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LA PANTALLA GLOBAL 

Isabelle Huppert, probablemente la mejor actriz del mundo

La actriz francesa sigue en estado de gracia. Esta semana estrena ‘El porvenir’, de Mia Hansen-Løve, y la próxima, ‘Elle’, el nuevo thriller de Paul Verhoeven

23/09/2016 - 

VALENCIA. Las afirmaciones categóricas son peligrosas, porque conllevan un riesgo a todas luces innecesario. Venir a estas alturas a decir que Isabelle Huppert es la mejor actriz del mundo (el “probablemente” no es más que un guiño cervecero) puede sonar a boutade (o, peor aún, a anatema) a quien esgrima los cuatro Oscars de Katharine Hepburn o los tres que ostentan Ingrid Bergman y Meryl Streep (nominada otras dieciséis veces). Ella ni siquiera ha optado nunca a una estatuilla, aunque ha recibido galardones por sus interpretaciones en los festivales de Berlín, Venecia o Cannes. Da igual. La calidad de una actriz no se mide por los premios. Hay otros factores más importantes a la hora de juzgar una trayectoria profesional. En su caso, la versatilidad a la hora de afrontar papeles de muy diversa índole. O el factor de riesgo que supone escoger proyectos y directores que puedan plantear un reto a sus capacidades y sacarle de su zona de confort. Y, en eso, Isabelle Huppert es imbatible.

Pueden comprobarlo en los próximos días, ya que llega a las carteleras españolas por partida doble. Este fin de semana se estrena El porvenir (L’avenir, Mia Hansen-Løve, 2016), donde encarna a una profesora de filosofía que, de un día para otro, se da cuenta de que a sus sesenta años se encuentra completamente sola, motivo por el que se replanteará toda su vida. A su paso por la Berlinale, Sergi Sánchez escribió en Fotogramas: “Isabelle Huppert demuestra que es la mejor actriz en activo, y consigue que la inteligencia de la construcción de la película, su fluidez y su transparencia, tomen cuerpo sin apenas esfuerzo”. Y el próximo viernes será el turno de Elle (Paul Verhoeven, 2016), que fue presentada en Cannes y en la que da vida a una exitosa ejecutiva de una empresa de software que busca venganza tras haber sido violada por un intruso en su propia casa. Esta vez fue Xan Brooks, en The Guardian, quien aseguró que “Huppert ofrece una sobresaliente interpretación en el provocativo regreso del controvertido director”. Sí, hay muchos adeptos a su causa.

Largo recorrido

Ambas son producciones francesas, pero si por algo se ha destacado Isabelle Huppert es por trabajar allí donde ha encontrado propuestas de interés, sin ponerse limitaciones de ningún tipo. En 1980 no tuvo miedo de embarcarse en una gran producción en inglés como La puerta del cielo (Heaven’s Gate), que supuso un estrepitoso fracaso y dio al traste con la carrera de su director, Michael Cimino. Tampoco tuvo dudas, más de dos décadas después, al aceptar el salto sin red de trabajar sin guión con el filipino Brillante Mendoza en Cautiva (Captive, 2012). “Cualquier actor profesional que ha rodado a las órdenes de otros directores encuentra mi método bastante difícil, porque están acostumbrados a ensayar, leer guiones... Todo lo que hacen es muy preciso”, explicaba el cineasta en esta misma cabecera. “Conmigo tienen que dejar eso a un lado y desaprender lo que han aprendido a lo largo de su vida. Traté de explicarle a Isabelle Huppert mi forma de dirigir y lo entendió muy bien. Es una gran artista, muy adaptable”.

Lo más sorprendente es que lo fue desde el principio. En apenas diez años, se había convertido en uno de los nombres más importantes del cine galo y, por extensión, europeo. El guión del film italiano La verdadera historia de la dama de las camelias (La storia vera della signora dalle camellie, Mauro Bolognini, 1981) fue rechazado por un director y productor tras otro por considerar que era demasiado anticuado y que la película resultaría muy cara. Pero cuando la Huppert lo leyó e insistió en interpretar el papel protagonista, el presupuesto necesario para rodarla apareció de la noche a la mañana, ya que el cincuenta por ciento de la inversión se recuperó con las ventas por adelantado, basadas en el simple conjuro de su nombre. Han pasado 36 años, y su prestigio no ha hecho más que crecer desde entonces.

 

Una de las claves de su éxito es su capacidad para compaginar proyectos comerciales y de autor, como también suele hacer Julianne Moore. Eso le ha permitido que su rostro resulte familiar para el público medio, hasta el punto de aparecer en un episodio de la teleserie estadounidense Ley y Orden: Unidad de víctimas especiales, y al mismo tiempo trabajar a las órdenes de directores como Jean-Luc Godard, Michel Haneke, Claire Denis, Hong Sang-soo, François Ozon, Hal Hartley, Marco Ferreri, André Téchiné, Claude Goretta, Alain Robbe-Grillet, Curtis Hanson, Olivier Assayas, David O. Russell y Maurice Pialat, entre otros. Una lista de infarto a la que hay que añadir a dos gigantes del cine francés con los que ha coincidido a menudo: Claude Chabrol y Bertrand Tavernier, quien dijo de ella: “Se impone a la película de manera extraña y curiosa. Es una actriz eminentemente melódica. Imprime a las escenas en que interviene un ritmo casi musical, lleno de silencios y emoción, del que se desprende, sin embargo, una sensación dura y cortante, casi de peligro. Es imposible olvidarse de ella”. Así sucede, por ejemplo, en Amor (Amour, Michael Haneke, 2012), donde el peso del film recae en dos monstruos de la interpretación como Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, pero es imposible olvidar la breve intervención de la Huppert.


