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'Fleabag': la comedia existencialista sobre la crisis de la mujer moderna

La descarada comedia británica, sobre una Bridget Jones a lo Louie C. K., procede del teatro alternativo y está a punto de estrenarse en Amazon. Su protagonista, una joven londinense enganchada al sexo, no encuentra su lugar en el mundo

27/08/2016 - 

VALENCIA. Del teatro a la televisión. A la nueva televisión, como BBC Three. Desde hace bien poco la corporación británica BBC eliminaba su tercer canal de las ondas catódicas para emitirlo únicamente online. Pese a que algunos se llevaron las manos a la cabeza, como si eso significara su defenestración, la realidad es que el canal sigue sorprendiendo con producciones arriesgadas, experimentales e innovadoras como el oscuro drama Thirteen, o la irreverente y agridulce comedia de la que hablaremos hoy: Fleabag.

Fleabag proviene del teatro. Era un monólogo de una mujer joven londinense que buscaba el sentido a su vida, a su sexualidad, y sus relaciones. Estaba escrito e interpretado por Phoebe Waller-Bridge, y dirigido por Vicky Jones. Ambas son fundadoras de la compañía de teatro DryWrite, con la que llevaron adelante la exitosa Fleabag, además de otras piezas como The One. El festival alternativo Edinburgh Festival Fringe en 2013 fue su puesta de largo, recogiendo excelentes críticas y llevándose un premio bajo el brazo. Después estrenaron en el Soho Theatre, y a partir de entonces se mantuvo en cartel y de gira por Gran Bretaña durante dos años. La carrera de Phoebe Waller-Bridge con 28 años se disparó. La crítica la clasificó como una de las actrices más prometedoras del panorama. No es de extrañar que la BBC le ofreciera adaptar Fleabag para su canal online. Más bien era su camino natural.

Una tragicomedia que rompe la cuarta pared

La versión seriéfila de Fleabag es una adaptación de aquel monólogo teatral. Vuelve a estar escrito y protagonizado por su alma mater, Phoebe Waller-Bridge. Mantiene del teatro que su protagonista habla con el público en algunos momentos. En los 6 episodios de 25 minutos se rompe la cuarta pared como hace Frank Underwood en House of Cards, pero aquí es mucho más sutil, menos cargante y, sobre todo, más disparatado y tronchante. Nos habla mirando a cámara mientras fornica, por ejemplo.

Phoebe Waller-Bridge interpreta a la joven Fleabag, una lenguaraz y sexualmente voraz propietaria de una ruinosa cafetería de Londres. Fleabag está pasando un silencioso y amargo luto. Su mejor amiga falleció, su negocio se va al garete, y su pareja la abandonó porque se hacía pajas mirando vídeos de Obama mientras él dormía. Desde entonces Fleabag solo piensa en follarse a todo lo que se encuentra, mientras que lidia con una penosa familia, cuyo ambiente se sustenta sobre una superficial capa de perfecta hipocresía británica.

Fleabag se describe a sí misma como una codiciosa, pervertida, egoísta, apática, cínica, depravada, mujer moralmente en quiebra, que ni siquiera puede llamarse a si misma una feminista. Pero lo peor es que cuando se desahoga con su propio padre, un viudo que se ha vuelto a casar, lo único que éste es capaz de responderle es que efectivamente “todo eso lo has heredado de tu madre”. Es lo que hay, maja. Eres horrible y tu conducta es reprobable. No hay más explicación. Nadie te va a poner paños calientes. Pero vaya, tampoco pasa nada, no eres la única. Contaba su creadora que cuando representaba el monólogo en el teatro las mujeres le decían: “Oh, Dios mío, si yo soy así”. Es la mujer moderna en crisis. Quién no la tiene por otra parte, si el mundo es una mierda.

Phoebe Waller-Bridge, educada en la Royal Academic of Dramatic Art, es todo un descubrimiento tanto en su perfil creativo como en el interpretativo. Bellísima, divertida, inteligente, muy bestia... Si algún día se pudiera cruzar Fleabag con otra serie la emparejaría sin duda con Louie, a ver qué tal se desarrollaba esa cita, porque entre tanta imperfección, egoísmo, irreverencia, sufrimiento interior y carcajada, la chica resulta maravillosa, y seguro que saldrían chispas geniales con alguien Louie C.K.

