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MEGAINCENDIOS

En tierra de fuego

La escasez de lluvias y las elevadas temperaturas son grandes aliadas de los incendios forestales. El cambio climático aumenta su velocidad de propagación y tamaño, y ya aparecen en cualquier estación. La Comunitat Valenciana es donde mayor cantidad de megaincendios se producen en España desde que hay registros

| 18/06/2016 | 8 min, 21 seg

VALENCIA. Cuarenta y un grados y aire de poniente son unas condiciones altamente propicias para la expansión de un incendio. Ambas se unieron un 14 de mayo en La Vall d’Ebo, población alicantina conocida por su escarpada orografía. Ese día estaba prohibido encender fuego, las autoridades mantenían el nivel 3 de máxima alerta.

A pesar de ello, alguien decidió quemar unos rastrojos y el fuego se expandió accidentalmente afectando también los términos de Pego, La Vall de Gallinera y l’Atzúbia en una extensión de 1.715 hectáreas. Es el mayor incendio forestal de 2015. En todo el año hubo 311 fuegos con 2.371 hectáreas quemadas. La media de los últimos diez años se sitúa en 440 incendios y 8.765 hectáreas anuales, según datos de la Generalitat. Las escasas precipitaciones y las elevadas temperaturas hacen que los grandes incendios, aquéllos que superan las 500 hectáreas, tengan cada vez más movilidad estacional.

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El cambio climático contribuye a propagarlos con mayor velocidad y tamaño, las proyecciones indican «una mayor duración de la época de incendios y de la intensidad, así como su aparición en zonas donde no eran habituales y, por lo tanto, su vegetación no está adaptada. Periodos secos prolongados e intensos pueden condicionar el posterior desarrollo de la vegetación en zonas quemadas, lo que dificultaría la recuperación y aumentaría el riesgo de desertificación», explica José Antonio Alloza, investigador del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), la institución que ha analizado la práctica totalidad de los grandes incendios desde 1992 en la Comunitat Valenciana. Sus informes ofrecen recetas para la prevención y la restauración de zonas quemadas, mediante vegetación de fuerte respuesta al fuego y resistente a la sequía.

La Comunitat es la zona de España, y probablemente de Europa, que sufre mayor proporción de megaincendios desde que existen registros. Lo recoge un estudio elaborado por Ramón Vallejo, también investigador del CEAM, y el propio Alloza, que define los megaincendios como fenómenos que afectan «mucha superficie en condiciones atmosféricas extremas donde la amenaza de daños supera a los puramente forestales, poniendo en peligro zonas habitadas o infraestructuras en medio de una sensación de crisis». Un tipo de incendio que está aumentando en todo el mundo y que es uno de los responsables de las emisiones de efecto invernadero.

Los últimos megaincendios ocurridos en la Comunitat se originaron en Andilla y Cortes de Pallás en 2012, afectando 48.583 hectáreas. Desde 1968 hay registrados once casos que superan las 20.000 hectáreas forestales en España. De ellos, seis corresponden al territorio valenciano.

Repoblaciones perniciosas

Respecto a las causas por número de incendios destacan los provocados por rayos y los intencionados. Sin embargo, son los incendios por negligencias los que acumulan mayor superficie afectada por el llamado «uso cultural del fuego». Delia Álvarez, directora general de Prevención de Incendios Forestales, explica cómo las negligencias, motivadas principalmente por quemas agrícolas, son la causa del 76,88% de las hectáreas quemadas en 2015.

El plan de la Conselleria de Agricultura, Medio Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo Rural es acabar prohibiendo por completo estos ancestrales fuegos culturales, que provocan incluso conflictos de imagen; «turistas y extranjeros residentes se quejan reiteradamente de cómo permitimos las quemas agrícolas» que convierten a veces el ambiente en irrespirable en algunas zonas rurales, reconoce. La alternativa que plantea es emplear los residuos vegetales en la producción de biomasa como ya están haciendo algunos municipios, que aprovechan este material en usos principalmente energéticos. Los cultivos abandonados también favorecen la expansión del fuego y la Conselleria tiene en marcha un plan para incentivar la recuperación de la agricultura en zonas de montaña.

Las masivas repoblaciones con pinos iniciadas en los años 70 son las responsables del monopaisaje de gran parte del territorio, que provoca el crecimiento de bosques débiles frente a las plagas y al fuego. «Si no se ha trabajado con una gestión forestal sostenible y con una silvicultura adecuada, se ha promovido muchas veces una hiperdensidad que no favorece en absoluto la evolución hacia un ecosistema más maduro y protegido», detalla Álvarez.

