VALÈNCIA. La posibilidad de reproducir y compartir ad nauseam centenares de imágenes, capaces de hacerse ‘virales’ en cuestión de horas’, confiere un poder especial a aquellas que casi han tenido que dar codazos para ver la luz, bien por una cuestión técnica o por las circunstancias que rodean la escena. Hace menos de una semana València abría las puertas del World Press Photo 2016 en la Fundación Chirivella Soriano, una muestra que recoge lo mejor del fotoperiodismo del pasado ejercicio y cuyas piezas capturan, en su mayoría, la crisis de los refugiados en la Unión Europea. Frente a la reivindicación de su labor presente, el conocimiento de su origen pasado. El Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat (MuVIM) inaugura mañana 16 de febrero la muestra Tot Centelles, con la que repasa a través de 250 obras entre fotografías y publicaciones la labor de Agustí Centelles (1909 – 1985), considerado uno de los máximos representantes del periodismo gráfico en España y uno de sus más comprometidos transformadores.
La exposición, que suma una colección inédita de libros revistas y periódicos que incluyeron trabajos del valenciano y dos de las cámaras con las que trabajaba habitualmente, tiene como joya de la corona aquellas fotografías que el valenciano tomó entre 1934 y 1939 y que fueron positivadas por el propio autor de los negativos originales salvados del exilio. Pero de esto hablaremos más adelante. La colección Tot Centelles acerca al público a la obra de un Agustí joven que abrió el camino a nuevos formatos visuales y nuevas formas de entender el periodismo gráfico, resaltando la importancia del reportaje y la idea secuencia como herramientas para paliar el carácter descontextualizador del medio y activar su potencial como fuente y documento histórico, con voluntad de acercarse y cuestionar al mismo tiempo la “veracidad” y objetividad del medio ofreciendo puntos de vista distintos de una misma situación.
Nacido en Valencia, Centelles viajó con su familia cuando era bien pequeño a Barcelona, donde desarrolló su carrera. Su primer coqueteo con la fotografía profesional fue en el taller de Ramón Baños, en 1924, donde aprendió la técnica del retrato. Sin embargo, el posado no era lo suyo, y fue de la mano de Josep Badosa, de quien fue ayudante, que se introdujo en el mundo del fotoperiodismo, trabajando de forma independiente a partir de 1934 en periódicos como La Publicitat, Diari de Barcelona, Última hora o La Vanguardia. La Guerra Civil cambió para siempre su destino. Centelles fue destinado al frente de Aragón, donde realizó reportajes fotográficos de las tropas, archivos de un conflicto armado en los que tampoco quiso renunciar al carácter estético/artístico de sus composiciones, que convive con la intencionalidad primera de su fotografía entendida como documento gráfico y fuente documental.
La crudeza sencilla y directa de las escenas capturadas y su manera de retratar el dolor hacen al espectador cómplice y testigo directo de los horrores de la guerra. Esta exposición recoge, tras un minucioso trabajo de documentación, el conjunto de obra conservada del reportero gráfico en su época de máxima efervescencia, compromiso y actividad, documentos que capturan los últimos coletazos de la Segunda República Española. Es precisamente en este periodo donde de sitúa una de sus más icónicas fotografías, la de los guardias de asalto disparando tras una barricada de caballos muertos. Esta fotografía, junto a la del miliciano muerto de Capa es uno de los emblemas de la fotografía de prensa de la Guerra Civil española. De esta etapa resulta también interesante la imagen de la mujer republicana, a cuya labor en el frente, en las barricadas y también en la casa dedica algunas de sus mejores fotografías.
De la época del primer exilio en Francia (39-44) resultan especialmente interesantes y abrumadoras las fotografías dedicadas al paso de los republicanos españoles por los campos de concentración y refugiados del sur de Francia, como las tomadas en el Campo de Bram (Carcasona). Fue precisamente en la francesa Carcasona donde Centelles escondió su mayor tesoro. El fotógrafo emprendió en enero de 1939 el camino del exilio portando consigo una maleta con aproximadamente 4.000 negativos, un envío que tenía una doble intencionalidad: mantener su obra y evitar que las autoridades franquistas pudieran identificar a los retratados. Pasaron 35 años hasta que Centelles logró recuperar la preciada maleta, siendo en 1976, meses después de la muerte de Franco, cuando inició los trabajos de recuperación del material, que dio a conocer dos años después.
Las piezas, que proceden del archivo de la Fundación Pablo Iglesias y pertenecen a la fundación y a la familia del artista, vieron la luz en los años 70, imágenes a las que, en algunos casos, dio un nuevo encuadre o, incluso, añadió anotaciones. Recuperadas después de 35 años de exilio, la exposición del MuVIM, comisariada por José Aleixandre y ubicada en la Sala Parpalló, muestra una selección de las mismas así como una colección inédita de publicaciones que recogieron las fotografías del reportero valenciano, una muestra que se ubica casi como un complemento de la aplaudida La modernitat repubicana a València, una de las exposiciones imperdibles del pasado año, que se enmarca además en el 80 aniversario de València como capital de la República.
Esta exposición complementa el programa general de la nueva edición de Fotogràfica 2017, un proyecto creado por el MuVIM en 2006 que el actual equipo directivo recupera ahora -la última edición se celebró en 2010- con tres grandes muestras monográficas y un programa coordinado de exposiciones en otros cuatro espacios de la ciudad (Librería Railowsky, AGFOVAL, Biblioteca Pública de València y Centre del Carme). En el MuVIM se podrá ver desde el 16 de febrero hasta el 23 de mayo, además de Tot Centelles, las exposiciones monográficas Only You, del brasileño Leonardo Kossoy, y [una] trilogía de la conducta, del cubano Bernardo Tejeda.