La cadena estadounidense E! Entertainment estrena un 'docureality' que es el colmo del machismo sobre el día a día y las aspiraciones vitales de las parejas de los deportistas
31/10/2015 -
VALENCIA. Si uno coge la prensa deportiva española de finales de los años 70 y principios de los 80 encontrará con facilidad artículos de preocupación sobre la pérdida de popularidad del fútbol, un deporte, se decía, que no podía competir con los nuevos gustos de la juventud, el rock and roll, entre ellos. Los artistas del pop eran las verdaderas estrellas. Piensen en David Bowie, un semidios poco menos. Los futbolistas, tres cuartas partes de ellos calvos y con bigote en aquella época, no resultaban tan glamorosos como ‘El Duque’ cantándose un Heroes cuando despejaban un rechace fuera de banda en un terreno de juego embarrizado.
No obstante, no sabemos qué ha pasado, cómo o por qué, que treinta años después los deportistas en general y los futbolistas en particular son ahora los semidioses. Porque antiguamente, cuando relucían las calvas sobre el terreno de juego y señoreaban los bigotes, también había figuras. Una media docena más o menos por país. Pero ahora, hasta los de 2ª B son estrellas. Incluso en preferente si se lo saben montar, que se lo pregunten al portero de Los Yébenes. Y no es solo en España, es en todo el mundo.
Por eso, desde hace muchos años las mujeres de los deportistas son tan famosas como ellos. Todos los veranos se produce una auténtica escabechina de fotografías robadas de deportistas en la playa con sus mujeres en bañador. En algunos casos, estas no son más que meros trofeos. Un título más que añadir al pichichi, el Mundial o la Champions de turno.
Así de bien al menos lo han entendido en E! Entertainment, que este verano ha estrenado un docureality sobre parejas de deportistas famosos. Se llama WAGS y eleva las cotas de vergüenza ajena hasta galaxias muy lejanas. Los ejemplos de machismo que nos llegan de algunas sociedades islámicas, la verdad, no andan muy lejos de lo que muestra este programa.
WAGS trata de cómo viven estas mujeres, que suele ser una vida de lujo, como parejas de jugadores de fútbol americano y hockey sobre hielo. La gracia del engendro reside en la competencia y rencillas que se genera entre ellas, puesto que hay tres niveles. Está la que se ha casado con el deportista, la que está prometida, la que es novia y la que aspira a encontrar algún deportista.
Vemos que las chicas se juntan en una especie de club cerrado en el que no entra nadie más que mujeres que también están con deportistas. Son como una secta endogámica que considera su relación como un trabajo. Especialmente las que ya han conseguido pasar por el altar, que van de sobradas y son la elite.
Las protagonistas de la primera temporada son Ashely, que no está casada con el jugador de fútbol americano Dashon Goldson, pero tiene una hija con él. Ella no para de insistirle en que celebren la boda, pero él le da largas continuamente. Hasta un momento, al cual asistimos, en que por pereza y agotamiento le dice que sí. La pobre mujer se pone a organizar toda la boda, a enviar las invitaciones, pero después de eso Dashon entra en razón, por lo visto, y le dice que no quería casarse, que se le había ido la olla.
Ashley, llorando, era la segunda vez que pasaba por una larga cambiada de esa clase. Lo más humillante para ella es que había enviado las invitaciones a sus amigas y ahora iban a descubrir todo el pastel del marrón que tenía en su relación. Pero esto es una minucia comparada con lo que vino después. Su madre iba a consolarla tras el shock que había sufrido ¿Y qué le dijo? Que él tiene que estar preocupado por la temporada con su equipo y el lugar de ella es, en sus propia palabras: “tienes que entender que estás ahí por él y que tú no importas”.
Ya no que la cultura contemporánea esté desquiciada, es que viene en cofre de valores familiares. Si el hombre tiene que hacer las maletas a final de año, está ahí para ir detrás, ponerse guapa y obedecer. Se lo explica su propia madre.
Otra de las protagonistas es Autumn, casada, esta sí, con Seyi Ajirotutu, también jugador de fútbol americano. Tienen gemelos. Como logró casarse es de lo más prepotente con las demás. En una ocasión que estaban todas reunidas, algunas se emborracharon y se pusieron a hacer el tonto con el camarero y ella las increpó: “cuando estéis en público no podéis hacer eso, sois la representación de vuestra pareja”. Ni en la España del medievo.
Otra es Barbie, no confundir con la tuitera. O sí, quién sabe. Está a punto de casarse con Sheldon Souray, jugador de hockey sobre hielo. Está planificando su boda a lo grande y no para de pasárselo por la cara a Ashley, la que tuvo que cancelarla y que no la puede soportar por este motivo. Barbie antes se dedicaba a la lucha libre, pero ahora manifiesta su deseo de emprender otra carrera, tipo actriz o modelo. Una triunfadora de hoy en día.
La siguiente es Natalie, está en una relación con Shan Pillips y quiere que empiecen a vivir juntos. Esta es la más espabilada, porque entiende que ella también existe. Lo cual, por supuesto, le trae problemas. Quiere dedicarse plenamente a su carrera, ella lo llama así, que es vivir de subir fotos a Instagram. Pocas coñas con esto, celebra una fiesta cuando llega al millón de seguidores. También está pensando en crear un canal de Youtube para hablar de cómo elegir tacones y esas cosas, pero todas estas aventuras independientes enfadan a su pareja, que no ve nada claro que se “dedique a su carrera”.
Entrañable resulta Nicole, que descuidó su carrera de modelo desde que está con su pareja, Larry English, jugador de fútbol americano. Cuando Barbie celebró su despedida de soltera todas juntas se fueron a un striptease en Las Vegas. Antes de pasar, Nicole telefoneó a su novio para pedirle permiso, para que le dejara entrar en el club. El tal Larry dijo que ni de coña y la pobre Nicole se tuvo que quedar en el coche esperando fuera mientras las demás montaban el fiestón. Ocurrió en el siglo XXI.
La guinda la pone finalmente Sasha, que tiene un hijo sietemesino que está a punto de morir, pero es la alegría de su vida porque con él ya por fin podrá parar de parir. Tenía una hija, pero le habían pedido un varón y ahí estaba dale que te pego hasta proporcionárselo a él, Antonio Ethan Gates, jugador de fútbol americano. A ver si las productoras españolas se animan con el formato y tenemos una versión local de tamaño espectáculo que echa por tierra cualquier avance que se haya podido conseguir en materia de dignidad humana. Lo que nos gusta ver en la tele.
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