Un documental repasa y ordena todas las cintas que Marlon Brando grabó al final de su vida con extensos monólogos biográficos para establecer un retrato veraz del actor
MADRID. Para no desentonar entre el 19% de audiencia y los tres millones de espectadores que se tragaron el bochornoso 1,2,3 Hipnotízame de Antena 3, esta semana en la crítica de cine documental propondremos un producto en la misma línea. 'Listen to me, Marlon', una película elaborada con cintas grabadas por Marlon Brando en las que repasaba toda su vida y que tenían el sugerente título pegado de "Autohypnosis". Una serie de sesiones en las que mantuvo largas charlas consigo mismo al final de sus días. Ha trascendido que el director, Stevan Riley, ha escuchado más de 200 horas de Brando hablando consigo mismo. Pero no era el único material. En su casa de Los Ángeles, el actor tenía micrófonos repartidos por toda la mansión y grababa incluso conversaciones con amigos.
El trabajo estuvo nominado el año pasado en Sundance y los premios BAFTA. Las críticas que le precedían no podían ser mejores. En el New York Post se escribió que era el documental "definitivo" sobre el actor. El Wall Street Journal dijo que era "necesario". Tratándose de Marlon Brando, del que recientemente acaba de salir, por citar un ejemplo, una biografía no oficial en la que se revela que tuvo una relación sadomasoquista con James Dean, al que apagaba cigarrillos en su torso desnudo, pues sí, la cosa tenía interés. Pero no hay estridencias. El director no ha querido revelar secretos. No es un producto rosa o sensacionalista. Tan solo se ha propuesto averiguar quién era realmente Marlon Brando, lo que parece que no es tarea fácil.
El documental se reduce a Marlon hablando como una letanía de lo duro que ha sido ser él mismo. Una infancia dura, un paso por Hollywood tortuoso, caída en desgracia, regreso triunfal y una serie de tragedias familiares que le destrozaron la existencia. A su voz, a veces cansada, otras veces más despierta, le acompañan imágenes de archivo y fragmentos de entrevistas.
¿Fue duro ser él? En la infancia desde luego que sí. Traumatizado por la pérdida de una madre alcohólica, la borracha del pueblo dice que era, fue siempre un chico muy tímido y retraído. Según confiesa, esa madre le enseñó a amar la naturaleza y vivir en armonía con los animales. Además de decirle que dentro de él había algo especial y que el mundo no tardaría en verlo como lo veía ella. Acertó en ambas.
Su vocación como actor comenzó en la calle. Se fijaba en las caras de todos con cuantos se cruzaba y trataba de analizar su personalidad en esos escasos segundos en los que los tenía delante. Cuando le empezó a ir bien en el teatro poco tiempo después, recuerda aquellos días como los mejores de su vida. Después de cada función se iba de marcha a Harlem u otros barrios negros a bailar en los clubes hasta altas horas. Cruzaba la ciudad en moto a las tantas de la mañana con sandalias en los pies. Triunfaba pero nadie sabía quién era. No volvió a sucederle.
Entendió el trabajo de actor como el mejor para una persona como él, un mentiroso patológico. "Si no fuera actor, habría sido estafador. Esto consiste en contar mentiras, dar la impresión de que se piensa una cosa cuando se piensa la contraria".
Lo cierto es que su forma de actuar abrió una brecha con los clásicos del cine hasta el momento, los Bogart, Clarck Gable y compañía, a los que despreciaba por recurrir a cuatro muecas típicas de pánico y sorpresa y poco más. Los esfuerzos de Brando, se dice a sí mismo, eran por hacer de la actuación algo real. Entendía que en el cine su cara era el escenario y cada mueca trabajaba como un actor de teatro.
Y a esta concepción de la actuación le añadió el trabajo. En su primera película, Los hombres donde interpretaba a un parapléjico, para entender cómo tenía que desenvolverse sobre la silla de ruedas estuvo durante meses en un hospital de lesiones de médula estudiando todo lo que hacían los internos. Quedó sorprendido desde el primer día. Una de las cosas que hacían para entretenerse era carreras arrastrándose, algunos presumían de cómo andaban con las manos. Y entre lo que más les dolía, lo que más frustrados les hacía sentirse, era no poder tener sexo nunca más.
"No tenía ni idea de lo incómodo que es no poder ser una persona normal". Cuando le llegó el éxito empezó a tener pánico a las masas histéricas. Al mismo tiempo que representó otro gran papel, esta vez doméstico, con su padre. Con el que fingía llevarse bien ante los medios, después de haber tenido una relación durísima durante muchos años. Brando se dice a sí mismo en uno de los momentos más conmovedores de las grabaciones: "Cuando eres un niño no querido, entonces buscas una identidad que sea aceptable".
Por eso tenía todo un catálogo de personalidades que era capaz de mostrar. Nadie de los que le conocieron, declaró el director del documental, parecía hablar del mismo hombre cuando se entrevistaron con él. Parecía como si el actor a cada uno le hubiese mostrado una cara.
También, ciertamente conmovedoras son las horas que dedicó a fustigarse ante el micro por sus fracasos matrimoniales. Dijo que con su primera mujer, cuya unión no duró más que unos meses, la parte bestial de su personalidad predominó sobre la otra. Comenta en unos impagables monólogos que era su pene el que tomaba las decisiones por él "Eso no tiene nada que ver contigo ¡es tu pene!". Pero luego trata de reflexionar sobre su donjuanismo compulsivo: "Si no te han amado, no sabes lo que es amor, no sabes donde está".
Con Hollywood los choques fueron inevitables. Él esperaba algo más del cine, no solo dinero y rentabilidad. Pero en Los Ángeles tenían un dicho, "Si tienes un mensaje, vete a Western Union". No tardó en caer en desgracia, protagonizar películas desafortunadas, y que llegase el día en que entraba en los restaurantes y que la gente le mirase extraño. "Cuando tienes un éxito solo ves dientes", dice el actor
Aprovechó esa época para apoyar a los movimientos civiles en su país. A Martin Luther King, lo que le supuso encontrarse con manifestaciones en su contra con el divertido cartel de "A Marlon Brando le gustan los negros". Así hasta que de casualidad hizo el papel del Padrino. El estudio no le quería pero supo ganarse el papel. Analizando la película, su confesión es que quiso transmitir la idea de que los criminales son hombres corrientes. Que también pueden ser héroes en su contexto y que, cualquiera de nosotros, de haber crecido en un ambiente igual actuaría bajo las mismas circunstancias.
Sobre Apocalypse Now, deja claro que tuvo que reescribirle el guión a Coppola, al que no parecía tener en muy alta estima, y deja otra sentencia demoledora: "La gente dice lo orgullosa que está de que su hijo muera en Vietnam, son unos padres tan estúpidos, prefieren que su hijo muera antes que alterar todo su sistema de creencias".
Como nota divertida, que cobrara catorce millones de euros por trabajar doce días en Superman, en un momento en el que pegaba los textos que tenía que decir en los otros actores porque "tenía cosas mejores que hacer que aprenderlos", hasta que empezó a utilizar una pequeña grabadora con auricular. Ahí lo tienen, un precursor del pinganillo de la tele.
Cierra el círculo de su vida la tragedia que supuso que su hijo disparara al novio de su hermana y le condenaran a diez años de cárcel y que esta, posteriormente, se suicidara ahorcándose. Marlon Brando quedó hundido y estas grabaciones, al parecer, son fruto de ese dolor. Un pesar en el que logró explicarse a sí mismo a través del perdón a su padre. A él le había abandonado su madre con cuatro años. Por eso fue así toda su vida.