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las series y la vida

Emoción, atmósfera y dolor construyen el universo de 'Top of the lake'

27/01/2018 - 

VALÈNCIA. Atmósfera: En la obra artística designa un clima afectivo. 1.- El conjunto de elementos materiales de una obra de arte que concurren para darle una cierta dominante afectiva. 2.- El ethos total de la obra, es decir, la impresión afectiva global que se desprende de ella. 

La definición es del Diccionario Akal de Estética (1988), obra de referencia que intenta muy meritoria y prolijamente definir lo que a veces es indefinible, por más que lo sintamos. Pero es innegable que hay obras, literarias, pictóricas o audiovisuales que son todo atmósfera, que consiguen engancharnos no tanto por la historia o por las peripecias de los personajes como por la creación de un clima singular que se nos queda pegado al cerebro, al alma y hasta al cuerpo y del que no nos podemos desprender. El maestro de esto es, por supuesto, David Lynch, en la vertiente malsana, inquietante y perversa. Nadie como él para conseguir atmósferas fascinantes y pegajosas. Pero hay algunas series donde esa ‘dominante o impresión afectiva’ de la que habla el diccionario define la ficción. Hannibal, The Crimson petal and the white, A dos metros bajo tierra y las primeras temporadas de True Detective y de Fargo, son algunos buenos ejemplos. Tras disfrutarlas podemos incluso no recordar el argumento, pero la impresión permanece y es lo que predomina al evocarlas.

En ese grupo estaría Top of the Lake, la serie de Jane Campion cuya segunda temporada ha llegado hace poco a HBO. La serie es, sobre todo, atmósfera. Hay una historia, claro, una investigación policial (bueno, dos, una en cada temporada) y unos personajes bastante jodidos y sufrientes. Pero principalmente hay un clima, una atmósfera, un tono emocional que engancha y seduce. En la primera temporada, que data de 2013, tenía mucho que ver con la utilización del paisaje y el modo en que configuraba un espacio mítico y atávico, en el que parecían actuar fuerzas telúricas más allá de lo humano. Un paisaje que, a veces, encerraba a los personajes, y otras, amplificaba sus sentimientos y sus conflictos hasta convertirse en metáfora.

El caso que debía resolver Robin Griffin, la detective protagonista interpretada con su habitual maestría por Elizabeth Moss, era, en realidad, el detonante para mostrar sus demonios personales y a un conjunto de personas heridas, entre ellas una sorprendente comunidad de mujeres que habían decidido vivir el mundo según sus reglas y no las del patriarcado, presidida por una líder magnética y áspera, muy áspera, con el cuerpo menudo y el enorme talento (bastante desperdiciado por Hollywood) de Holly Hunter. Allí el tiempo pasaba según reglas distintas a las del mundo industrial y el relato parecía detenerse, quedando solo las imágenes y la pura contemplación, teñida de emoción, del paisaje con figuras. 

Esta segunda temporada, titulada Top of the Lake: China girl, transcurre, por contra, en la ciudad, pero también consigue este ensimismamiento de las imágenes y del relato. Mantiene la premisa de la anterior, según la cual la aparición de un cadáver (inolvidables las imágenes en el primer capítulo de la maleta en el agua) sirve para desplegar a su alrededor otro grupo de personajes interesantes, encabezados de nuevo por la agente Griffin y sus muchos problemas para lograr convivir con los traumas de su pasado, vistos en la temporada anterior. Y si antes teníamos a Holly Hunter, con la que Campion ya había trabajado en El piano proporcionándole un Oscar a la mejor actriz, ahora tenemos a Nicole Kidman, que ya interpretó otra película de la directora, Retrato de una dama, en la piel de otra mujer inclasificable y arisca. Porque si algo, además de la atmósfera, caracteriza Top of the Lake es el protagonismo femenino.

La serie ofrece los retratos de un conjunto de mujeres singulares y perfiladas sin concesiones al espectador. Ásperas, hoscas, antipáticas, a veces cuesta mucho entender sus actos o compartirlos. Pero es que el mundo de Top of the Lake es muy hostil. Hay que luchar contra el paternalismo, el sexismo o el acoso sexual. No es de extrañar que en la primera temporada las mujeres decidieran crear su propia comunidad al margen del mundo, teniendo en cuenta el lugar que el mundo ofrece a algunas, muchas, mujeres. Esa dificultad para desenvolverse en un espacio masculino se expresa de muchas formas. Primero en el argumento, lógicamente, donde la explotación sexual, la prostitución, los vientres de alquiler o la violación ocupan un lugar central, además de los asesinatos de mujeres y niñas que inician el relato. Pero también la vemos en la composición visual e incluso en la concepción iconográfica de los personajes femeninos. El pelo gris y despeinado de Nicole Kidman, como el aspecto de Holy Hunter en la primera temporada, o los casi dos metros de altura de Gwendoline Christie, que interpreta a una agente de policía que acompaña en su investigación al personaje central, en claro contraste con la escasa estatura de Elizabeth Moss (por cierto, una pareja inolvidable), son explotados visualmente para ofrecer imágenes femeninas fuera de la norma, subrayando el extrañamiento que producen en la mirada de espectadores, y espectadoras, nada acostumbrados a esta diversidad.

Uno de los grandes temas de la serie es la maternidad y sus consecuencias y contradicciones. Ahí está la imposibilidad de tener hijos y la angustia que provoca, que puede llevar hasta lo criminal; eso que llaman el instinto maternal, que puede que exista y puede que no; las contradicciones que conlleva la adopción, tanto para quien adopta, para la adoptada o para la madre biológica; las maternidades subrogadas. También hay hijas que odian, o creen odiar, a sus madres porque no aceptan su libertad sexual, y madres que no entienden a sus hijas por lo mismo.

Con todo lo explicado se puede adivinar que en la serie hay mucho dolor y poca alegría. Un dolor magníficamente interpretado por el elenco. Porque además de la atmósfera, esta es también eso que llaman un serie de personajes, que desarrolla principalmente su dimensión psicológica. En realidad, la trama criminal es lo más descuidado de la ficción, aunque se resuelve, precisamente porque es una excusa para traer todos estos temas y para la construcción de unos personajes muy bien trazados en su desconcierto, su fuerza o en su vileza, como es el caso del malo de la función, el proxeneta Puss, interpretado por David Dencik, inolvidable en su repulsión. Aunque al principio nos parezca casi caricaturesco, con sus ínfulas revolucionarias, su cultura pseudoacadémica y su aspecto sucio, acaba siendo realmente perturbador y sus escenas en el burdel o con su novia logran transmitir verdadera incomodidad y desasosiego.

En resumen: que Top of the lake es una serie con mucha personalidad y con una deliberada mirada de género muy estimulante y nada complaciente. Es, sin duda, una serie de autor, de autora en este caso. Los temas, el tono, el ritmo, el guion, la composición visual manifiestan una singularidad en la que, como en toda serie marcadamente autoral, es posible no entrar, conviene avisarlo. Pero también conviene avisar de que vale la pena entrar y dejarse envolver por su atmósfera. No deja indiferente.


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