Un rayo latente fue el origen del incendio de Llutxent, uno de los más graves del último lustro en la Comunitat Valenciana. Una catástrofe que deja 3.270 hectáreas de ceniza, casas calcinadas y familias sin hogar
VALÈNCIA. Allá donde la vida se manifestaba con distintas tonalidades de un verde más o menos intenso según la estación, se extiende hoy un manto gris de 3.270 hectáreas. El paraje, entre las comarcas de La Safor y la Vall d’Albaida, fue arrasado durante casi una semana por un incendio que cambió los olores y el paisaje, ahora de color negro con intensos matices grises. No hay vegetación, salvo la de los altos pinos que sobrevivieron a las lenguas de fuego que bajaban de la parte alta de la montaña, en el municipio de Llutxent, donde se originó el fuego. Montes, hogares, carreteras... un paisaje gris, sin vida, que tendría su belleza, como bellos son los paisajes de Marte o cualquier desierto, si no conociéramos lo que había anteriormente. Tardará décadas en volver al esplendor que tenía antes del 6 de agosto.
Ese día cambió la vida -por fortuna, nadie la perdió- para parte de los ciudadanos de estas dos comarcas valencianas, que vieron cómo sus casas -para algunos, su única vivienda- quedaban reducidas a un amasijo de hierros y muros calcinados sin otra solución que el derribo. «Pasamos en vela toda la noche pues parecía que las llamas de arriba de la montaña se acercaban a pasos agigantados», recuerda un vecino de Pinet con gran desolación y no menos frustración. Hoy, el lugar está repleto de botellas de vidrio, bolsas, restos de mobiliario, trozos de plásticos de a saber qué... Y las casas tienen en sus fachadas los lunares negruzcos que dejaron las llamaradas. Otras, una decena, desaparecieron al calor del fuego dejando a esas familias sin hogar.
El culpable del incendio, uno de los más graves de la Comunitat Valenciana, fue un potente rayo latente de una tormenta seca en la noche del 5 de agosto. Un incidente que, unido a las altas temperaturas -máximas de 35 ºC- y a la excesiva sequedad de los montes -lluvias entre un 25% y un 50% menos de lo normal, según Aemet- hizo que la propagación de las llamas fuera mucho más fácil y rápida. Tanto es así que solo durante las primeras 24 horas del incendio fueron arrasadas 1.510 hectáreas de monte, se activaron dos frentes muy fuertes y se procedió al desalojo de los vecinos de la pequeña localidad de Pinet. Una situación crítica que era imposible predecir que empeoraría.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 47 de la revista Plaza