O cómo conquistar al público infantil durante más de dos décadas en antena con una propuesta pedagógica salpicada de peluches y sintetizadores
VALENCIA. Vaya por delante que Babalà no es una raza canina. Esta verdad de perogrullo no lo es tanto para los valencianos, poco habituados al Bull Terrier. ¿Quién dijo perro peligroso (menuda farsa)? Siempre será la mascota del programa infantil más memorable de la televisión valenciana. Estrella catódica, bien de carne y hueso en brazos de la presentadora, bien convertida en un dibujo animado o enfundada en un gigante (y perturbador) disfraz de peluche.
Antes de llegar a la fase perruna, hubo varios monigotes de renombre, incluso inspirados en figuras geométricas. Porque si algo caracterizó a este programa infantil, que apareció en 1990 dentro de la recién nacida Radio Televisión Valenciana (RTVV), fue la versatilidad con la que logró sobrevivir a más de dos décadas en antena. De Bola de Drac a Les tres bessones; de Fani Grande a María Abradelo; de los Levis 501 a los pantalones de campana. La sociedad valenciana evolucionaba, y el formato ejercía de catalizador. Todo un poco A la babalà, (lo que en castellano sería ‘al tuntún).
La expresión que dio nombre al espacio neófito alberga una historia mundana. “Mi ex mujer estaba estudiando las oposiciones de valenciano y tenía una lista de expresiones en desuso. Esta me pareció tan bonita… Explica como hacen las cosas los niños, a lo loco”, cuenta José Ramón García Bertolín, primer director y propulsor del formato original. “Ese programa se hizo porque yo me empeñé. Por entonces gobernaba el PSPV y el director de RTVV era Amadeu Fabregat, poco partidario de la producción propia. Me costó muchas disputas y al final llegué muy quemado a la producción. Fue parirlo y marcharme”, añade.
Pese a que acabó siendo una propuesta de tintes extravagantes, arrancó con una noble vocación didáctica. “Teníamos una ilusión enorme”, precisa Fani Grande, primera presentadora del espacio junto a Diego Braguinsky. “Dos horas antes de que empezara el programa, ya estábamos esperando a los niños de los colegios que venían de público. Nos pasábamos el rato jugando. Los guionistas se rompían los cuernos por organizar actividades didácticas, incluso teníamos una pedagoga que nos ayudaba”, recuerda la conductora. En su opinión, “aquella fue la mejor época, luego se desvirtuó un poco”.
La nueva era acariciaría la psicodelia televisiva. La vorágine del éxito absorbería a numerosos presentadores en los años sucesivos: en 1992, Xoni, Poti y Tiriti, intérpretes del rap A la babalà; en 1996, Paqui Rondán, quien cambiaba Notícies 9 para orquestar populares coreografías infantiles y, ya en 1997, la sonrisa de María Abradelo, que eclipsó a todos sus predecesores. Fue maestra de ceremonias hasta 2006. “Me lo ofrecieron en un intento por recuperar la audiencia. Nunca se plantearon que un programa en esta franja horaria tuviera tanto éxito”, afirma. “A nivel personal, aparecer en la lista nacional de presentadoras más queridas, pese a estar en una televisión autonómica, fue todo un mérito”, añade.
Sin embargo, para José Ramón Garcia Bertolín, la evolución no fue la esperada. “Seguí todo desde fuera con cierta tristeza. De repente se rompió con esa filosofía inicial, educativa y pedagógica, de competición entre colegios, y apareció el perro, el club…”. Fani Grande se manifiesta en la misma línea: “El programa se externalizó y hubo bastantes cambios. Supongo que se empezaron a seguir otros criterios, más enfocados a la línea comercial, pero yo ya no lo sé porque no lo seguí”.
