VALENCIA. Es habitual que los estudiantes de diseño, en cualquiera de sus facetas de gráfico o industrial, se vean orientados a lo largo de los cursos a buscar un área concreta en la que terminar labrándose un futuro. De esta forma, casi a empujones y por inercia, buscan sus primeras prácticas profesionales en empresas o estudios con ese perfil concreto para, años después, encontrarse encasillados (más o menos a gusto).
Cierto es que hay que tener un talento especial para ser bueno en todo. Esa figura se da excepcionalmente una vez cada generación, una rara avis de creativo, a menudo más cerca del arte que del diseño, que sepa abarcar con talento todas las áreas del diseño. Y precisamente por lo extraordinario del caso, mejor admirarlo, pero no plantearlo como una opción plausible.
La idiosincrasia del diseño como una profesión en la que contínuamente se está observando y aprendiendo hace que parezca una obligación especializarse, por diferenciarse, cuando realmente este proceso responde a modelos muy concretos marcados a menudo por el ámbito geográfico. Es decir, hay países con arraigada cultura del diseño donde es tan normal encontrar diseñadores especializados como médicos especialistas, y sin embargo, otras zonas en las que el modelo es el de diseñadores todoterreno, como históricamente en Valencia.
En el Reino Unido en general, por ejemplo, pero también en ciudades de todo el mundo en las que predomina el modelo de agencia de servicios de diseño para grandes compañías, es normal que el diseñador esté especializado hasta el límite, desde especialistas en lettering a diseñadores de publicaciones corporativas o branding institucional, unos perfiles muy concretos que son ideales para estas agencias que en ocasiones se asemejan a oficinas de reclutamiento. En estos lugares se tiene muy claro lo que se busca en cada proyecto, ya que son sociedades más familiarizadas con el diseño.
Al tratar el tema es inevitable recurrir al “quien mucho abarca poco aprieta”, o en el otro extremo, ver la especialización excesiva como un cierre de puertas a posibles oportunidades. Y entre estos dos mares navega el eterno debate de si es conveniente.
Raül Climent (diseñador y co-fundador de Estudio Menta) y Enrique Casp (freelance especializado en diseño editorial y miembro del colectivo Aplec de disseny) trabajan desde Valencia y ambos llevan en activo suficientes años como para poder haber sacado sus propias conclusiones al respecto de la especialización, además de conocer el mundo de la docencia del diseño desde dentro.