Arte y fotografía

DE LOS SENTIDOS AL ESTÓMAGO

La tendencia del 'arte que da de comer'

Obras de arte que alimentan, no sólo cuando se venden si no cuando comida y bebida son utilizadas como materia prima para desatar la creatividad con afán crítico

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VALENCIA. El arte contemporáneo se vende, a grandes rasgos, para comer, pues los artistas no pueden ni deben trabajar gratis. Es la batalla que afrontan muchos desde hace tiempo. Otros agentes culturales viven también del circuito económico que se genera en el mercado del arte, por lo tanto es el alimento un concepto clave alba planea por encima de todos en este ámbito. 

Hablar de la comida en estos términos parece un juego de palabras en tanto que hay obras de arte que alimentan, no sólo cuando se venden si no cuando comida y bebida son utilizadas como materia prima para desatar la creatividad. Al hilo de esto existen numerosos artistas cuyo trabajo tiene que ver con la alimentación desde distintas prácticas. Hace unas semanas inauguraba la artista navarra Greta Alfaro en la sala La Gallera su instalación performativa en la que realizó la acción Comedias a honor y gloria durante la cual instaba al público a disparar a 1.400 copas de vino tinto dispuestas sobre un fondo blanco de pared (en la imagen superior) que quedó salpicada como si fuera sangre esparcida y que metafóricamente rompía de forma drástica con el ideal de bodegón clásico. Este fue el aperitivo de una exposición comisarías a por Alba Braza que tendrá lugar allí mismo a partir del 8 de abril proponiendo una reflexión sobre el papel del público frente al arte contemporáneo. 

En la obra de Alfaro es frecuente el uso de alimentos para interpelar al público y causar una reacción que cree conciencia. In Ictu Oculi es un vídeo de 2009 en el cual unos buitres comen de una mesa perfectamente preparada a partir del  cual, durante la acción, tomó una fotografía con la que ganó el IX Premio El Cultural Photoespaña que patrocina el ámbito cultural de El Corte Inglés  y que bajo el mismo título formó parte de una exposición individual que causó sensación. El banquete que ofrecía a las aves carroñeras en su hábitat protegido estaba cargado de simbolismo

Bestias, celebraciones y el acento puesto en el poder de las imágenes son las tres puntas sobre las cuales pivota el afilado trabajo de Alfaro, quien vivió una buena temporada en Valencia y ahora vuelve a residir en nuestra ciudad tras disfrutar de una beca de la Real Academia de España en Roma en 2015. Un año antes, en 2014, expuso en el espacio de la galería valenciana que la representa, a saber, Rosa Santos, European Dark Room, crítica decolonial al esclavismo y la corruptela mediante una instalación en la antigua fábrica de tabacos de Madrid cuyas paredes cubrió de chocolate que se iba derritiendo mientras lo filmaba. Materiales comestibles y perecederos pueblan su obra y nos hacen pensar, incomodan sosteniendo una mirada crítica rotunda. 

Filippos Tsitsopoulos, artista ateniense afincado en Londres que pasó un tiempo en Valencia trabajando con la galería Kir Royal, también tiene tendencia a apropiarse de herramientas venidas de la esfera culinaria para realizar acciones con las que denuncia algo, subvierte valores o escandaliza al público desde lo grotesco con  un fin más social que puramente estético. Sus fotografías de rostros desfigurado con  frutas y hortalizas naciendo de agujeros como los de la nariz o de las cuencas de los ojos horrorizan tanto como atraen, cuestionan las diferencias entre grotesco y bello, proponen un extrañamiento de lo sublime, nos llevan a reflexionar sobre belleza, salud y otras cuestiones más allá del morbo que despierta el hecho de enfrentarse a criaturas sobrehumanas o sobrenaturales que son  el objeto de su obra, protagonistas absolutas capaces de enturbiar a cualquiera.

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