Haneke, por cierto, le había regalado unos años antes uno de sus papeles más recordados, el de una profesora de piano que frecuenta cines porno y tiendas de sexo como vía para escapar de la influencia de su dominante madre, y que entabla una singular relación con uno de sus alumnos. El de La pianista (La pianiste, 2001) era uno de esos personajes complejos y llenos de rincones oscuros que responden a sus necesidades como intérprete. “Es que, si no hay un poco de transgresión, no sé si merece la pena ejercer este oficio. Yo hago cine y teatro para provocar un cuestionamiento. Escoger lo que escojo no es algo inconsciente, sino plenamente racional. Como intérprete, me parece lo mínimo que uno puede exigirse a sí mismo. Yo me lo tomo prácticamente como una obligación”, declaraba en una entrevista realizada por Álex Vicente en febrero de este año.


Selección de urgencia

A sus 63 años, Isabelle Huppert ha trabajado en más de 120 películas. A estas alturas, parecen una simple anécdota las opiniones que, en los inicios de su carrera, auguraban que su aspecto físico le restaría posibilidades de convertirse en una gran estrella. “A pesar de sus expresivos ojos verdes, no es una mujer bella en el sentido habitual de la palabra, y su rostro se oculta debajo del de los personajes que encarna”, decía sobre ella una Historia Universal del Cine publicada por Planeta en 1984. No entraremos a valorar su belleza, porque no hace falta, pero sí reproduciremos unas palabras suyas que vienen al caso, aunque no lo parezca. “No creo que interprete personajes; interpreto estados mentales. Un personaje no significa nada para mi. Atravieso estados mentales e intento conectarlos entre sí”. Más de cuatro décadas de impecable carrera avalan a una mujer que ha trascendido con creces las consideraciones sobre su apariencia. “Algunos actores son demasiado respetuosos con los personajes. El personaje vive solo en el guión. Una vez que se ha empezado a interpretar, uno se tiene que olvidar del papel, porque tiene que buscar cosas mucho más reales y verdaderas. Primero lo retienes y después te lo sacudes”. De ese modo pudo convertirse en la burguesa que se deja arrastrar a una aventura con un delincuente de poca monta (Gérard Depardieu) en Loulou (Maurice Pialat, 1980) o en Emma Bovary, el inmortal personaje creado por Gustave Flaubert, en Madame Bovary (Claude Chabrol, 1991).


Tradicionalmente ha mantenido un ritmo extremadamente alto de trabajo. Si este mes estrena en España dos de las cuatro películas que rodó en 2016 (más un telefilm y un cortometraje), el año que viene se ha confirmado su presencia en siete títulos, entre ellos el nuevo proyecto del coreano Hang Sang-soo, con quien ya rodó la deliciosa En otro país (Da-reun na-ra-e-seo, 2012). Además, participará en Mrs. Hyde (Serge Bozon), una versión en clave femenina de la célebre novela de Robert Louis Stevenson, y repetirá nuevamente con Haneke en Happy End, “una crítica política a la sordera y ceguera de los europeos, a la indiferencia de todos nosotros hacia lo que está ocurriendo”, según ha comentado la actriz a su paso por San Sebastián. Pero si hay que echar la vista atrás para recordar algunas de sus mejores interpretaciones, más allá de las ya citadas, conviene recuperar, por ejemplo, su excelente encarnación de la joven asfixiada por precarias condiciones familiares que se prostituye a espaldas de sus padres en Violette Nozière (Claude Chabrol, 1978), estrenada en España con el imaginativo título de Prostituta de día, señorita de noche.


Un año antes, en 1977, se agenció un BAFTA gracias a La encajera (La Dentellière, Claude Goretta), donde era una aprendiza de peluquera que se enamora de un estudiante de buena familia y decide irse a vivir con él a París, pero las insalvables diferencias de clase entre ambos dinamitarán la relación. Un film heredero del free cinema británico, de tono cercano al documental, que en el fondo es una apología de la dignidad de la gente común y corriente. Isabelle Huppert tenía 24 años cuando la rodó, y ya llevaba más de una decena de títulos a la espalda, pero significó su definitiva revelación internacional, que consolidaría en años posteriores gracias a películas como Sálvese quien pueda, la vida (Sauve qui peut (la vie), 1980) o Pasión (Passion, 1982), ambas a las órdenes de Godard, o 1280 Almas (Coup de torchon, 1981), la personalísima adaptación de Jim Thompson rodada por Bertrand Tavernier.

Nacida en 1953, en París, en el seno de una familia burguesa, Isabelle Huppert es la actriz que más veces ha competido por la Palma de Oro en Cannes y la más nominada a los César en toda la historia de los premios. Se ha subido con frecuencia a los escenarios teatrales: En el Festival de Aviñón de 2015 tuvo que pelear con un fuerte viento, pero sacó adelante su lectura dramatizada de varios textos del Marqués de Sade. Y ha explorado diferentes vías de expresión artística, como la música: En 2001, grabó con el músico francés Jean-Louis Murat un disco titulado Madame Deshoulières, basado en poemas de la escritora del siglo XVI Antoinette Deshoulières. Bajo su apariencia menuda y frágil se esconde una intérprete de fuerte personalidad, que intenta trabajar siempre que puede con directoras y no duda en elegir personajes como la Marie de Un asunto de mujeres (Une affaire de femmes, 1988) o la Jeanne de La ceremonia (La cérémonie, 1995), ambas de Chabrol, mujeres valientes cuyas acciones puedan tener tanto impacto emocional como intelectual en el espectador. ¿Cómo no vamos a amarla?


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