Netflix y la cadena británica ITV coinciden en recuperar las series de época sobre personajes femeninos de la monarquía, con reinterpretaciones idealizadas de las biografías de las reinas Isabel II y Victoria de Reino Unido
22/10/2016 -
VALENCIA. Más de cien años distan entre la coronación de la Reina Victoria (junio de 1837-enero de 1901) y la de su tataranieta Isabel II (junio de 1953-actualidad), las dos monarcas más longevas de la historia del Reino Unido. Dos mujeres coronadas a muy temprana edad, que se convirtieron en símbolos del orden más conservador en la forma de Estado británico. Las recientes biografías transformadas en series las sitúan, no obstante, como las adalides de la lucha por la autonomía de las mujeres en la monarquía, cuando en realidad, si somos más exactos, ambas cumplieron su papel de figura florero de la corona.
El atractivo de sendas producciones no es precisamente su fidelidad histórica. Algunos medios han expresado sus reparos por la idealización de sus personajes y la reinterpretación de la historia con mayúsculas. Sin embargo, el interés para los espectadores surge gracias a su atractivo como drama de época a secas, además de brillar por su excelente calidad desde el punto de vista visual, con una espectacular fotografía, composición de planos, y ambientación, que nos recuerda a pintores de luces y sombras como Diego Velázquez.
Con esos mimbres es como les recomendamos visionarla, sin que busquen la exactitud histórica, dejándose llevar por el relato de dos personajes femeninos que luchan por hacerse respetar en un mundo de hombres sin hacer demasiado ruido ni romper con el orden establecido; que se adaptan a su nuevo rol; y que desarrollan una particular vida sentimental marcada por los intereses políticos. Son las nuevas reinonas de los dramas de época.
Victoria (ITV)
Más de siete millones de espectadores se han rendido en Gran Bretaña a la elegante miniserie de ocho episodios titulada Victoria, protagonizada por la bella y magnética Jenna Coleman (Doctor Who). Producida por ITV con el objetivo de cubrir el hueco dejado por Downton Abbey, narra la vida palaciega de la monarca Victoria I desde su subida al trono a los 18 años hasta el nacimiento de su primera hija, tras su matrimonio con el Príncipe Alberto. El canal estadounidense PBS, responsable de la emisión en Norteamérica de Downton Abbey, ha comprado los derechos de emisión de Victoria para cubrir el hueco que deja su predecesora. Y en España ha sido adquirida por Movistar, aunque todavía no tiene fecha de estreno.
Victoria nos cuenta su llegada a la corona como una frágil y desubicada casi adolescente, recelosa de no ser manipulada por quienes la rodean, empezando por propia madre, pero con la intención de cumplir a la perfección con su papel de icono del país. Su estrecha relación con el encantador Lord Melbourne (Rufus Sewell),al que idolatra, y con el que mantiene, además de una relación paternal, una “tensión sexual no resuelta” que no debe romperse debido a sus obligaciones como reina, cubre la primera mitad de la serie.
A mitad de temporada asistimos a su apasionada relación sentimental con el Príncipe Alberto, posteriormente a su boda, y por último a la llegada de su primera hija. La serie ya tiene asegurada una segunda temporada, y sabemos que la reina llegó a tener nueve hijos, por lo que, si las audiencias les acompañan, el biopic podría ir para largo.
Según cuentan los biógrafos, Alberto no estaba enamorado en absoluto de Victoria, pero la buena vida dentro de la monarquía británica, por no decir la vidorra, sumada a su excelente relación con ella, le posibilitaron adaptarse a las circunstancias. En la serie contemplamos a un Alberto que, o bien finge un papelón ante la reina a lo Rodolfo Valentino del celuloide, o bien los guionistas se han tomado la licencia de convertirlo en amante esposo que cayó rendido a sus pies.
