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Expedientes ovni

Ballester Olmos: El hombre tras la desclasificación

En 1999 el Ejército del Aire concluyó el proceso de desclasificación de todos sus informes sobre ovnis. Se puso así punto final a un esfuerzo de transparencia que comenzó en 1991 y que se inició gracias al tesón del valenciano Vicente Juan Ballester Olmos

| 09/04/2017 | 14 min, 45 seg

VALENCIA.- Cuando Vicente Juan Ballester Olmos (1948) y su compañero Joan Planas empezaron a interesarse por los ovnis, hace ahora casi medio siglo, los aficionados se referían a estos aparatos como 'platillos volantes' y la gente se los imaginaba de latón y con remaches, y a sus tripulantes —verdes y con antenas— se les conocía como marcianos. Pero a base de leer libros, entrevistar a testigos y hablar con expertos, llegó el día en que este ufólogo se convenció de que ni la Tierra estaba siendo visitada por alienígenas ni los gobiernos ocultaban a la opinión pública su existencia. Así, decidió contactar con el Ejército del Aire y solicitarle un ejercicio de transparencia: poner a disposición del público todos sus archivos. Y lo consiguió. 

«En marzo de 1991 hice entrega al Estado Mayor del Aire de un documentado dossier que describía cómo muchos países del mundo habían desclasificado ya sus archivos ovni tras concluir que no constituían una amenaza para la seguridad nacional», explica. Además, aportó una serie de razones lógicas para que el Ejército del Aire español liberase los archivos ovni que guardaba. «Finalmente, solicité formalmente su desclasificación, no sin que antes se centralizara en el Cuartel General del Aire toda la información que pudiera existir en las Regiones Aéreas. Todo ello se hizo y ya es parte de la historia», añade. El pasado mes de octubre el Ministerio de Defensa puso punto final al proceso al colgar toda esa documentación en la web de la Biblioteca Virtual de Defensa. La prensa recibió la noticia con grandes titulares sin saber, muchas veces, que los archivos podían consultarse desde 1999.

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Hasta que comenzó el proceso, los archivos habían estado celosamente custodiados desde 1962. El primer paso fue transferirlos, en enero de 1992, al Mando Operativo Aéreo (base aérea de Torrejón) con la orden de preparar los protocolos de investigación, recopilación de normativa y evaluación de los informes, con vistas a sus correspondientes propuestas de clasificación o desclasificación. «La Sección de Inteligencia del MOA se ocupó de esta tarea y lo hizo, lentamente, pero con seguridad. Por cierto, cuando finalizó el proceso se habían desclasificado no solamente la totalidad de los expedientes, sino varios más llegados o rescatados hasta entonces», explica. Para el investigador no hay duda: «Fue un ejemplo de total transparencia».

Por aquella época la ufología clásica ya estaba dividida en dos bandos irreconciliables: los que querían seguir haciendo caja a costa de un misterio que cada vez lo era menos, y los que no tenían miedo en asumir que cada vez había menos datos que permitiesen defender la teoría de los visitantes del espacio. La desclasificación fue un tirunfo para los segundos. Como explicó el investigador en un artículo publicado en la European Journal of Ufo and Abduction Studies, el resultado de la desclasificación era inapelable. 

«En este grupo de 122 informes hay casos de radar y de pilotos que nos eran desconocidos. Una vez estudiados, vimos que en el 12% de los casos la información era deficiente y no se podía estudiar; un 81% de los avistamientos tenían una explicación convencional (aviones, globos, misiles, cuerpos astronómicos, fenómenos meteorológicos, falsedades...)». Luego había otro 7% que era imposible resolver por su antigüedad o porque no había suficiente documentación. «Eran objetos volantes no identificados en el sentido literal del término, pero nada más. En España, son nueve informes, ocurridos entre 1975 y 1985», añade.