Fueron tiempos frenéticos. El formato no hacía más que fagocitarse a sí mismo para transformarse de nuevo. El plató dejó atrás el graderío de niños para dar un salto al espacio exterior. El croma tachó la nostalgia de la lista en pos del escenario galáctico y un robot volador. El nuevo Babalà Club (con tarjeta de socio incluida, que permitía que te felicitaran el cumpleaños en directo) era el presente más futuro. Así lo demostraban actuaciones musicales como la de New Limit, grupo sillense de la Ruta del Bakalao, y vestuarios integrados por los chándales de licra, coletas muy altas y zapatos de plataforma.
Más allá del componente meramente estético, si algo cabe reconocerle al perdurable formato es su acertado respaldo cultural. Sin dobles lecturas. La cobertura de eventos valencianos era impecable, acercando a los más pequeños hasta la tradición de las Fallas, las Hogueras de San Juan o la Magdalena. Siempre apostados en los vestíbulos de ExpoJove o Expo Nadal. “Tenía vocación de programa blanco”, explica Abradelo: “Al final es lo que se espera de una televisión pública, que preste un servicio ciudadano y que la gente se sienta representada, siempre avalado por la audiencia”.
Aquellos que todavía llamen Satanàs Cor Petit a Piccolo son herederos del club del Terrier. Bola de Drac (Dragon Ball) fue uno de los grandes hitos de la cadena, previo incluso a A la Babalà, pero más tarde insertado en el espacio. El valenciano se naturalizó entre los niños a través de dibujos animados como Las Tortugas Ninja, Musculman o Doraemon (amante dels “pastisset de fesols”). Incluso llegarían producciones patrias como Les tres bessones (Las tres mellizas) y apuestas por el pretendido trilingüismo con microespacios en inglés subtitulados en valenciano. Esta última era también la lengua de los presentadores.
“Cuando empezamos con el proyecto, pensamos que éste era uno de los puntos más importantes, por eso convocamos castings donde era un requisito esencial hablar bien valenciano”, recuerda García Bertolín. Un criterio que no se impuso al escoger a María Abradelo como rostro del programa, quien admite el esfuerzo que le conllevó: “Hablar en valenciano en Canal 9 fue algo que yo quise hacer desde el principio. Me esforcé mucho por aprender, pero es normal que soltara espardenyàs al principio”.
¿Qué fue de los iconos de la televisión infantil como Leticia Sabater o Teresa Arrabal? ¿Del Club Disney y el Club Megatrix? ¿Dónde quedó aquella época dorada en la que los padres podían dormir por las mañanas? Los últimos años han sido un reducto de cadenas temáticas que arrinconan al público menudo. Las generalistas no quieren ni oír hablar de formatos blancos, han acabado optando por talent shows de niños cantores que compiten entre sí (y no precisamente por un telescopio). Al mismo tiempo que se recortan los contenidos instructivos, se esfuman los años de inocencia.
La etapa final de Babalà, desde 2009 a 2013, acabó naufragando entre marionetas poco carismáticas. Los que en su día fueran miembros del formato vivieron con dolor el cierre de RTVV, del que hoy se cumplen exactamente dos años. Sin embargo, ninguno esconde el “evidente deterioro” sufrido por el ente público. Ahora que la reapertura está en el horizonte, ¿acaso se distingue la silueta del perro de ojos moteados?
“No digo que haya que reproducirlo tal cual, pero sería necesario un formato infantil”, opina Fani Grande. María Abradelo se muestra de acuerdo: “Es algo palpable, lo demanda la gente. Se debe pensar en un espacio que no haga pupa, que permita el aprendizaje, que promocione la lengua”. Y añade Bertolín: “Una idea así siempre tiene sentido, mi educación sentimental está llena de programas de este tipo, como La Casa del Reloj o La Bola de Cristal. Los niños de hoy en día no son los mismos, pero también tienen que ser atendidos”.
¿Acaso se han quedado huérfanos los más pequeños? “Hasta el día de hoy, la gente sigue diciendo aquello de ‘me eduqué contigo’ o ‘mis hijos siempre te veían’”, cuenta María Abradelo. Una frase que las futuras generaciones corren el riesgo de perder. Como dice Fani, “dos años sin Babalà son demasiados años”.