Su relación con Lord Melbourne en realidad tampoco estuvo marcada por un amor platónico, sino que fue únicamente paternal. Lord Melbourne, según los datos, tenía cuarenta años más que ella y no estaba tan de buen ver como sí lo está el actor Rufus Sewell. Se sobreentiende que los guionistas se han tomado esta licencia para acentuar el conflicto de Victoria por tener casarse con quien todos sus allegados le recomendaban hacerlo: el Príncipe Alberto. De manera que así su personaje no fuera el de una mujer sumisa y obediente que se casó con la persona adecuada, que es como ocurrió realmente, sino el de una mujer que peleó por mantener las riendas de su vida dentro de ciertos parámetros.
Las relaciones con el parlamento británico están presentes en la serie, principalmente para acentuar que son ellos quienes determinan la mayoría de los aspectos relacionados con la monarquía, es decir, para hacer de antagonistas, en algunos momentos, del ‘yo’ mujer, que no de la reina, a la que tienen bien atada en todo momento. De su función como reina se constata que no tenía ni idea de los asuntos políticos ni le interesaban demasiado, y que su labor se reducía a firmar documentos, hasta que llegó Alberto e intentó hacerse notar.
En la estructura argumental aparece alguna trama sobre sus lacayos, recuperando con ese tipo de historias parte de la esencia de la verdadera reina de la cadena ITV: Downton Abbey.
The Crown (Netflix)
El próximo cuatro de noviembre Netflix estrena en España The Crown, la adaptación de la obra de teatro The Audiencie, escrita por el guionista Peter Morgan, quien escribió a su vez la adaptación para el cine conocida como The Queen.
La protagonista de la película y de la obra de teatro, Helen Mirren, ganadora de un Óscar por su interpretación para el cine, estaba anunciada en un primer momento para el papel principal. Finalmente es la actriz Claire Foy quien interpreta a Isabel II en esta versión seriada compuesta por diez episodios. De esta forma se aleja la sombra que proyectaba Netflix en su primer año de vida, y que desde entonces han procurado no volver a mencionar en sus campañas: sus algoritmos predictivos.
El proyecto de The Crown lleva coleando en la multinacional desde que nació el canal online, cuando lanzaron la primera temporada de House of cards. Por entonces presumían de que la decisión de adaptar la serie política y contar con Kevin Spacey fue consecuencia de los resultados obtenidos gracias a sus algoritmos, los responsables de analizar su trayectoria como empresa de alquiler de DVDs. La película The Queen estaba dentro de su top ten de alquileres, y fue por ello que entre sus primeros proyectos se anunció que iban a convertir la película en una serie, además de contar con Helen Mirren y Peter Morgan. De ahí que quien les escribe le pusiera al proyecto el apodo, perdónenme, de The Clon, una serie pensada para repetir éxito bajo los mismo parámetros: creador, actriz, tema y arco del personaje.
Del resultado de la serie, hasta que llegue su estreno el próximo cuatro de noviembre, por ahora sabemos que es la primera producción británica de Netflix y que ha costado cien millones de libras, un presupuesto bastante alto; que la primera temporada se centrará en su inesperada coronación y en la boda con el Duque de Edimburgo (Matt Smith); y que en el Palacio de Buckingham están dando palmas de alegría al saber que Netflix va a dedicar seis temporadas, según han anunciado, a ensalzar la figura de la actual familia real británica.
Curiosamente la biografía de Isabel II de aquellos años coincide con la de Victoria en bastantes aspectos: en la desconfianza y germanofobia hacia su pareja, en este caso Felipe de Edimburgo; en el escepticismo de parte de la corte de Londres por la boda; y en la obligación de que él se mantuviera en un segundo plano. Detalles que aparecen en sendas series con cien años de diferencia.
Los tropiezos posteriores, el intento frustrado de asesinato a principios de los ochenta, las trabas a la relación del Príncipe Carlos con La Di, la muerte posterior de ésta, los escándalos sobre Sarah Ferguson, el tampax de Camila, y un largo etcétera de escándalos, tendremos que esperar a verlos en siguientes temporadas. Lástima.
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