Al promover la desclasificación, Ballester Olmos se convirtió en el niño que gritó que el emperador iba desnudo de la ufología. Las críticas de los misteriodistas no se hicieron esperar. Fueron muchas y muy duras, pero les resta importancia. «No ofende el que quiere..., así que no he pagado otro precio que el tiempo perdido en leer críticas descabezadas, ignorantes, sin sentido, oportunistas, malpensadas... Unas las motivaba el que la desclasificación rompía el mito de 'lo que los gobiernos ocultan sobre los ovnis'; otras, que agota el filón de la teoría de la conspiración, y a otros les hubiera gustado estar en mi lugar», apunta. En todo caso, prefiere quedarse con lo positivo: «Lo importante es que a nivel institucional, internacional y de la prensa no amarilla se considera modélico el proceso español de desclasificación». 

El 'Incidente Manises' 

Entre los documentos digitalizados por el Ministerio de Defensa se encuentra el Expediente 791111 (que se presenta junto a los expedientes 791117 y 791128, por su presunta relación). Es, sin duda, el caso más famoso sucedido en España y que se conoce a nivel mundial como el 'Incidente Manises'. Un misterio que, por cierto, Ballester Olmos y sus compañeros de la Fundación Anomalía se encargaron de sepultar en 1999 al conceder al también valenciano Juan Antonio Fernández Peris el Premio Ricardo Caruncho por su investigación (demoledora) sobre el caso. 

 El investigador recuerda perfectamente al que no duda en calificar como «el caso más mediático español y uno de los más complejos». Los datos son de sobra conocidos: El 11 de noviembre de 1979, un supercaravelle de la ya desaparecida compañía TAE se dirige a Tenerife tras una parada en Mallorca, donde había hecho escala tras partir de Salzburgo (Austria). Es el vuelo JK-297 y a bordo viajan 109 pasajeros. Sobre las 11 de la noche, el capitán Francisco Javier Sáenz de Tejada detecta a su izquierda una luz roja y se pone en contacto con la torre de control de Barcelona, en cuyo radar no aparece nada. Tampoco en el radar militar de Torrejón de Ardoz (Madrid).

Sáenz de Tejada se ve obligado a ascender para evitar la colisión pero las luces imitan su maniobra. Al final, se desvía de su ruta y aterriza en el aeropuerto de Manises. Es la primera vez en la historia de la ufología que ocurría algo así. Como reacción, el Ejército del Aire decide enviar a un Mirage F-1, que despega desde Los Llanos (Albacete) para intentar encontrar el origen de las luces. La persecución dura más de tres horas y media. El capitán Fernando Cámara y, en tres ocasiones, distintos radares detectan un presunto objeto que, cuando el avión militar se aproxima, desaparece a gran velocidad. Sin combustible, Cámara se ve obligado a regresar a la base. Por si fuera poco, barcos de la Sexta Flota americana están anclados junto a las islas Columbretes. ¿Fue la Navy la que provocó el incidente? El gobierno americano siempre lo ha negado. Es cierto que no 'provocó' el incidente, pero es más que probable que contribuyera involuntariamente en el desarrollo de los hechos.

Entre los testigos del incidente está el capitán juez que se encargaría del caso. «No se ha podido averiguar el origen de las referidas luces, y descartada la hipótesis de que pertenecieran a un posible helicóptero debido a la velocidad desplegada, las luces confirman la existencia de un tráfico no controlado en la zona, de procedencia desconocida», escribe en su informe. Curiosamente, cuando el diputado por el PSOE de Euskadi Enrique Múgica Herzog pregunta en el Congreso por el caso, la respuesta es que todo se explica por «unas luces» de origen desconocido.

«El riguroso estudio hecho en su día por el investigador valenciano José Antonio Fernández Peris divide el suceso en varias fases, de distinta naturaleza y origen, y propone explicaciones razonables y razonadas para cada pieza del puzle. Fundamentalmente concluye que las luces vistas desde el avión que volaba sobre el Mediterráneo con rumbo a Canarias serían fogonazos emitidos desde la central térmico-eléctrica de Escombreras (Cartagena). El resto de observaciones, a distintas horas y lugares, desde tierra y desde un caza, fueron mayoritariamente confusiones astronómicas», insiste.

