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CENTENARIO DE SU MUERTE

La traición a Pinazo, el artista al que Valencia siempre olvida

El Círculo de Bellas Artes quiere vender su donación, el IVAM lleva un año ocultando sus obras y el San Pío V tiene sus pinturas en los almacenes; ¿por qué la ciudad traiciona a uno de sus mejores artistas?

26/09/2015 - 

VALENCIA. La Valencia cainita. La Valencia que siempre castiga. La Valencia que olvida a sus hijos. La que sólo promociona a los mediocres y soberbios, a la que despidió San Vicente Ferrer quitándose hasta el polvo de las sandalias para morir en Francia y nunca más volver. La Valencia traicionera, llena de mentirosos y aduladores que dicen una cosa y luego la contraria. La de quienes no dan la cara. ¿Es esa Valencia la que desprecie a Ignacio Pinazo (1849-1916) de manera periódica? ¿Es esa Valencia la que representan los directores de museos que deciden esconder en sus almacenes la obra del que para muchos es el mejor pintor de entresiglos? ¿Por qué la ciudad venera a quien se fue y soslaya a quien se quedó? Y el que se fue… ¿Sería recordado igual si hubiera seguido en Valencia? ¿Será cierto que para que en Valencia te respeten hay que huir de la ciudad, salir de ella?

Todas esas preguntas que tantas veces se formulan muchos artistas contemporáneos, cobran de nuevo fuerza cuando se comprueba el desprecio sistemático a la que se somete a la figura del artista de Godella. Pinazo es contemporáneo hasta en su olvido. Considerado unánimemente como uno de los mejores pintores de su época, su nombre es reivindicado de manera esporádica.

Quizás el año que viene sea por fin el punto de inflexión. Con motivo del centenario de su muerte se están preparando exposiciones en diferentes emplazamientos culturales, en una acción conjunta que tiene mucho de acto de reposición, de justicia poética. Porque a Pinazo, hoy más que nunca, la ciudad de Valencia ha vuelto a darle la espalda.

El Círculo de Bellas Artes, a quien donó parte de su obra, está estudiando la posibilidad de vender este legado en subasta para pagar deudas, en un desprecio claro a su propio patrimonio. El IVAM, desde que llegó su nuevo director, José Miguel Cortés, lleva desde el 25 de enero sin exponer la donación de la familia en el Centre Julio González, en un acto que no tiene más justificación que el capricho. Ni siquiera se puede esgrimir, como hizo Juan Manuel Bonet en su día, que el centro está en obras. Y se ha adoptado esa decisión con el agravante de que existe una sentencia del Supremo que recuerda la obligación de exponer su pintura. 

Hasta el Museo de Bellas Artes de Valencia tiene las obras de Pinazo en el almacén, en su caso por las obras de ampliación.

La Diputación de Valencia exhibe la pintura Las hijas del Cid… en su sala de prensa. Y el Museo del Prado esconde en sus almacenes una de las obras maestras de Pinazo de su primera época, Últimos momentos del rey don Jaime el Conquistador en el acto de entregar su espada a su hijo don Pedro. Si alguien quiere a ver a Pinazo tiene que irse al Museo Nacional de Cerámica, sí, el de Cerámica, que es el único que respeta y promociona su arte.

El capricho ha apartado de la vista del público algunas de las mejores pinturas de Pinazo, las cuales se podrán volver a ver al menos parcialmente con estos actos por el centenario de su fallecimiento, una conmemoración en la que participarán la Generalitat, el Ayuntamiento, la Universitat… y que se ha puesto en marcha por la decidida actuación de sus herederos, conscientes del legado que el tiempo les ha dado. Las Atarazanas, la Sala de Exposiciones del Ayuntamiento, el propio IVAM que ahora lo oculta, albergarán muestras de diferente signo sobre su pintura.

Más que olvidado, dormido

Dice el profesor Javier Pérez Rojas que Pinazo está en el subconsciente valenciano.  “Más que olvidado, está como dormido. De pronto se acuerdan de él, y de pronto se olvidan”. El porqué de este errático tratamiento, que hace que por ejemplo el ayuntamiento de Godella sea incapaz de poner una simple placa indicando el emplazamiento de la Casa Museo del pintor, es un cúmulo de circunstancias en el que influye desde la veleidad del mercado, hasta las circunstancias personales y, sobre todo, la viciada inercia de las modas.