BBC Three, más servicio público que nunca

En un reciente encuentro con guionistas valencianos con motivo del debate sobre la nueva televisión valenciana le pregunté a Rodolf Sirera, dada su trayectoria teatral además de la televisiva, qué opinaba sobre llevar de nuevo el teatro a la televisión, como cuando existían aquellos Estudios 1 en TVE. El reputado dramaturgo no lo terminaba de ver, con su mente puesta seguramente en la búsqueda de grandes cifras de audiencia, como suelen exigirnos habitualmente en las producciones para la televisión convencional. Probablemente yo me expliqué mal al preguntar, pero me refería exactamente a esto.

Si una cadena pública puede permitirse un canal experimental y minoritario, probablemente online, donde están nichos de espectadores, urbanos, digitales, jóvenes y/o de mediana edad, etc., que pisan la televisión lineal poco o nada, qué mejor espacio para las adaptaciones teatrales o incluso para la grabación de obras teatrales innovadoras.

¿Quién hubiera apostado porque la adaptación de un monólogo teatral underground acabaría siendo emitido en Estados Unidos vía Amazon? Porque ese es su último destino: el próximo 16 de septiembre aterrizará en un gran mercado como el norteamericano. Y con la plataforma online en expansión hacia otros países, el público potencial será cada vez más grande. El largo y sinuoso viaje de una obra de teatro alternativo del Soho. Todo gracias al puente que le ha ofrecido la televisión pública británica a una de sus talentosas y prometedoras hijas: la creadora y actriz Phoebe Waller-Bridge. Eso es servicio público. Bravo.

Entorno online: lugar ideal para el público fragmentado

En segundo lugar, hay que agradecer esta pirueta del destino a la querida “doña fragmentación” de las audiencias. Una señora majísima que ha cambiado el viejo paradigma de la televisión, pese a que también tenga su lado oscuro, y haya quien se lamente lógicamente porque no podemos ver ya programas musicales por televisión; o series espectaculares, como en su momento pudimos ver Yo, Claudio en TVE en los setenta; o que no tengamos más programas infantiles en nuestro polvoriento televisor (cuando los niños están en el ordenador, en el móvil, o en la tablet, sic). Los gamers, los niños, los melómanos, y los seriéfilos encontramos un lugar ideal en el entorno online. No necesitamos un horario concreto, seleccionamos nosotros, no el señor programador, y hay prácticamente de todo. ¿Por qué tanta nostalgia por aquellas parrillas? ¿No hay suficiente música en Youtube?, ¿no tenemos acceso a un montón de series gracias a Movistar, Vodafone, Netflix, etc?

Lo realmente preocupante del modelo es la brecha económica que hace que existan espectadores a dos velocidades. Todo lo que vemos en el entorno digital supone contratar en nuestras casas una carísima banda ancha, además de las suscripciones a plataformas de contenidos, que en mi caso por ahora ya son dos, cuando por la TDT esos contenidos se nos ofrecían antiguamente o de forma gratuita con publicidad en las privadas, o sin publicidad en la televisión pública.

La implantación de la televisión convencional gratuita en la sociedad española es casi total, sin embargo solo el 70% de los hogares en España tienen banda ancha. Hagan cuentas de cuánto pagamos entre banda ancha, más la plataforma digital de contenidos de pago que sea, más una segunda suscripción a Netflix si están, como yo, suscritos a ambas. No todos pueden permitírselo. Antes hay que pagar la luz, hay que comer... El resultado: estamos creando espectadores a dos velocidades ¿Esto forzará a la larga que la calidad de los contenidos audiovisuales sean a dos velocidades? ¿El acceso a la cultura será entonces a dos velocidades? ¿Tendremos una sociedad a dos velocidades? Cuidado. Mientras tanto, sintamos envidia sana por la existencia de BBC Three.

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