Pese a todo, la explicación del caso sigue sin satisfacer a algunos ufólogos. A su favor tienen que la central de Escombreras nunca ha hecho públicos los datos sobre su actividad aquella noche, así que aún persisten las dudas de que sus chimeneas fueran el origen de las luces que avistó Sáez de Tejada. Estos investigadores, sin embargo, tampoco pueden explicar la curiosa manía de los visitantes del espacio de venir de noche para no ser vistos y luego encender unas luces que convierten el cielo en una especie de discoteca. Lo que sí demostró Fernández Peris es que el llamado ‘Incidente Manises’ es la suma de varios hechos de orígenes distintos y cuyo único nexo en común es la voluntad de aunarlos en uno solo para hacerlo más misterioso.

El documento IG-40-5 

La contribución de Ballester Olmos por conseguir un estudio más riguroso del fenómeno ovni no se limitó a la desclasificación; también contribuyó a la configuración del llamado documento IG-40-5, un formulario que permitía sistematizar la investigación de los avistamientos y evitar que cada investigación siguiera su propio rumbo. 

 «La IG-40-5 data de 1992 y es la última instrucción interna del Ejército del Aire que tiene como finalidad aplicarse cuando un ciudadano denuncie una observación ovni a las autoridades aéreas», explica. Lo describe como un ‘kit de investigación’, «un extenso cuestionario que plantear a los testigos y que se realizó en base a materiales que yo facilité, como los formularios de la USAF, los del Centro de Estudios Interplanetarios de Barcelona [asociación sin ánimo de lucro fundada en 1967 por, entre otros, los pioneros Antonio Ribera, Màrius Lleget y Eduardo Buelta], y otros».

Pero Ballester Olmos no sólo impulsó la desclasificación en España; también ha seguido de cerca las que se han realizado en otros países de todos los continentes. En abril de 2009, en el marco del simposio Spectra, celebrado en Valencia, presentó el mayor estudio realizado hasta la fecha. Titulado Estado actual de la información ovni en el mundo, y con prólogo nada menos que de Jacques Vallée —uno de los ufólogos más importantes de la Historia—, cifraba en 26 los países que habían abierto sus archivos, en total más de dos millones de páginas desclasificadas y 200.000 casos. La cifra ha seguido aumentando con los años, pero sigue sin aparecer uno solo que haga pensar en visitas de extraterrestres.

La gran pregunta es si sólo se ha desclasificado lo que no interesa y si, por ejemplo, el ejército americano sigue ocultando que guarda el cadáver de un extraterrestre en un tupperware en la mítica base del Área 51 (Nevada). La respuesta es no. «La lista sería larga pero muchísimos países han desclasificado sus archivos, desde Estados Unidos (USAF, CIA, FBI, DIA y NSA), hasta Nueva Zelanda pasando por Australia, Francia, Inglaterra, Brasil, Canadá, Suiza, Dinamarca, Suecia, Italia... Millones de documentos y cientos de miles de informes militares están ya en manos de los ufólogos civiles», asegura. Y la consecuencia ha sido que «los ejércitos y los gobiernos, al igual que la comunidad científica, han abandonado el tema. Los primeros por ausencia de riesgo a la seguridad nacional; los segundos por ausencia de potencialidad científica». 

Para él, la cuestión está clara y se suma a la Casa Blanca que, en noviembre de 2011, aseguró que «no tiene la menor evidencia de que vida extraterrestre haya contactado con la raza humana ni que oculte información al público». «En cuanto al resto de gobiernos», continúa, «el consenso es total: los informes ovni no son un peligro para la seguridad nacional y no se han encontrado pruebas de la presencia de extraterrestres en los casos estudiados».