Pinazo parte con un hándicap. Nunca buscó al poder. No se arrimó a nadie. “La vida de Pinazo es conmovedora. Fue un gran pintor y un hombre sin ambiciones. Su alma soñaba despierta un mundo de nostálgicas maravillas y de inefables sentimientos”. Fue Antonio Igual Úbeda quien describió así al pintor en el número de enero de 1949 de la revista Valencia Atracción, al que citaba el periodista Francisco Pérez Puche.

Su obra, de corte academicista en un principio, tuvo un giro decisivo con su marcha a Roma, donde estuvo en dos ocasiones, una de ellas becado. De allí volvió con un concepto artístico más íntimo, personal. Fue en 1884, con motivo de una epidemia de cólera, que salió de Valencia. Primero fue a Bétera y después descubrió Godella, una tierra virgen, un oasis de huerta y pureza donde se refugió huyendo del mundanal ruido. A partir de entonces su mundo fue ese paisaje y sus gentes, así como su familia. No en vano su obra está llena de imágenes de esta intimidad que él recogía con sumo celo, quizás consciente de que en lo individual, en lo personal, está escondido el secreto de lo universal.

Pese a no estar implicado en la vida social, de vez en cuando aceptaba encargos y realizaba retratos. “Para mí es uno de los mejores retratistas europeos de su tiempo”, asegura Pérez de Rojas. “Lo digo como lo siento. Y sé que no me equivoco”. Y aunque en alguna ocasión participó en exposiciones nacionales, su arte huyó de las cortes como él huía de los servilismos y de las urgencias del momento. Pintaba lo que sentía.

Vivió tanto el arte que transmitió el veneno de la creación a los suyos, hasta el punto de convertirse en el patriarca de una saga de artistas, entre los que cabe destacar a sus hijos José Pinazo Martínez (1879 -1933), pintor, e Ignacio Pinazo Martínez (1883 -1970), escultor.

Un gran pintor

La admiración por el patriarca que expresa Pérez de Rojas es común a otros especialistas. El catedrático de Historia del Arte y ex director del IVAM, Kosme de Barañano, también lo considera “un gran pintor”. Como obras son amores, él puede decir que fue quien corrigió el desaguisado de Bonet recuperando la sala dedicada al artista, si bien no culpa al ex director del Reina Sofía. “Estaban en obras de lo que ha sido la Galería 7”, recuerda.

Pérez de Rojas y De Barañano coinciden en señalar que uno de los problemas que tiene Pinazo para ser reconocido por la ciudadanía, que dificultó su popularidad en su momento, fue su carácter de pintor intimista. “No era un hombre comercial”, dice Pérez de Rojas. “Su arte es más reflexivo”, añade. Otro tanto opina De Barañano. “Es más difícil, íntimo, más intelectual”, comenta.

A ello se une un mercado en el que la presencia de Pinazo es poco frecuente y, por ende, no existe una presión comercial por revalorizar su obra. “Es un artista apreciado pero la gente que colecciona a Pinazo son amantes de su arte, no lo consideran una inversión”, comenta De Barañano. “Pinazo no se vende”, añade. Los propietarios lo tienen, lo aprecian y lo consideran parte de su vida.

El año que viene se sucederán los actos en recuerdo de él. Uno de ellos será un recordatorio del gran homenaje que le realizó en 1912 el Círculo de Bellas Artes, ese mismo que ahora quiere vender su obra, con motivo de haber sido premiado en la Exposición Nacional. Se repetirá el mismo menú, que incluía entremeses, arroz a banda, filete con setas, langosta con salsa tártara, judías verdes con jamón, pollo con berros, crema inglesa, quesos, y vinos Marqués de Caro. Se volverá a reeditar el tributo, ahora con él ya muerto, y su nombre dormido. Pero este olvido, explica De Barañano, no afecta a su consideración. “Pinazo es un gran artista. Da igual que no se exponga”, comenta. Su arte es más fuerte que cualquier mezquindad. Ha derrotado al paso del tiempo. ¿Qué mayor victoria que esa?

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