista yo no dejaba de pensar que aquella torre era perfecta si alguien quería emular el 11-S. Pensé también que si alguien decidía intentara algo así en las próximas dos horas, yo tendría una visión privilegiada del acontecimiento y el libro que estaba preparando –para el cual me cité con Bonezzi, Alaska y otras historias de la movida- no saldría jamás. Se me hizo raro tener ideas así en el mismo espacio donde había pasado noches divertidísimas el escuadrón formado por Carlos Berlanga, Fabio McNamara, Sigfrido Martín Begué, Pedro Almodóvar y el propio Bernardo. Algunas de aquellas ocurrencias se filtraron en las películas y los discos de de Pedro (¿Qué he hecho yo para merecer esto? Se puede decir que surgió allí) y Fabio –los producía y coescribía Bernardo-, los cómics y las canciones de Carlos. No nos entró ningún avión suicida pero con el tiempo Carlos, Sigfrido y Bernardo nos fueron dejando paulatinamente, prematuramente, al igual que lo harían compañeros cómplices como Paloma Chamorro y Pablo Pérez-Mínguez.
Bernardo y Luz llegaron a València a mediados de febrero de 2012, justo coincidiendo con el comienzo de la primavera valenciana. Las cargas policiales contra los estudiantes del instituto Lluís Vives daban la triste dimensión del punto al que estábamos llegando en la ciudad y en la Comunidad. A poco más de un kilómetros de donde habían tenido lugar las batallas estudiantiles, Bonezzi presentaba su disco y esto poco tiene que ver con el contexto social de aquellos días, salvo que produjo una de esas nubes de ilusión que provienen de la música pop, y que sirven para escapar de la realidad o al menos, para darse un respiro de ella. Tras el pequeño concierto fuimos a cenar al Carmen, y allí estuvimos hablando de todo, del disco, de la primavera valenciana, del pasado y del futuro.
Hablamos también de una entrevista para una publicación con la que entonces colaboraba. La revista quería redondear la pieza con un texto con las cinco mejores fiestas que Bernardo, gran party animal, recordara. Lo hicimos así. Una de las fiestas que mencionó Bernardo en aquel despiece fue la de la boda de Antonio Banderas y Ana Leza, que empezó a ser fiesta antes de que los novios e invitados dejaran la iglesia. Ni él ni yo –sobre todo yo- fuimos conscientes del peligro que entrañaba aquella pequeña remembranza. Lo que iba a ser un despiece acabó protagonizando la publicación, desbancando a la entrevista. La versión online empezó a llenarse de comentarios desagradables. Bernardo se enfadó conmigo y no le faltaba razón. Por asegurarle un espacio en una publicación prominente acabé perjudicándole. Tenía que haberlo visto venir pero no fue así.
Tan solo unos meses después, un día de finales de agosto, Bernardo nos dejó para siempre. Nunca tuve la oportunidad de poder arreglar las cosas con él y eso no me gusta. A pesar de la cercanía que pueda existir con algunos de los artistas a los que admiro, creo que es importante no olvidar cuál es mi lugar. Hace unas semanas Juan Sánchez, que compartió muchos años de vida con Bernardo, me envió un correo. En él me hablaba del vídeo y la canción Fade to Black, que la actriz Tres Hanley ha grabado como homenaje al músico, cuando se cumplen cinco años de su fallecimiento. Cinco años sin Bernardo y una oportunidad para intentar compensar aquel tropiezo. Recordar a quienes ya no están con nosotros es la única manera de evitar que mueran de verdad. Sé que Luz Divina, que es un torbellino de vida, estará de acuerdo conmigo cuando lea esto.