Otra pregunta es si hay algo y si otras instituciones podrían esconder en sus estanterías algún Expediente X. Todo apunta a que no. «Hay unas pocas observaciones de marinos o soldados. La Armada y el Ejército de Tierra tendrán algún archivo menor con algún informe, ya que, en general, al menos antes, se mandaba copia al Ejército del Aire. La Guardia Civil ha estado involucrada en bastantes denuncias de avistamientos, cuya documentación ya nos fue comunicada en su día. Con respecto al CNI, por lo que sé, debe de tener abierto un archivo marginal sobre el tema, aunque sólo sea por estar al tanto de lo que pasa. Así me lo confirmó en su día el director del CESID, Emilio Alonso Manglano».

Los buenos viejos tiempos 

Con más de medio siglo de investigación ovni a sus espaldas, Ballester Olmos no tira la toalla. Desde 2000 está embarcado en un proyecto para crear un catálogo  fotográfico mundial de casos ovnis que cuenta ya con casi 12.000 entradas, el Ufo Fotocat Blog. Al preguntarle de dónde viene su afición recuerda: «Cuando era adolescente mis lecturas favoritas eran sobre astronomía y astronáutica, y de ahí nació mi inclinación a estudiar el fenómeno de los entonces llamados ‘platillos volantes’. Inicialmente, careces de información, formación y madurez y tiendes a atribuir los casos a naves extraterrestres, sobre todo influido por los escritores que venden estas ideas».

Curiosamente, el camino que llevó a otros a descubrir viajes interdimensionales, cover ups, invasiones reptilianas o mundos subterráneos, a él le condujo a concluir lo contrario. «Es justamente investigando este fenómeno lo que te hace migrar de una posición crédula a una escéptica, normalmente tras décadas de escrutinio de informes, encuestas y conocimiento de la investigación avanzada internacional. Es un cambio que no pasa de la noche a la mañana sino que requiere de una maduración intelectual del material —los casos— que llevas entre manos. Y compruebas con satisfacción que esta tendencia es universal», dice.

¿Y ahora qué? Según el investigador, «la ufología como dedicación a investigar avistamientos que inicialmente parecen inexplicables es algo legítimo. Y animo a hacerlo a estudiantes, profesionales, físicos, astrónomos, ingenieros, así como a psicólogos o psiquiatras. De hecho, se han escrito docenas de tesis doctorales sobre esta materia en todo el mundo, la última, en Bélgica el mes pasado. Hay oportunidades de investigación académica en aspectos históricos, sociológicos, epistemológicos, culturales y otros».

Ballester Olmos concluye que «la ufología del futuro será el examen retrospectivo de por qué millones de ciudadanos creyeron vivir una invasión extraterrestre que terminó frustrando las expectativas de esos mismos creyentes».

* Esta artículo se publicó originalmente en el número 26 de la revista Plaza 

¿Qué será, será...?

VALENCIA.- Oficialmente, la ufología moderna nació el 24 de junio de 1947 cuando el piloto Kenneth Arnold avistó una serie de misteriosas luces sobre el monte Rainier (Washington). Según él, tenían forma de media luna y se desplazaban como «cuando lanzas un plato sobre el agua». Eso llevó a la confusión al periodista del East Oregonian Bill Bequette al describirlos como «platillos volantes». Por eso durante años lo que la gente veía en el cielo tenía forma circular.

Desde entonces, son muchos los casos que no han podido ser resueltos, y algunos son auténticos 'Expedientes X'. En España, el más conocido es el que tuvo lugar el 14 de julio de 1978 en El Garrobillo (Mazarrón, Murcia) y que aparece recogido en el Expediente 780714. Según el documento, una unidad del Ejército de Tierra que se encontraba de maniobras fue seguida, durante más de dos horas, por una luz roja de gran tamaño (que se encendía y apagaba) y otras dos blancas más pequeñas. Dada la escasa información sobre el caso —el expediente consta de cuatro páginas y no se conoce a los testigos— es difícil sacar una conclusión.

«Es un caso curioso porque se supone que fue visto por mucha gente y, al tratarse de militares, es evidente que la información es fiable; algo vieron. Pero no se ha podido investigar más debido a la falta dedatos», apunta Ballester Olmos. Pero a continuación precisa: «Un caso no resuelto es eso, un caso no resuelto. Lo que no se puede es sacar conclusiones de lo que no se sabe».

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