El objetivo es reconstruir el paisaje mediterráneo, con la encina entre sus protagonistas. La prevención incluye la reducción de vegetación y otras actuaciones. El método tradicionalmente más drástico se basa en grandes cortafuegos, que pueden resultar contraproducentes. «Aparte del impacto visual y paisajístico y la erosión, eliminan la vegetación sin realmente estar evaluada la eficacia», afirma Álvarez que explica que esa manera de actuar está en revisión. Todo ello se complementa con la vigilancia sobre el terreno. Las unidades de prevención de Medio Ambiente han ampliado su período de movilización para cubrir todas las estaciones del año, como también han hecho las brigadas de extinción de la Agencia de Seguridad y respuesta de Emergencias de Presidencia.

España en llamas

La mayor parte de los incendios que se producen en España son intencionados y causaron el 58,34% de las hectáreas de suelo forestal quemadas entre 2001 y 2013, según el portal España en Llamas, que ofrece todo tipo de información sobre incendios forestales con datos del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente. Las estadísticas muestran hasta 25 motivaciones distintas, muchas de ellas sin aclarar, que incluyen pirómanos, venganzas o ritos satánicos entre una lista variopinta donde destacan las quemas agrícolas y de pastos. Galicia es, con diferencia, el lugar donde más fuegos intencionados se producen.

Marcos García Rey, portavoz de la asociación Civio, creadora de España en Llamas, asegura que «hay una realidad común que no ayuda a paliar el exceso de incendios: la falta de coordinación de las administraciones estatales y autonómicas para planificar y ejecutar políticas eficaces». García Rey añade que «es bochornoso que no exista una base de datos sobre los fallos judiciales en toda España referidos a incendios forestales». En los primeros catorce años del siglo XXI el fuego ya ha quemado un millón y medio de hectáreas en España.

Una ley de ida y vuelta

En el siglo XX los incendios y las motivaciones urbanísticas han mantenido una relación más o menos oculta. Uno de los casos más conocidos se produjo en Benidorm en 1992, donde después de un fuego que quemó 450 hectáreas forestales los terrenos fueron recalificados y su precio se multiplicó en pocos meses. Sobre ellos se acabó construyendo Terra Mítica. En 2003, durante el último gobierno de Aznar, la ley forestal prohibió la recalificación de terrenos forestales después de un incendio, dejando en manos de las comunidades autónomas los plazos y procedimientos para hacer efectiva la prohibición. En 2006, en época de Zapatero, la prohibición se estableció por un período mínimo de treinta años. En 2015, con Rajoy, una nueva reforma permite modificar el uso forestal después de un incendio «cuando concurran razones imperiosas de interés público de primer orden que deberán ser apreciadas mediante ley».

Theo Oberhuber, histórico dirigente de Ecologistas en Acción, considera esta última reforma «un retroceso muy importante. Nos preocupa que pueda haber intenciones, proyectos concretos para desarrollar en estas zonas. Durante estos años, cuando esta prohibición estaba en marcha, hemos denunciado varios proyectos, por ejemplo en Castilla y León una estación de esquí en una zona incendiada», y añade que «siempre ha habido intereses económicos detrás de esto».

García Rey, de España en Llamas, resta importancia a la reforma y detalla que «sólo un 0,15% de los incendios ocurridos entre 2001 y 2014 se provocó para modificar el uso del suelo, y no siempre por especulación urbanística». Delia Álvarez considera que la reciente modificación «es un tema muy puntual para obras por interés general. Pensamos que el tema de los incendios y la urbanización es una página que ha pasado».

Después de un gran incendio se genera entre las poblaciones vecinas un sentimiento de impotencia y muchas ganas de hacer algo. La situación que ha aflorado tras el fuego de La Vall d’Ebo es «una sensación muy fuerte de desamparo, de que nadie les hace caso», explica Delia Álvarez. Como respuesta se ha creado la Mesa de Concertación Post-incendios que, en un ambiente de terapia de grupo, reúne a entidades y asociaciones de los municipios afectados con los técnicos para valorar las diferentes formas de actuar, porque la reforestación no es siempre necesaria.

En este caso el incendio ha afectado la zona de les Valls de la Marina, declarada Lugar de Interés Comunitario (LIC) en la red europea Natura 2000, un espacio de especial importancia botánica. Los investigadores del CEAM confirman que la respuesta vegetal ha sido muy buena y, salvo zonas muy puntuales, no cabe esperar problemas. El tiempo dirá. Desde hace miles de años la vegetación ha desarrollado sus propios recursos para adaptarse al fuego que modela el paisaje mediterráneo, una relación constantemente alterada por los humanos.

(Este artículo se publicó originalmente en el número de abril de Plaza)

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